Pilu Hernández, maestra: “Es adecuado seguir a tu hijo adolescente en redes, así se piensa mejor lo que publica”
La experta en educación aconseja a los padres poner límites de tiempo y vigilar lo que consumen los niños, sobre todo en las redes sociales. El abuso puede llevar a la adicción, que produce baja autoestima, aislamiento social y cambios de humor en los menores
Con la llegada del verano y de los días más largos, a veces es difícil que niños y adolescentes se entretengan con actividades originales, divertidas y al aire libre las 24 horas del día. Y, a ratos, tiran de la tecnología para pasar el rato. La realidad muestra que los menores siempre encuentran la manera y el momento para plantarse delante de una tableta o un móvil. Las pantallas están aquí para quedarse y hay que aprender a lidiar con ellas: según el Instituto Nacional de Estadística, en España casi el 94% de la población entre 16 y 74 años ha utilizado internet en los últimos tres meses y 16 millones de hogares cuentan con, al menos, una persona que accede a la red cada día.
“¿Y qué pasa con los menores de 16 años? ¿Estamos prestando verdadera atención al uso que hacen de las pantallas?”, se pregunta Pilu Hernández Dopico (Oviedo, 1975), maestra y fundadora de El Pupitre de Pilu, un centro de formación de maestros y preparación de oposiciones. “Este es un asunto muy serio, que requiere reflexión y sentido común, pero creo que desde la comunidad educativa debemos dar pautas, ya que desde los organismos oficiales ni siquiera se está midiendo el consumo de niños y adolescentes”, añade Hernández. La experta responde a estas dudas, da pautas por edad y explica los riesgos del abuso y, también, los beneficios de usarlas, porque los hay.
PREGUNTA. Para controlar el consumo de pantallas, ¿sería importante diferenciarlo por edades? ¿Cuál debería ser el consumo de pantallas en los niños más pequeños?
RESPUESTA. Sí, es esencial, pero primero cada padre tiene que pensar bien en la maduración de su hijo, es decir, si tiene nueve años pero su comportamiento es más infantil, más similar al de los de siete, por ejemplo, habría que ubicarlo en ese grupo. Según mi experiencia profesional, en los menores de tres años no conviene el uso de ninguna pantalla, solo de manera residual, es decir, si está encendida de fondo. Para aquellos de entre tres y seis años pasa algo similar: son todavía pequeños para gestionar ellos solos el control, por lo que conviene usar las pantallas juntos, padres e hijos. El hecho de que para hacerlo tenga que estar el progenitor les enseña que es una actividad que requiere de supervisión. En los niños de entre seis y ocho años vamos a notar que hay un aumento de la demanda, es divertido y ameno, y podemos dejarles entre 10 y 15 minutos de consumo por su cuenta. Pero tenemos que ser muy estrictos con el tiempo; además, en nada van a usarlas en el cole y va a ser más complicado enseñarles a limitar su uso. Y conviene también seguir utilizándolas en familia. Por último, entre 9 y 12 años ya tenemos que tener cierta vigilancia sobre el uso, pero en el sentido del contenido; si tu hijo es fan de un canal de Historia, pues bienvenido sea, pero, por ejemplo, ¿qué tipo de anuncios va a ver? Aquí resulta útil no estar completamente encima, pero sí saber qué están viendo.
P. Y cuando los padres se enfrentan a un preadolescente o adolescente, ¿cómo deben actuar?
R. De 12 a 14 años los chicos entran en la preadolescencia con mucha curiosidad sobre diversos temas y si la comunicación intrafamiliar no está muy trabajada van a buscar respuestas a sus dilemas online. Aquí lo que preocupa son sus primeras interacciones en redes sociales; es muy importante que se les diga que no interactúen con desconocidos. Puede ser peligroso. Con más de 14 años hay que saber que la adolescencia es una época difícil para todo, incluido el control del uso de pantallas. Aquí vuelve una época de trabajar juntos, padres e hijos, para poder averiguar hasta qué punto saben del manejo de internet. Es adecuado también seguirles en sus redes sociales, para que sus publicaciones no las vean solo gente de su edad. Esto permite que piensen mejor lo que van a publicar y, por tanto, no publiquen algo de lo que luego se arrepientan. Además, insisto en que es esencial que les enseñemos que es mejor consumir contenido que generarlo, y si lo generan, que lo hagan con cabeza.
P. ¿Cuál sería el mayor riesgo del abuso de pantallas?
R. Los riesgos para la salud mental. Y aunque el DSM [Manual Diagnóstico Americano de Trastornos Mentales] todavía no lo recoge como patología, lo cierto es que la mayoría de los expertos hablan ya del TAI o Trastorno de Adicción a Internet. Aunque aquellos que tratamos con menores no necesitamos que nos lo diga el DSM, porque lo vemos y porque observamos también tecnoestrés [un estado psicológico negativo originado por el abuso de pantallas]. Esta sería la consecuencia más grave; una adicción por la cual el menor siente el impulso de consumir sin parar, ya sea videojuegos, navegar por webs o estar mirando redes sociales. Y si se lo quitamos sufre episodios agresivos o llantos incontrolables, entre otros.
P. ¿El abuso de pantallas tiene más consecuencias negativas de las que los progenitores pueden detectar?
R. Claro, además nos encontramos con situaciones más típicas, como es la dificultad en el aprendizaje, que es lo que lleva al tecnoestrés, pero no del menor, sino de quienes le rodean, como familiares o maestros, porque parece que todo tiene que venir de internet, todo tiene que salir de una pantalla para que ellos presten atención. Entonces, claro, no tienen una capacidad de aprendizaje natural, sino que va ligada al consumo, lo cual es peligroso: si tú usas una pantalla para aprender, para comunicarte, pues al final no tienes una vida en el mundo real. Y esto nos lleva a lo que los psicólogos han identificado como disociación entre la vida real y la digital.
P. ¿Cómo pueden controlar el consumo padres y madres?
R. Deben establecer una línea entre lo que es uso y lo que es abuso. Pero esa línea es muy difícil de marcar, porque llega una edad en la que no se puede medir exactamente en tiempo todo lo que hacen. Por ejemplo, con los videojuegos es más fácil: una partida, una hora como mucho al día. Pero cuando hablamos de meterse en redes o consumir información por internet ya es más complejo.
P. ¿Cuáles son los síntomas del consumo abusivo que los progenitores pueden percibir?
R. Se dan síntomas que nos deben hacer saltar las alarmas. El primero sería percibir que ha habido un incremento del consumo tanto en casa como fuera de ella: un buen momento es la comida, por ejemplo, si el menor no puede dejar el móvil en su cuarto y se lo lleva a la mesa y aprovecha que no tiene que participar en la conversación para mirarlo, es un claro síntoma de que hay que poner límites. En segundo lugar está la baja autoestima. Evidentemente, la adolescencia no es el mejor momento para sentirse guapísimos, pero cuando la comparación es permanente, cuando genera llanto y estrés el tener que salir de casa, ahí tenemos un problema de consumo abusivo. Por último, está el aislamiento social, el preferir quedarse en su cuarto que salir a la calle y, sobre todo, dejar de hacer lo que disfrutaba haciendo antes. Es peligroso porque deriva en adolescentes totalmente aislados de la realidad que se van metiendo en un entorno virtual del que luego es muy difícil sacarlos, por lo que si vemos que deja de hacer alguna actividad, es el momento de vigilar.
P. ¿Proponerle alguna otra actividad en vez de ver pantallas puede funcionar?
R. Sí, en general, un clavo sustituye otro clavo: darle tareas del hogar, apuntarle a talleres, que pasee al perro... Son algunas de las cosas que podemos hacer para rebajar ese contacto con la pantalla. También dedicarle tiempo y hacer cosas con él, como una excursión, ir al teatro, a un concierto… En ocasiones consumen pantallas porque no tienen nada que hacer, ni obligaciones, ni entretenimiento, por lo que otorgarles un poquito de cada es muy positivo.
P. ¿Pueden también los niños y adolescentes aprender de las pantallas?
R. Claro. Por ejemplo, una actividad muy interesante es que elijan un personaje de la Historia y hagan un perfil de Twitter para que escriban tuits exponiendo sus logros, o usar Instagram como ventana de evolución: ya sea de deporte, de conocimiento… O hacer vídeos en directo sobre alguna temática va a desarrollar su capacidad oral, va a aumentar su autoestima y va a hacerles profundizar en algo. Hay muchas opciones de actividades en las que pueden aprender, pero, igualmente, hay que controlar el tiempo que destinan a ellas, ¡a ver si se nos va a ir de las manos!
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