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Niños con TOC: “Si los padres detectan que su hijo sufre al no hacer un ritual inocente deben activar las alarmas”

La psicóloga Nieves Álvarez, fundadora de la Asociación TOC Madrid, detecta trastornos obsesivo-compulsivos cada vez en niños de menor edad. Los efectos de la pandemia y factores como tener unos padres extremadamente protectores o muy exigentes pueden intervenir en su desarrollo

Nieves Alvarez TOC niños
Nieves Álvarez es terapeuta y especialista en trastorno obsesivo-compulsivo.Asociación TOC Madrid,

Cuando todavía estamos haciendo inventario de los restos del naufragio que ha dejado la pandemia, un hecho que empieza a llamar con fuerza la atención de los profesionales de la salud mental es la existencia de trastornos obsesivo-compulsivos (TOC) entre niñas y niños en edades cada vez más tempranas. La psicóloga Nieves Álvarez (Madrid, 54 años), fundadora de la Asociación TOC Madrid, es una de las mayores conocedoras en España de esta patología, que suele aparecer en la infancia y que se estima que afecta a cerca de un 2,5% de la población menor de 14 años.

“Es cierto que desde la covid acuden a nuestra consulta más niños y más adolescentes que antes”, afirma Álvarez. “Cuando comencé a especializarme en TOC, mi paciente más pequeño tenía nueve años. Hoy tenemos unos cuantos críos de cinco años en consulta”. Quizá la mejor forma de comprender el porqué de esta situación sea empezar por contextualizar.

PREGUNTA. ¿Qué es el TOC?

RESPUESTA. Por definición, el TOC es un trastorno que suele producirse como consecuencia de un suceso estresante puntual o de algún estrés mantenido en el tiempo, y que se caracteriza por la aparición de pensamientos intrusivos y persistentes que generan un enorme malestar a quienes los experimentan. Ello desemboca en conductas irracionales y reiterativas, que es lo que conocemos como compulsiones: lavarse las manos reiteradas veces, tocar o colocar los objetos, repetir mentalmente ideas… Por lo general, este tipo de pensamientos recurrentes —que, dicho sea de paso, son más comunes de lo que la gente cree— suelen ser más fáciles de controlar entre los adultos, sencillamente porque durante la propia experiencia vital se van adquiriendo estrategias y herramientas para conseguirlo. Sin embargo, los niños no suelen tener recursos consolidados para combatir las fantasías negativas. De ahí que sean una presa fácil para el TOC.

P. Y no se puede decir que la pandemia haya ayudado mucho a eliminar de sus cabezas esos pensamientos intrusivos a los que hacía referencia, ¿no es así?

R. Todo lo contrario. Desde marzo de 2020 y hasta hace bien poco han estado escuchando a diario frases del tipo: “No toques eso”; “No te quites la mascarilla”; “Lávate las manos” o “No des besos a los abuelos”. Durante los últimos dos años y pico han tenido una sensación de peligro mucho más intensa que otros niños de la misma edad en épocas anteriores, y eso ha sido terreno abonado para el TOC. Además, ya no eran miedos irracionales los que les rodeaban, sino peligros mucho más reales y tangibles. Esto, unido a la incertidumbre que podían percibir en casa, los nervios o la falta de información, les ha llevado en ocasiones a lidiar con situaciones para las que no estaban preparados.

P. ¿Se podría hablar entonces de una relación directa entre esta realidad que expone y el hecho de desarrollar un trastorno obsesivo-compulsivo?

R. Hay que aclarar que para desarrollar un TOC se debe partir de una base de personalidad muy sensible ante los miedos. Está claro que hay predisposiciones biológicas y genéticas, pero también las hay ambientales. Por la forma de ser de un niño ciertos pensamientos intrusivos podrían provocarles determinadas reacciones. Si además a su alrededor existen factores ambientales, como unos padres extremadamente protectores, o muy exigentes, o muy críticos, o con grandes valores morales, ese menor tiene muchas posibilidades de desarrollar un TOC a corto o medio plazo. Hay que tener en cuenta que esta patología es una gran neurosis que, muchas veces, viene aprendida de los progenitores que, en ocasiones, les transmiten a sus hijos que el mundo es un lugar peligroso y que hay que mantenerse a salvo. ¿Y qué es el TOC sino un mecanismo que nos ayuda a mantenernos a salvo ante una amenaza, aunque esta no sea real?

P. ¿Qué rasgo deberían tener en cuenta las madres y los padres para saber detectar en sus hijos e hijas un TOC de manera temprana?

R. Antes de nada debemos saber que todos los niños pasan por una fase de supersticiones a lo largo de su desarrollo. Es aquello de dar cuatro veces las buenas noches a mamá y otras cuatro a papá, por ejemplo. Eso forma parte de lo normal y hay que saber relativizarlo. Sin embargo, el momento en el que se detecte que el niño experimenta sufrimiento cuando no hace ese ritual inocente es cuando hay que activar la alarma. No es normal que un niño o una niña experimenten una ansiedad no relacionada con estímulos reales; eso es algo propio de los adultos. Otro rasgo característico es el que muestran aquellos críos que son especialmente controladores de su entorno, los que preguntan mucho a sus padres y a sus madres qué van a hacer a cada momento, por ejemplo, o los que muestran cambios radicales en actitudes que antes eran normales; niños que no quieren salir a la calle o que no quieren ver a sus amigos.

P. Y, ante la sospecha, ¿qué deben hacer los padres y las madres? ¿Por dónde se empieza a atajar un TOC infantil?

R. Pues considero que tan importante es para madres y padres poner a sus hijos en manos de profesionales como hacer un ejercicio de autoexploración y valorar en qué medida pueden estar ellas y ellos propiciándolo. Es verdad que los progenitores están ahora más pendientes de los aspectos psicológicos de sus hijos de lo que lo estaban años atrás, pero también lo es que cuando una niña o un niño muy pequeño acude a terapia por un TOC hay que trabajar casi más con los adultos. La mayoría de las veces, cerca de un niño o una niña con TOC hay un familiar adulto con algún problema de salud mental, diagnosticado o no.

P. ¿Tiene cura el TOC?

R. Aunque los profesionales tendemos a decir que es un trastorno crónico, lo cierto es que se han dado casos de remisión total. De hecho, en menores se estima que hay una tasa de curación en torno a un 40%, mientras que en adultos es de un 20%. Sin embargo, en ocasiones, esos factores ambientales tóxicos que mencionábamos antes son los que no permiten esa remisión completa porque, de forma inconsciente, tienden a retroalimentar el trastorno. Por eso, desde la psicología, tendemos a hablar de aprender a gestionar los síntomas de manera que interfieran lo menos posible en el día a día de los y las pacientes más que de cura.

P. La creencia más extendida, por lo menos en lo que tiene que ver con adultos, es que para llegar a la cura de un TOC es necesaria la combinación de terapia y medicación. ¿En los niños también es esta la fórmula más adecuada?

R. Desde mi punto de vista, medicar un sistema nervioso en desarrollo, como es el de un niño, es algo poco recomendable. Es verdad que hay casos en los que la ansiedad es tan grande que no queda otro remedio, pero, por regla general, yo sería cauta. Creo que haciendo un buen trabajo conjunto con niños, padres y madres debería ser suficiente. Los críos son como esponjas, responden muy bien a las terapias porque absorben todas las instrucciones de los terapeutas y las acatan hasta interiorizarlas por completo.

P. ¿Una frase final que ilustre esta relación entre TOC y niños cada vez más pequeños?

R. La salud mental también es cosa de niños.

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