El entusiasta, el tardón, el documentalista y otros tipos de padres en los eventos infantiles
No hace falta que se disfracen porque los ves venir desde lejos. Algunos llegan al festejo cargados con comida, otros con cientos de actividades planeadas y los hay que ya tienen miles de críticas listas para ser transmitidas
La crianza intensa te quita vida cultural de adulto, pero a cambio te regala otro tipo de salidas a espectáculos y eventos que nunca hubieras imaginado: partidos deportivos, obras de teatro, espectáculos de danza, todo tipo de galas de final de curso o fiestas de cierre de campamentos veraniegos, por poner solo unos cuantos ejemplos.
Aquí no solo te encontrarás con la exhibición de talento de tus críos, sino con todo tipo de personajes adultos que también son un espectáculo en sí mismos. Y, como lo normal es que estos eventos duren mucho y te aburras más, acabarás fijándote en los otros padres que te rodean. A ver cuántos ejemplares de estas 12 categorías reconoces:
- El entusiasta. Le hace mucha ilusión estar allí. A veces demasiada. Llega el primero y se va el último, después de felicitar a los profesores, monitores, al técnico y hasta al portero. Aplaude mucho, anima mucho y se ofrece para todo. Es para gente así que se montan los eventos.
- El profesional. Siempre sabe más que los organizadores, da igual si se ha dedicado profesionalmente a algo de dirección, gestión o similar o no. No dudará en compartir sus críticas constructivas con todos los implicados, siempre con el pretexto de mejorar según él, pero es el equivalente paternal al que ve el partido en el bar y sabe más que el entrenador.
- El criticón. A diferencia del profesional, este critica por el simple placer de hacerlo. A cualquiera que quiera saberlo (o incluso si no le preguntan) le hará la crítica en directo: el evento empieza tarde, hay demasiada cola, hay pocos lavabos o están muy lejos, hace demasiado calor o demasiado frío, hay demasiados padres incívicos (entre los que destacan el fumador y el birras), comentará lo poco preparados que están los discursos de los organizadores o lo mal que leen los que se lo han preparado… Y, por supuesto, se quejará de la fecha, hora y lugar del evento, porque a él le venía mal. Un rato entretiene, mucho cansa.
- El tardón. Con la crianza, a nadie le sobra el tiempo. Pero casualmente siempre es el mismo quien llega tarde a todos los eventos infantiles. Y, si puede ser, su entrada será anunciada no por un secretario dando golpes con el bastón, sino por los golpes de puerta, que nunca acompañará silenciosamente con la mano, o su desfile en primera fila, pasando por delante de todo el mundo. A poder ser, también le sonará el móvil e irá saludando a la gente con comentarios en voz alta mientras llega a su sitio con toda la parsimonia.
- El fumador. Ha fumado toda la vida y nada le impedirá seguirlo haciendo, aunque esté prohibido en muchas terrazas, áreas infantiles e interiores. Se irá ausentando a ratos para ir fuera y volver con evidente molestia, “porque hace nada hasta se podía fumar en hospitales y aviones y nadie te montaba el pollo”.
- El birras. Según cómo lo mires, le gusta la fiesta y pasárselo bien o tiene un problema con el alcohol. Da igual el tono cultural del evento o que haya menores a su alrededor. Su mano no puede estar vacía y necesita latas o vasos de cerveza para acompañarla. Dos o tres se las beberá seguro y dejará los restos en las gradas o en el suelo del teatro, sin que se le ocurra nunca recogerlo.
- El documentalista. En principio, no trabaja para ningún medio audiovisual o periodístico, pero hace fotos y vídeos de todo desde antes que abran las puertas. Por supuesto, esto le lleva a levantar el móvil todo el rato y no dejar ver a los de atrás. A veces tiene un buen teléfono y un buen ojo, y su obra es admirable. Pero lo más normal es que quien sature el WhatsApp de grupo con fotos y vídeos tenga un pulso errático, una óptica antigua, un encuadre torcido y encima lo adorne todo con comentarios ridículos e irritantes. Dentro de medio año, cuando no te quede espacio en el móvil y tengas que borrar mucho, te toparás con los 300 archivos que os mandó a todos y lo maldecirás otra vez.
- El embajador. Primo hermano del documentalista, no solo lo graba y fotografía todo, sino que lo va mandando en tiempo real a todos los grupos de WhatsApp, para que la gente que no ha podido asistir lo siga en directo y para que los que están a su lado puedan soltarle una mirada asesina de “vale ya, disfruta del momento”.
- El merendero ambulante. Es un food truck humano. Tanto da si el evento es solo una hora en un salón de actos como si es pasar medio día en un polideportivo lejos de toda civilización, él y los suyos no pasarán hambre. Invariablemente, traerá una bolsa llena de snacks de todo tipo, varios bocadillos de múltiples sabores, un tupperware de pechuga rebozada, unas cuantas bebidas y, si se anima, servilletas y cubiertos para los más remilgados. Y, por supuesto, no tendrá ningún pudor en ir repartiendo el material por todo el espacio, aunque eso implique una cadena humana de transporte de bocadillos.
- El ausente. Si no aparece ni a llevar a los niños ni a recogerlos en el día a día, menos estará cuando todo apunta a que se trate de un rollo larguísimo.
- El inesperado. Dícese de ese adulto al que no has visto el pelo en todo el año, pero de repente está allí en primera fila con más desenvoltura que si fuera el director del cotarro.
- El maleducado. Nunca imaginas el vasto repertorio de sonidos que puede generar un cuerpo humano hasta que te toca el maleducado cerca. Resoplará, respirará fuerte, toserá, hará comentarios insensatos en voz alta, contestará a mensajes o llamadas sin bajar el volumen, y para completar el pack, dará golpecitos a la butaca con el pie para que tiemble toda la fila… Si tus hijos se han quejado de alguien de clase, comprobarás rápidamente que él es el padre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.