¿Tu hijo ronca? Por qué lo hace y cómo minimizarlo
La genética, la obesidad, enfermedades respiratorias o cuestiones medioambientales, como ser fumador pasivo, influyen en que un niño ronque. Un problema que afecta a su calidad de descanso y que puede mejorar con pautas adecuadas a la hora de dormir
¿Cuándo se considera que un niño es roncador? Cuando, sin estar constipado, ronca tres días a la semana durante más de 21 días seguidos. Entre el 10 y el 20% de la población infantil lo hace sobre todo hasta los cuatro años. “A esa temprana edad las amígdalas y vegetaciones suelen ser de mayor tamaño, lo que influye a la hora de respirar con menor fluidez”, según determinaba un estudio de 2011 de la Formación Activa en Pediatría de Atención Primaria (FAPap), el más completo al respecto hasta el momento y que se actualizará en unos meses, según explica este organismo. A partir de los nueve años disminuye el número de niños roncadores, debido a que la fisiología del aparato respiratorio ha madurado, añade dicho estudio.
Los hijos de padres roncadores tienen más probabilidad de roncar. “Existen factores genéticos que favorecen tanto el ronquido nocturno como el síndrome de apneas-hipopneas del sueño (SAHS) o pausa respiratoria de más de 20 segundos al dormir. A estas familias les solemos decir que vaya orquesta sinfónica tienen por las noches”, explica Elena Alonso, jefa asociada del servicio de pediatría del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles (Comunidad de Madrid).
Otro factor que influye es el exceso de peso. “La obesidad infantil, creciente en países como España, provoca que el ronquido nocturno en la infancia aparezca antes; se prolongue y se agrave”, agrega la pediatra. Esta médica señala otras cuestiones físicas que favorecen los ronquidos: “La retrognatia o mandíbula inferior corta y pequeña, el paladar estrecho o tener alguna circunstancia —como pueden ser las personas con síndrome de Down— que disminuya la fuerza de los músculos de la cabeza y del cuello”.
Roncar puede derivar en apneas o paradas respiratorias cuando se duerme, que es lo que más afecta a la calidad del descanso. “Cerca de un 20% de los niños que roncan tendrán esas pausas en la respiración, lo que provoca que el sueño se fragmente, no sea reparador y no favorezca el correcto funcionamiento de la función memorística del cerebro”, asegura Elena Alonso. “Son menores que se despiertan muchas veces por la noche y adoptan muchas posturas. Algunos que no se hacían ya pis en la cama pueden volver a perder el control de esfínteres”.
Que un niño ronque no es sano ni normal. Es un hecho que incide en la dinámica de su vida durante la vigilia. “Está más irritable, disminuye su rendimiento académico y puede ser más sedentario o, por el contrario, más hiperactivo de lo normal”, explica Gonzalo Pin, coordinador del Grupo del Sueño y Cronobiología de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Según Pin, hay que tener en cuenta que la garganta del ser humano ha cambiado a lo largo del tiempo para adaptarse al lenguaje y a la deglución: “Si no habláramos, roncaríamos menos, pero en los niños también influyen cuestiones como el uso del chupete más allá de los cuatro años, ya que estrecha el paladar, el sedentarismo o tomar todos los alimentos triturados porque estos impiden el refuerzo de la musculatura facial”.
Otras cuestiones que aumentan la posibilidad de que el niño ronque son los factores medioambientales y de salud, como las que menciona Carlos Torres, neumólogo pediátrico del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles: “Las alergias, las infecciones respiratorias, el asma o la exposición al tabaco”. Hay varias pautas que ayudan a reducir los ronquidos nocturnos del niño. “Limpiar las fosas nasales con suero, evitar la sequedad del ambiente con algún humidificador, evitar el sobrepeso o el sedentarismo y consultar al especialista para hacer un seguimiento del niño roncador”, detalla Torres.
Cuidar los hábitos del sueño
Tener unas pautas adecuadas a la hora de dormir, lo que los especialistas denominan una buena higiene del sueño, favorece que el niño ronque menos. Helena Larramona, especialista en neumología pediátrica y miembro del Grupo del Sueño y Cronobiología de la Asociación Española de Pediatría (AEP), aconseja en este sentido: “Dormir lo suficiente y evitar una gran diferencia de horas de sueño entre el impasse de lunes a viernes y el fin de semana, de forma que sea, como mucho, de una hora”. Otras cuestiones con respecto a la rutina adecuada del descanso nocturno que menciona la especialista son las que tienen que ver con el lugar donde descansa el niño: “La cama debe ser solo para dormir. Hay que evitar que lo haga en el sofá y llevarle en brazos al dormitorio, teniendo en cuenta que una de las características del niño roncador es que se duerme en un segundo cuando se queda tumbado”.
La actividad física también favorece el descanso del niño roncador. Según recomienda Larramona, conviene hacer ejercicio como poco tres horas al día, así como estar expuesto a la luz solar durante para regular bien los biorritmos entre vigilia y sueño.
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