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“Mamá, papá, quiero una moto”: la temida petición adolescente ante la que no siempre se sabe qué contestar

Los jóvenes tienen que recordar que no siempre están preparados para asumir la responsabilidad que supone tener un vehículo y conducirlo. Las condiciones para tenerlo ser usarla solo de día, no salir de una zona o participar de la responsabilidad económica

Adolescentes y motos
En la actualidad hay unos 57.000 conductores menores de edad en España, mayoritariamente chicos.Vesnaandjic (Getty Images)

Con la llegada de la primavera y el buen tiempo, hay una frase que se repite con mayor frecuencia en boca de numerosos adolescentes: “Mamá, papá, quiero una moto”. Quizás no tanto en grandes ciudades como en las más pequeñas, en pueblos y en poblaciones de veraneo en las que tener un medio de transporte puede marcar la diferencia entre los chavales.

La realidad es que es una posibilidad con que los chicos y chicas cuentan a partir de los 15 años, momento en que pueden sacarse el carné AM que les permite conducir ciclomotores de hasta 50 centímetros cúbicos de dos, tres y cuatro ruedas. Y a partir de los 16, cuando pueden obtener el permiso A1, que posibilita la conducción de vehículos con una cilindrada máxima de 125 centímetros cúbicos, una potencia máxima de 15 cv —caballos de vapor—.

Tanto es así que, según AMV, empresa especializada en seguros de motos, scooters, quads y ciclomotores, en la actualidad hay unos 57.000 conductores menores de edad en España, mayoritariamente chicos. “El 82% de asegurados entre 15 y 17 años son chicos frente a un 18% de chicas. A partir de los 18 años la cifra entre ellos aumenta hasta un 91% frente a un 9% entre ellas”, afirma Jorge Moreno, director comercial de esta empresa. Que esta posibilidad exista y que incluso sea factible o realidad entre otros amigos de los hijos no disminuye el miedo y la indecisión que puede producir por las situaciones de peligro que conlleva. En efecto, es una decisión difícil de tomar, para la que hay que tener en cuenta hasta qué punto el adolescente está capacitado para ello.

El psicólogo José Antonio Tamayo, de Activa Psicología y Formación, sugiere empezar por lo más básico: preguntarles. “Los padres deberían permitir que su hijo les haga la petición y comparta con ellos los motivos por los que quiere una moto sin interrumpirle, dejándole explicarse con libertad e intentando transmitirle que comprenden estos motivos (aunque no los acepten ni estén de acuerdo con ellos) sin juzgarlos, despreciarlos ni ridiculizarlos”, propone Tamayo.

Percepción atenuada del riesgo

Los adolescentes tienen que recordar que no siempre están preparados para asumir la responsabilidad que supone tener un vehículo y conducirlo. “Está demostrado que los adolescentes tienen una percepción atenuada del riesgo, consecuencia de una menor maduración del córtex prefrontal, que puede hacerles tomar decisiones más impulsivas y no anticipar cabalmente todas las consecuencias de sus actos”, afirma Tamayo.

El temor que se pueda tener a que tengan una moto está más que justificado. El director comercial de AMV sugiere que, antes de tomar la decisión, los padres se planteen si realmente su hijo necesita un vehículo: “¿Cómo son sus desplazamientos? ¿Qué cambios positivos y negativos traería una moto a su vida? Ayuda, en estos casos en los que las emociones a veces nos superan, hacer un listado por escrito de los pros y los contras para ver las cosas algo más claras”, afirma Moreno.

Otra opción puede ser leer libros como Cómprame una moto de Ibón Arbaiza, motero y padre. Se trata, en palabras del propio Arbaiza, de una herramienta de concienciación, tanto para los progenitores como para el candidato a motorista “porque no solo está destinado a los padres, sino también a los adolescentes”, argumenta. “Nuestro hijo debe ser consciente de todo lo que supone conducir una moto, conocer e identificar los continuos riesgos, qué precauciones debe tomar en todo momento”. Con lectura así, según él, los jóvenes se involucrarán en la decisión de si están o no preparados para responsabilizarse de lo que supone tener un vehículo.

El esfuerzo emocional de ser padre de motero

Evidentemente, la decisión final corresponde a los padres. “Una moto en casa supone un esfuerzo material y económico importante, pero también emocional. Los padres querríamos estar seguros de que van a hacer un uso responsable de ella, y a estas edades en las que es normal ir buscando los límites de todo, la garantía total no existe. Siempre va a haber un riesgo, y es crucial que lo conozcan”, añade Arbaiza.

En caso de que se crea que el adolescente sí es responsable y que le va a dar un uso adecuado, hay que negociar y llegar a acuerdos. “Como en cualquier otra transacción, es relevante que se expliciten y acuerden las condiciones que se compromete a cumplir cada parte en el trato. No poner condiciones dificultaría la asunción de las responsabilidades propias de conducir un vehículo por la vía pública, de su cuidado y mantenimiento, que, además, en caso de infracción, al tratarse de un menor de edad, repercutiría directamente en sus tutores legales”, recomienda Tamayo.

Según enumera este experto, esas condiciones pueden ser conducir solo de día, no salir de determinada zona o, por supuesto, participar de la responsabilidad económica. Por eso, además del libro de Ibón Arbaiza, el proyecto para ser moteros responsables está acompañado de un contrato en el que ambas partes aceptan las condiciones para acceder al vehículo y poder mantenerlo en el tiempo.

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