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Por qué no es buena idea ser el profesor de tu hijo en casa

Las expertas recomiendan 10 minutos diarios para hacer la tarea por año de vida escolar desde primero de Primaria y supervisar a los pequeños sin presionarles para evitar conflictos

Educacion niños
Un alumno de Primaria hace los deberes de la asignatura de Inglés con varios libros y un ordenador.Eduardo Parra (Europa Press)

Los padres multifunción pueden caer en el error de asumir roles que no les corresponden, como en el caso de ser profesores de sus hijos en casa. Sin embargo, sobrepasarse con el papel de enseñar contenidos curriculares a los hijos en casa, desde la presión y la competitividad, genera niños estresados y conflictos. Conviene no perder de vista el hecho de que “ser padres conlleva implicaciones de mayor tiempo de dedicación y enjundia que no conviene mezclar con convertirse también en profesores de los hijos tras la jornada escolar. El hacerlo, conlleva debilitar la autoridad, conocimientos y experiencia del profesor. Con esta actitud, a la larga, los niños desestiman el mando de los padres porque han abarcado áreas que no les correspondían”, explica Pilar Muñoz, psicopedagoga.

Cuanto más nivel formativo de los padres, mayor exigencia con los hijos

Es habitual que los progenitores con más formación académica tiendan a asumir en mayor medida el rol de profesores exigentes con sus hijos. “En general, los padres universitarios son más invasivos, porque consideran que saben más que el maestro. Por otro lado, las expectativas rígidas llevan a los padres a estar hipervigilantes con el rendimiento escolar de sus hijos y el sentido de la competitividad crea altas expectativas con ellos para que superen el nivel que corresponde a su grupo escolar”, añade Muñoz.

Los prejuicios a la hora de establecer arquetipos pueden complicar la situación con respecto a compaginar la educación en casa con la formación escolar. Conviene descartar valoraciones como que “los profesores no saben; que los padres son muy listos o que los niños son peores que en generaciones anteriores, ya que se genera un triángulo vicioso. La inversión y aceptación de roles que no corresponden puede acarrear verdaderas guerras campales para hacer los deberes en casa, con las que nadie sale beneficiado”, afirma Muñoz, que recomienda varias pautas para evitarlo, como:

  1. Habilitar un tiempo y espacio fijos y libres de tensión para que los niños realicen sus tareas escolares desde corta edad con el objetivo de que asienten la rutina de realizar actividades sedentarias.
  2. Ajustar el tiempo de dedicación a los deberes según la edad del niño. Lo recomendable son diez minutos por año de vida escolar. De forma que, en primer curso de Primaria, se asignen solo diez minutos diarios y se aumente cada curso la misma cantidad de tiempo, porque a partir de esos minutos, el niño pierde la atención y no hay rendimiento.
  3. Disminuir las actividades extraescolares, porque no es recomendable que un niño tenga una agenda demasiado apretada, que derive en estrés.
  4. Reducir la cantidad de deberes, lo que se debería fomentar desde el propio centro escolar.
  5. Facilitar la autonomía del niño. De modo que, si ha hecho las tareas en clase y los conceptos están comprendidos, necesitará dedicarle poco tiempo en casa.
  6. Garantizar un buen comienzo y un mejor final. Es recomendable hablar con los niños cuando llegan a casa sobre los deberes que tienen para ese día, supervisarles sin presión y preguntarles si necesitan ayuda. Hay que evitar borrar lo que han hecho mal y nunca hacer su tarea los adultos, porque el profesor puede tener una percepción errónea sobre la evolución del aprendizaje del alumno.
  7. Evitar sobrepasar el rol de padres para poder discernir si el niño realmente necesita ayuda con su tarea escolar o se trata de una actitud de protagonismo y de comodidad por parte del pequeño.
  8. Aprovechar las nuevas tecnologías para mantener una comunicación fluida con los profesores y saber a través del correo electrónico u otro tipo de aplicaciones sobre cuestiones, como la asistencia del alumno a las clases y otro tipo de actividades del centro escolar.
  9. Evitar comparaciones, murmuraciones y juicios del colectivo de los padres hacia los profesores, porque perjudica el vínculo entre el profesor y el alumno.
  10. Evitar profesores particulares durante el ciclo de Primaria, porque se refuerza que el niño eluda la responsabilidad de hacer el ejercicio de comprensión en el colegio y de preguntar al profesor, ya que se lo van a explicar en casa.

La importancia de seguir las indicaciones del maestro de los niños

Aceptar el rol del profesor como autoridad en su campo profesional es clave para que los padres eviten funciones que no les corresponden. “Para educar a un niño hace falta una tribu. Todos los que le rodean deben cooperar y no competir para ayudar a que el niño crezca equilibrado, sano y feliz. Siempre que los padres sean capaces de hablar con el maestro y dejarse guiar por él, no tiene por qué haber ningún tipo de presión en el apoyo desde casa a la tarea escolar. Muchas veces, el conflicto está en que los padres no piden las directrices del maestro o no las siguen”, comenta Carmen Sánchez, psicóloga clínica.

Evitar la competitividad con el profesor de los niños previene tensiones y discrepancias con respecto a la actitud de los hijos frente a sus obligaciones escolares en casa. Por ello, es fundamental que los padres “nunca rivalicen con el profesor ni le quiten autoridad. En caso de que hubiera alguna divergencia, conviene tratarla personalmente con el maestro, sin implicar al niño. Cada vez que los adultos cooperan, respetan y valoran, ayudan al niño a hacer lo mismo. Los pequeños siguen los patrones que les planteamos, pero, a veces, les dejamos modelos demasiado abiertos o muy cerrados con los que el niño no puede desarrollarse de manera satisfactoria”, añade Sánchez.

Consecuencias de ser padres y profesores

Cuando los progenitores se convierten en los profesores de sus hijos, hay riesgo de que se produzcan situaciones de exigencia con las que el niño “se sentirá mal por no poder cumplir con las expectativas de sus padres. Estos, a su vez, pueden experimentar cierto grado de decepción si su hijo no entiende o no resuelve bien la tarea escolar. Por un lado, pueden pensar que no es lo suficientemente inteligente o capaz; y eso, a algunos, les duele. Por otro lado, pueden creer que ellos no son capaces de ayudarle bien. Y, a menudo, están en lo cierto. Supongamos algo tan simple como hacer restas. Ahora, ya no se enseña a restar de la misma manera que antes, por lo que puede ser contraproducente interferir en la metodología de la escuela”, concluye Carmen Cabestany, profesora de secundaria y presidenta de la Asociación No al Acoso Escolar (NACE).

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