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Carmen Osorio, periodista: “Es difícil que a los niños no les afecten las opiniones de otros y las vidas idílicas que ven en internet”

La autora del blog ‘No soy una drama mamá’ e ‘influencer’ de maternidad comienza un nuevo proyecto: ‘Adictos a la tecnología’, una plataforma en la que se aborda la adicción de los preadolescentes y adolescentes a las pantallas

Carmen Osorio
La periodista Carmen Osorio.ESTHER PEREZ

Hace ya casi unos 15 años internet también ardía, pero no por las redes sociales, porque estas apenas estaban comenzando. Lo hacía con un curioso fenómeno como fue la proliferación de los blogs. La blogosfera abarca todo tipo de temáticas y la de la maternidad es una de ellas. Había cientos de espacios que nacieron y murieron sin pena ni gloria y hubo algunos que recibieron el cariño y acogida del público y derivaron incluso en un libro. Uno de ellos fue el de No soy una drama mamá, escrito por la periodista Carmen Osorio (Gijón, 40 años).

La periodista fue haciendo crecer su blog conforme iba aumentando su familia. Primero fueron tres niños y, de pronto, el anuncio de que en el cuarto embarazo estaba esperando a la ansiada niña por todos. Pero la vida tenía otros planes y le hizo pasar a Osorio la peor experiencia de su vida: descubrir en consulta, a los seis meses de gestación, que su hija no tenía latido y tenía que parirla sin vida. Algo que narró sin ocultar ni su desgarro ni el dolor, pero sin regodearse en él.

“Perdí una hija, parí una hija que había fallecido, es algo muy fuerte y complicado de digerir y superar. También ayudó el hecho de que el tiempo hace su función de mitigar el dolor”, explica la periodista. Osorio añade que, por ejemplo, Instagram —red social en la que tiene más de 144.000 seguidores— le sirvió para darse cuenta de que lo que le había pasado era algo más frecuente de lo que pensaba: “Me dio la oportunidad de visibilizar lo que estaba sintiendo porque yo necesitaba contar que estaba mal, que no quería prisas ni aparentar que podía seguir como si nada. Pero es verdad que, aliviar como tal, quizás no lo hizo”.

Que una influencer de la maternidad diera visibilidad a un hecho que sucede más de lo que muchos se imaginan hizo mucho bien a muchas mujeres que habían pasado por lo mismo que ella. Meses más tarde, llegó otro embarazo que Osorio vivió con bastante miedo, como es lógico. Sintió tanto temor que por no saber no quiso ni conocer el sexo. Finalmente, fue una niña. Su nombre, Aurora. “Tuve muchos miedos cuando nació la pequeña y aunque no soy una madre sobreprotectora, es verdad que con ella he creado un vínculo más potente, quizás porque en el embarazo no me permití conectar”.

Tras esta experiencia, dejó morir No soy una drama mamá, sobre el que llegó a publicar un libro del mismo nombre, y dio el salto a una web donde habla de maternidad, moda, belleza o viajes. En la actualidad, está muy ocupada ampliando el proyecto Adictos a la tecnología [se inauguró en abril de este 2023], en el que aborda un problema real: la adicción de los preadolescentes y adolescentes a las pantallas. Desde la plataforma, Carmen Osorio, que esta semana presenta su ponencia sobre tecnología e infancia Móviles en manos pequeñas el gran Desafío tecnológico en el V Congreso Internacional Montessori, asesora, junto a un servicio de psicología, a padres y madres en el buen uso de internet, respondiendo a dudas como: ¿Te preocupa el tiempo que pasa tu hijo frente a una pantalla? ¿Notas que tiene cambios de humor? ¿Estás perdido porque no sabes qué contenidos puede ver ni conoces las plataformas que usa?

PREGUNTA. ¿Cómo surgió Adictos a la tecnología?

RESPUESTA. Llevo más de 10 años haciendo contenido en internet; he visto la cara A y la B de todo este mundo, yo misma he tenido que ponerme límites al ver que me comían las horas delante de una pantalla, también he visto cómo cambian algunas personas cuando van teniendo repercusión… Una serie de cosas que me llevaron a estudiar en 2022 un Curso de Experto Universitario en Adicción a Nuevas Tecnologías, que dio respuesta a cosas que yo había visto y había vivido. Y por eso decidí preparar este proyecto para ayudar a padres y madres a que sus hijos empleen las pantallas adecuadamente y que los adultos conozcan el entorno en el que se están moviendo los menores en la actualidad.

P. ¿Qué tuvo en cuenta a la hora de organizarlo?

R. Sobre todo me pregunté qué hacía mal. Y, de repente, me vi contestando mensajes privados en Instagram o comentarios en el blog hasta las dos de la madrugada porque entendía que debía hacerlo. Tuve que aprender a ponerme límites, me di cuenta de que no podemos normalizar estar conectados todo el día, ni contestando a todo el mundo cada vez que nos escriben… Y si esto me pasó a mí con 30 y pico años, ¿cómo no va a pasar a menores en pleno desarrollo?

P. ¿Este sobreúso afecta más a niños y adolescentes?

R. Es muy difícil que no les afecten las opiniones de otros en redes, las vidas idílicas que ven en internet. Es imposible que se puedan autorregular con esos estímulos constantes a los que están sometidos… Todas estas plataformas, videojuegos… están pensados para que pases la mayor parte del tiempo en ellos, cada minuto que estás ahí ganan dinero. Si a eso le sumas la poca tribu que hay, que los niños juegan menos en las calles, que las familias son más pequeñas, que vale más el tener que el ser… pues tienes a niños enganchados a todo esto cubriendo vacíos.

P. ¿Los padres lo están haciendo fatal?

R. Pues me temo que sí. Un estudio de Unicef hecho en España en 2022, en el que participaban 50.000 menores de entre 11 y 17 años, reveló que solo un 13% de los padres supervisaba el contenido que sus hijos consumen en los dispositivos. ¿Cómo es posible que algo que da acceso a todo tipo de contenidos y que se sabe que está causando problemas sea algo de lo que no nos estemos preocupando? Lo estamos haciendo mal cuando nuestros hijos, delante de nuestras narices, están usando plataformas que no pueden usar hasta edades superiores. Es como si se ponen a beber alcohol delante de nuestras narices y no decimos nada. Y luego el ejemplo que damos. Así que, por desgracia, lo estamos haciendo mal. No podemos seguir ignorando los efectos que tiene para la salud mental de los menores.

P. ¿Ha aprendido mejor cómo manejar internet según sus hijos iban creciendo?

R. Mucho, he cambiado, sobre todo, en dos aspectos. Uno, que he ido aprendiendo cosas que, obviamente, hace 10 años, ni me paraba a pensar. Por ejemplo, hace ocho, con toda la inocencia del mundo, yo podía subir una foto de mis niños con el uniforme del cole. Eso es algo que ahora jamás haría. Son cosas que, en parte, he ido aprendiendo por la repercusión que he ido teniendo. Cuando tienes un blog que leen cuatro gatos o una cuenta de Instagram con 1.000 seguidores, no te paras a reflexionar en eso. Y, sin embargo, cuando tienes más alcance, vas filtrando más. De cualquier manera, lo que sí ha sido un paso natural es que, cuando mis hijos han pasado cierta edad, han ido desapareciendo un poco. Es decir, pasados los años de crianza, de una forma natural y no creída, iba dejando de contar anécdotas porque ya iban configurando sus personalidades. La segunda cosa que ha ido modificándose es que, a medida que vas creciendo y tienes más repercusión, por desgracia, pierdes algo la naturalidad, porque cada cosa que dices se mira al detalle y te pueden caer tortas que, sinceramente, no apetecen. Y eso que yo sigo siendo bastante espontánea y sigo denunciando situaciones o cosas que no me gustan. Pero sí, algo de autocensura te impones.

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