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¿Campamentos de verano para niños neurodivergentes? Sí, es posible

Monitores especializados, entornos adecuados o que protejan su sensibilidad son algunas de las claves para hacer actividades con quienes tienen autismo, hiperactividad, problemas de aprendizaje e incluso altas capacidades

Campamentos de verano niños autistas
Las hijas de la socióloga Rocío Cano Couto juegan al aire libre.Thomas Bedwin | The Vegan Agency.

Organizar el verano en familia es un rompecabezas muy complicado. Aunque hijos e hijas tienen dos meses libres, padres y madres solo suelen disfrutar como mucho de cuatro semanas, y no salen las cuentas. Es ahí donde las actividades como colonias o campamentos pueden desempeñar un papel fundamental. Pero, a veces, estas actividades no están pensadas para todos. Así lo cuenta Rocío Cano Couto, socióloga, divulgadora sobre inclusión y diversidad y madre de una niña con autismo: “Es muy difícil la conciliación en España, todas lo sabemos. Si ya es muy difícil encontrar campamentos, cuando a eso le añades una neurodivergencia es prácticamente imposible. Apenas hay oferta, son muchísimo más caros y hay muchas familias que económicamente no pueden acceder a ellos”.

El término neurodivergencia o neurodiversidad describe una forma diferente de procesar la realidad y relacionarse con el mundo. Engloba condiciones como el autismo, la hiperactividad, problemas de aprendizaje e incluso altas capacidades. Fue acuñado por la socióloga Judy Sinclair para defender el potencial de estas personas, dejar de entender estas condiciones como patologías, erradicar el estigma en torno a ellas y reivindicar una escuela y una sociedad más inclusivas. Y esto también afecta a unas actividades de verano que tengan en cuenta estas diferencias a la hora de percibir y procesar la realidad.

Bea Sánchez, experta en altas capacidades y consultora de crianzas intensas con su proyecto Mamá Valiente, cuenta por qué las típicas actividades de verano pensadas para niños y niñas no respetan esta forma alternativa de sentir y pensar: “Gran parte de la población neurodivergente tiene retos sensoriales que no se contemplan en estas actividades. Se justifica como conducta: el niño no quiere, el niño rechaza o el típico el niño tiene rabietas cuando... Es muy común confundir sobrecarga sensorial y colapsos con conducta y educación. Y es injusto. Los niños que, por ejemplo, tienen hipersensibilidad auditiva o táctil pueden tener desafíos tanto para comer ciertas texturas como para relajarse o mojarse la camiseta en una batalla de agua”. Para Rocío Cano, con este tipo de actividades estandarizadas que no tienen en cuenta las necesidades de estos niños “no se apuesta por la diversidad, de hecho, se apuesta más por la segregación”. “En cuanto te sales de la norma, ya sea por arriba o por abajo, el sistema lo entiende como algo negativo, cuando es todo lo contrario. La sociedad es diversa, todas somos diferentes. Fomentar y enriquecernos con la diversidad es lo que realmente se debería hacer”, argumenta.

Y señala: “Tenemos cada vez más diagnósticos, no es que cada vez haya más niños autistas o personas neurodivergentes, es que cada vez hay más accesibilidad a los diagnósticos”. Tal vez por eso en la actualidad ya hay grandes superficies y supermercados que están poniendo en marcha las llamadas horas low, una hora diaria en la que los locales tienen una luz más tenue y no hay tanto ruido para no contribuir a la sobreexcitabilidad de las personas neurodivergentes. Para Cano esto puede ser un lavado de cara, porque “quién va a comprar en pleno mes de julio y agosto de tres a cuatro de la tarde. Realmente eso no es inclusivo. Si se quiere que sea inclusivo, se ponen otras medidas de adaptación y, desde luego, otros horarios, por ejemplo, a primera hora de la mañana o última de la tarde”. Bea Sánchez está de acuerdo: “Por un lado, agradecemos la visibilización y el comienzo del cambio. Por otro, resulta limitador que te emplacen a horas concretas, no siempre cómodas para las familias. Entiendo que es difícil hacer casar la minoría con la inclusión real”. Ella prefiere hablar de convivir en lugar de incluir “en tanto que se puedan compartir espacios y horas en lugar de seguir separando”. En cualquier caso, no quiere dejar de subrayar el avance que puede suponer iniciativas como esta: “Es un gran paso entender que una experiencia en el supermercado puede dejar sin batería al niño por el resto de la tarde”.

Patricia Menéndez, conocida como Patri Medio Limón en las redes sociales, ya tiene todo organizado para la segunda edición de VeganaGal, una feria de veganismo en Vigo que se celebra del 1 al 3 de julio, con muchas actividades pensadas para los niños y niñas y con iniciativas diseñadas para satisfacer las necesidades y garantizar el bienestar de personas neurodivergentes. “Incluir esto en una feria no es fácil, pero con medidas como horarios, auriculares de cancelación de ruido y alguna cosa más podemos conseguir que todas las personas que acudan a la feria se sientan cómodas”, explica. Habrá también una hora low en la que “las luces estarán más suaves, no habrá show cookings ni charlas y tampoco música”. Y las actividades para los pequeños se situarán en la zona con menos ruido.

Adaptar las actividades de verano para que todos puedan disfrutarlas no tiene por qué ser muy complicado. Bea Sánchez ofrece algunas claves:

  1. Hacerse preguntas clave: “¿Podemos trabajar esto de manera que sea menos abrumadora para el niño? ¿Es este el mejor lugar para esta actividad?”. “A veces cambiando solo el entorno, cambiamos la disposición del niño: interior o exterior, eco de sala, luz e incluso número de otros niños pueden estar influyendo”.
  2. Crear un vínculo con sus intereses más entusiastas. “Las pasiones de estos niños son valiosísimas, pero tenemos que favorecer el entorno adecuado para que puedan contagiar a sus compañeros de ellas”.
  3. Proteger y respetar su sensibilidad. Para eso hay que conocer su perfil sensorial (“si necesitan movimiento, si se abruman con los sonidos, si necesitan contacto, si tienen desafíos motores, etcétera”) y explicar las actividades con claridad y concreción. “Hagamos saber a los niños por qué hacemos las actividades (significatividad), cómo se desarrollarán (instrucciones adaptadas) y qué pueden esperar (expectativas)”, detalla Sánchez.
  4. Tener bien claro que “no todos los niños se sienten cómodos en estas actividades y no ganamos nada con obligarlos”.
  5. Monitores que sean un ancla y respeten la individualidad de los neurotipos.

En resumen, concluye por su parte Cano, “debería haber monitores especializados y abogar por esa diversidad real que nos enriquece a todas”.

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