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Amor adolescente: una guía para los padres

La escucha activa y la empatía son las dos grandes habilidades que los progenitores tienen que desarrollar para abordar los temas que les pueden preocupar y ocupar a sus hijos

Un chico le da un ramo de flores a una chica.
Un chico le da un ramo de flores a una chica.Valerii Honcharuk (Getty)

Hubo una época en la que los bancos de las calles, las plazas o los parques de las ciudades o los pueblos servían para gritar a los cuatro vientos lo que “se sentía” por otra persona. Grandes corazones atravesados por una flecha, con el nombre de los “enamorados” a cada lado, mostraban, y sobre todo demostraban, el “amor” que David sentía por Susana. Dibujos de lágrimas derramadas en el tronco de un árbol exhibían la profunda tristeza que Elena sentía al no ser correspondida por Javier. O los interiores de las puertas de los lavabos de los colegios o bibliotecas sorprendían con la realización de verdaderas obras de arte, y no tanto, con tal de exhibir que Juan estaba “colado” por Esther. Y además rubricaba la fecha en la que “habían empezado a salir” para darle un carácter oficial y fuera recordado siempre. Con la aparición de las nuevas tecnologías, los chicos y las chicas de la actual generación Z y Alpha han encontrado en los dispositivos móviles otra manera de acercarse a la persona de la que se sienten atraídos y por quien aseguran “estar enamorados”. Ahora los mensajes a través de WhatsApp, Instagram, Facebook permiten la conexión permanente de las jóvenes parejas.

Ondina Vélez Fraga, profesora en la Universidad CEU San Pablo de Fundamentos de Neurociencia, Médico de Familia y Experta en Educación afectivo-sexual, afirma que “la adolescencia es una etapa que se caracteriza por el descubrimiento del entorno y la búsqueda de uno mismo y de los otros. El entorno familiar y cercano ya no es suficiente, y los amigos juegan un papel fundamental”. En esa búsqueda de ser felices, señala esta profesora, “nace el deseo de querer y ser queridos, y aparecen los primeros amores. Ese primer “amor romántico” que en ocasiones ocupa todo su pensamiento. En lenguaje adolescente hablaríamos de “un crush”, ese amor imposible, pero que te ocupa todo el pensamiento”.

Los expertos consideran que el amor adolescente difiere del que siente un adulto debido, principalmente, a las circunstancias que rodean a cada uno de ellos. Vicente Prieto Cabras, psicólogo, señala que “un adulto valora aspectos como la atracción física, proyecto de vida en común, nivel económico, compatibilidad o incompatibilidad en la convivencia, toma de decisiones sobre si tendremos hijos o no, o dónde vivir. En definitiva, hay más exigencia. Viven de otra manera la comunicación, el intercambio afectivo y la realización de actividades gratificantes de manera conjunta”. Mientras en el adolescente los criterios a valorar son diferentes porque se encuentran en un momento evolutivo y con unas necesidades distintas a las del adulto. “Para ellos, el enamoramiento es un descubrimiento extraordinario. Al mismo tiempo que tienen que aprender a relacionarse con sus iguales de otra manera, aparecen los primeros complejos por los cambios físicos, intentan asumir las nuevas responsabilidades y dan mucha importancia al sentimiento de pertenencia al grupo, con sus decepciones y frustraciones provocadas por cómo se relacionan. El amor es fundamentalmente pasional, de fuerte atracción física”, sostiene este psicólogo.

Pero, el amor adolescente o juvenil va más allá del puro encuentro sexual, aunque indudablemente juega también un papel importante. La experta en Educación afectivo-sexual sostiene que “el cerebro adolescente se caracteriza por estar en una etapa intensa de maduración, en parte provocado por la influencia hormonal sobre las distintas áreas cerebrales. En esta etapa hay un desequilibrio entre la zona límbica, responsable de las emociones, y la zona prefrontal, responsable del “control”. Por eso, los adolescentes muchas veces parecen descontrolados y acelerados… Están aprendiendo (y muchas veces, no saben parar)”. En ocasiones, continúa esta especialista, “la razón de tener una pareja a estas edades tiene como objetivo la aceptación por parte del grupo, ya que se considera un signo de éxito o, simplemente, se hace para probar nuevas experiencias”.

Durante la adolescencia y la juventud, el acompañamiento de los padres y las madres en los “enamoramientos” de sus hijos es una labor necesaria. Una comunicación que suele debilitarse conforme los hijos maduran, dado que empiezan a ganar peso la relaciones e influencias de los iguales. Para facilitar el diálogo entre padres e hijos en este tema, y mejorar la comunicación entre ambos para conseguir que los adolescentes compartan sus experiencias -la consecuencia de no hacerlo no tiene que ser negativa-, es imprescindible, según Vicente Prieto Cabras, “escuchar sin juzgar, no prohibir, respetar y acercarse a ellos y ellas desde el entendimiento. La escucha activa y la empatía son las dos grandes habilidades que los padres tienen que desarrollar para abordar los temas que les pueden preocupar y ocupar a sus hijos e hijas. Escuchar mucho y hablar poco”. Además, Ondina Vélez Fraga apunta que, en ese acompañamiento de los progenitores a sus hijos e hijas, “es fundamental tratar estos temas de una manera abierta en las casas. La cuestión del amor, la amistad y la sexualidad, así como enseñar a relacionarse sin ser coaccionado, se debe enseñar de una manera paulatina y desde que los niños son pequeños. El lugar por excelencia para aprender es la propia familia, y sobre todo se aprende por “ósmosis”, observando las relaciones que establecen los padres”. E insiste en que “a partir de los 10 años este tipo de conversaciones deben ser más explícitas y atendiendo más a las preguntas que ya empiezan a surgir. Es importante dejar espacios para que puedan preguntar”.

El papel del adulto es esencial para evaluar los posibles riesgos a los que sus hijos pueden verse avocados porque, a veces, “el aspecto sexual se les presenta solo como parte de un juego, sin ninguna consecuencia”, afirma Ondina Vélez Fraga. Sin embargo, continua esta profesora en la Universidad CEU San Pablo de Fundamentos de Neurociencia, “las experiencias sexuales sí que tiene consecuencias. La vivencia positiva de la sexualidad es muy satisfactoria y hace crecer a las personas; sin embargo, una sexualidad mal planteada hace polvo. Las recomendaciones internacionales de ONUSIDA para los jóvenes consideran conveniente retrasar el inicio de las relaciones sexuales. Un inicio precoz, así como un mayor número de parejas, incrementa el riesgo de infecciones de transmisión sexual, así como de embarazo en la adolescencia y juventud”, asegura esta experta.

Los expertos también valoran la utilización de los dispositivos y el uso de las distintas aplicaciones como herramientas que facilitan el inicio de contactos y relaciones íntimas. Para Vicente Prieto Cabras “es inevitable que no sea de esta manera”. Pero, esto, en su opinión, supone “contactar con un número mayor de personas. Eso, en algunos casos, puede facilitar ampliar el círculo social y encontrar personas afines. Pero también conlleva muchos riesgos, ya que a través de las redes sociales se pierde mucha información importante sobre la persona, cómo se relaciona con el entorno, el lenguaje corporal, la comunicación no verbal. Y, por otra, se desaprovecha la posibilidad de desarrollar habilidades sociales a la hora de relacionarse con una persona que les atrae. Por no hablar de la inseguridad que siempre existe de si realmente la persona con la que has conectado o lo que ves en sus redes sociales se ajusta a como es en realidad”.

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