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David Lozano, escritor: “Vivir bajo el mismo techo no garantiza compartir la realidad de tu hijo adolescente”

El escritor zaragozano ha ganado por segunda vez el Premio Gran Angular con la novela ‘Intruso’, una historia juvenil donde aborda temas como el acoso, los delitos cometidos por menores y las segundas oportunidades

David Lozano
El acoso, las redes o la homofobia son los temas principales de 'Intruso', la nueva novela de David Lozano.

Al escritor David Lozano (Zaragoza, 49 años) le apasiona el suspense. Sus lectores son adolescentes, lleva años escribiendo para ellos y sus historias hablan de emociones intensas como el dolor o la muerte, según explica el autor a EL PAÍS poco después de conocer que ha ganado por segunda vez el Premio Gran Angular, entregado anualmente por la Fundación SM —y creados en 1978 para promover la creación literaria destinada a niños y jóvenes—, por Intruso (SM, 2024). La primera vez fue en 2006, con la novela Donde surgen las sombras (SM), otro thriller trepidante. Él dice sentirse a gusto en el género de la literatura juvenil.

El acoso, las redes o la homofobia son los temas principales de su nueva novela, en la que utiliza el ritmo de la narración para enganchar al lector desde el primer capítulo. Pero, sobre todo, lo que Lozano ha buscado es que tanto jóvenes como adultos hablen de las segundas oportunidades. Algo que ya deja claro desde la dedicatoria: A quienes están dispuestos a jugar la partida a pesar de sus malas cartas”. “Es muy fácil que te vaya bien con según qué punto de partida y ese es uno de los descubrimientos de la novela, el de que no todos jugamos en la misma liga y con las mismas cartas”, sostiene el autor.

PREGUNTA. Para usted, Intruso es una novela comprometida. ¿Por qué?

RESPUESTA. Porque aborda temas como el tabú de los delitos cometidos por menores. Porque pone encima de la mesa el debate sobre cómo reaccionar cuando un menor hace algo que uno no espera y hace daño a otra persona. En esta novela vemos diferentes perfiles. El que hace algo malo es de los que llamaríamos de buena familia, donde ha tenido cariño. Y la persona que vemos más empática, más buena, es un chico que ha tenido una vida difícil, conociendo la realidad de entornos conflictivos como un centro de menores. Aquí entra el tema de las oportunidades, un asunto delicado, y la novela lo habla, no lo oculta. Cuando un chico hace algo malo, ¿es malo? ¿Tiene solución? ¿Se puede perdonar? ¿Puede recuperar su vida?

P. Son temas muy cercanos a la realidad de los adolescentes.

R. Absolutamente. Ellos viven su realidad y pasan muchas cosas que, a veces, los que menos lo ven son los que están más cerca. Cuando salta la bomba de que ha ocurrido algo malo y mi hijo o mi hija está implicado es: “¡Dios mío! Imposible”. Hay una cierta ceguera, no querer ver. A ellos les interesa el mundo al que pertenecen y cuando pasan cosas en un centro escolar, es su realidad. Los recreos, el patio, las clases, los paseos, el sábado… Es su mundo y, a veces, su mundo está a nuestro lado, pero, como adultos, nos hemos ido alejando y no quedan tan a la vista esos temas.

P. ¿Es una novela que deberían leer también los adultos?

R. Sí, porque al final la reflexión se puede aplicar para todos. Por ejemplo, si un adulto va conduciendo, se ha despistado porque ha mirado el móvil y atropella a un niño y lo mata. Uno puede cometer errores y eso te arruina la vida. En la novela se habla de un acontecimiento que es intrínsecamente malo. Los chicos implicados han actuado mal, pero no tenían la intención y a los adultos les pasa lo mismo.

P. Se dice que la literatura juvenil es literatura menor, pero se tratan temas muy importantes que cuesta hablar con los menores.

R. La sobreprotección hacia los menores nos lleva a que cuando intuimos algo que no nos va a gustar, como adultos, apartamos la mirada. Eso no resuelve nada. Hay que hablar de todo con los hijos. De las noticias, de las cosas que ocurren, y hay que estar atentos. Por eso leer este tipo de novelas acerca la realidad de los jóvenes a la realidad de los padres y de las familias. Vivir bajo el mismo techo no garantiza compartir la realidad. Puede estar durmiendo en su habitación a un metro, sí, pero se mueve en un mundo que a lo mejor no está tan cerca del nuestro.

P. ¿Quién es el lector potencial de esta novela?

R. A partir de los 13 o 14 años, y no puedo poner más límites porque es una historia que, por lo que trata, interesa a jóvenes y adultos. Es verdad que hay que tener cierta madurez para abordar ese dilema moral de lo que está bien y de lo que está mal. Porque, además, me interesa poner encima de la mesa ese tema para que cada uno opine: ¿crees que tiene derecho a rehacer la vida o no? Pero insisto, en la novela no se suaviza lo mal que está lo sucedido y se dice que está mal y hay que pagar, pero detrás hay un error.

P. ¿Qué van a descubrir sus lectores?

R. Está escrito con un ritmo narrativo para que ellos puedan sumergirse en la historia de una manera atractiva, casi de thriller. Llevo años escribiendo para jóvenes y ya sé qué registro debo utilizar. El descubrimiento de esta novela, sobre todo, es apartarse del maniqueísmo, es decir, que están acostumbrados a una narrativa en la que es muy fácil distinguir lo bueno de lo malo. Es todo tan puro que no es real y el mundo no es así, muchas veces nos movemos en una escala de grises. El descubrimiento de esta novela es que no lo van a tener fácil para identificarse.

P. ¿Qué ha descubierto sobre los centros de menores y los menores que están allí con su trabajo de investigación para esta novela?

R. He hablado con los profesionales, pero no he tenido contacto con los internos, eso es más delicado. Me ha estado asesorando un trabajador social y una psicóloga, y lo que he descubierto es que, en el fondo, la mayor parte de los perfiles que viven esta realidad no han tenido oportunidades. Es verdad que la vida te marca mucho el rumbo. Igual que se habla que falta mucha atención para la salud mental, creo que hay que seguir trabajando en la protección de nuestros menores, de todos los menores que no cuentan con una red con la que deberían contar. Y los profesionales que he visto lo dan todo para que salgan adelante, para que tengan oportunidades en el futuro.

P. Ha ganado dos veces el Premio Gran Angular. ¿Se siente a gusto en la literatura para adolescentes?

R. Sí. Los adolescentes tienen un inconveniente: son tan impacientes para todo que son jueces muy severos. Si a la segunda página lo dejan, esa impaciencia les hace perderse cosas, pero, al mismo tiempo, cuando una historia les convence la viven con una pasión que los adultos hemos perdido. Cuando recibo sus correos haciéndome comentarios sobre las novelas, sobre cómo has podido matar a este personaje, me digo: “Qué maravilla, así hay que leer.” Su capacidad de soñar, de imaginar, de sumergirse en la historia es brutal y eso para el autor es un privilegio. Pago el precio de que son jueces muy severos, muy impacientes, pero a cambio la forma que tienen de vivir las historias es maravillosa.

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