‘Filonimal’: la colección que acerca a los niños a las grandes preguntas de la Filosofía
La escritora y profesora francesa Alice Brière-Haquet es la responsable de 11 volúmenes por los que transitan Hobbes, Kant, Diógenes o Heidegger, demostrando que es un mito que el pensamiento crítico sea complejo e inaccesible para los menores


La parábola del puercoespín, del filósofo Arthur Schopenhauer, es una metáfora que, a modo de fábula, describe de forma muy visual a través de una comunidad de puercoespines la complejidad de las relaciones humanas, que muchas veces requieren de un delicado equilibrio entre distancia y cercanía para funcionar mejor. Cuando escuchó esta parábola, la escritora y profesora francesa Alice Brière-Haquet lo vio claro. “¡Pero si esto es literatura infantil! Los personajes, el tema, las imágenes… ¡Todo estaba ahí!”, afirma que pensó. Este descubrimiento le llevó a buscar si había otras historias de este tipo en la filosofía y, para su sorpresa, encontró muchas.
Así nació Filonimal, una colección de pequeños libros, preciosista en su concepción y diseño, rítmica y musical en su escritura, que de manera casi minimalista recoge a modo de fábulas algunas de las ideas de los grandes maestros de la historia de la Filosofía. La colección cuenta ya en Francia con 11 volúmenes por los que transitan Hobbes, Kant, Diógenes o Heidegger, cuyas teorías se acercan a niños y niñas demostrando que aquello de que la Filosofía es compleja e inaccesible es un mito.
“En realidad, lo que es complejo es el mundo, no la filosofía; y también todos los comentarios y teorías que han ido surgiendo alrededor de la filosofía. Las grandes preguntas filosóficas nos conciernen a todos y son poderosas precisamente por su simplicidad, porque esas preguntas no esperan respuestas. Son inagotables. Puede parecer un poco inútil, pero, en realidad, los razonamientos nos permiten comprendernos mejor a nosotros mismos y entender mejor lo que nos rodea, incluso en nuestras contradicciones”, reflexiona Brière-Haquet en declaraciones a EL PAÍS.
En España, los libros de la colección Filonimal están siendo publicados por una pequeña editorial barcelonesa, Yekibud, que ya ha lanzado los cuatro primeros títulos, disponibles también en catalán: El Puercoespín de Schopenhauer, El Lagarto de Heidegger, La Mariposa de Chuang Tzu y El cuervo de Epicteto. “Tuve la oportunidad de conocer la colección en la feria de Montreuil, hace tres años, y me enamoré del concepto y del diseño de los libros. Me pareció un acierto enorme acercar la filosofía a los más pequeños con unos libros tan cuidados”, explica Victoria Pazmiño, editora de Yekibud.
Cuando se le pregunta por qué acercar a los niños a la Filosofía desde edades tempranas, Pazmiño no duda ni un segundo: “Porque no hay mayor regalo para un niño o niña que propiciar su pensamiento autónomo, que ofrecerles un espacio —y la buena literatura infantil lo es— donde puedan conectar con el asombro y hacerse preguntas”. Las respuestas, sostiene la editora, son menos importantes, porque, en su opinión, lo esencial es “muscular” la capacidad de cuestionar las cosas: “Detrás de una buena pregunta siempre hay una reflexión previa, interna y profunda”.

“Los niños son unos filósofos malísimos, lo que pasa es que tienen muy buenas preguntas que formular. Las preguntas les salen solas, como comer, jugar o dormir, pero no tienen la formación ni el arte para enfrentar esas cuestiones. Sí que te diría, en cambio, que sus preguntas son un punto de partida para la filosofía, porque nos hacen darnos cuenta de que nunca nos las hemos respondido y de que, incluso, nos las negábamos, que fingíamos que no existían”, respondía en una entrevista en Mamas&Papas el filósofo alemán Wolfram Eilenberger. “Me gusta la idea de integrar las preguntas de los niños, sean existenciales o cotidianas, en el gran flujo de la historia cultural, en aquello que nos hace humanos”, afirma al respecto Alice Brière-Haquet. Para la escritora francesa, lo que caracteriza a los niños es su capacidad de asombro. “Los filósofos conservan esa capacidad. En realidad, creo que no es tanto que los niños sean buenos filósofos, sino que los filósofos han seguido siendo niños”, añade.
Libros que abren puertas a conversaciones entre padres e hijos
La Mariposa de Chuang Tzu lleva a los lectores a preguntarse si lo que viven no es un sueño. ¿Cuántos niños y niñas no se han hecho alguna vez, a su manera, esta misma pregunta? ¿Cuántos no han preguntado alguna vez si son de verdad o son parte de una película, que es otra versión del mismo cuestionamiento? El Lagarto de Heidegger es una invitación a tomar consciencia de uno mismo y de la interconexión con el resto de personas y cosas. El ya citado Puercoespín de Schopenhauer se aproxima a la complejidad de las relaciones humanas. Y El Cuervo de Epicteto es una reivindicación de la sencillez, del desapego por lo material y de la necesidad de preocuparse solo por lo realmente importante. Todos los libros, pero especialmente los dos últimos, son también vehículo para trasladar a los pequeños lectores una filosofía de vida más sosegada y respetuosa.
“Toda filosofía es, en su origen, un arte de vivir. Los filósofos nos dan herramientas para llevar mejor el timón de nuestra vida. No son recetas mágicas, ya que, por desgracia, ellos mismos fueron, a veces, grandes atormentados, pero sí nos ofrecen conceptos, palabras e ideas para afrontar el caos de la vida, tanto en sus pequeñas miserias cotidianas como en sus grandes cataclismos”, reflexiona Brière-Haquet.

Por eso mismo, la escritora francesa considera que Filonimal no es una colección para niños y niñas, sino una serie de libros para leer en voz alta y disfrutar en familia, abriendo la puerta a conversaciones más o menos profundas entre padres e hijos. “Nunca olvido que escribo para lectores que no saben leer. Necesito al adulto: padre, madre, maestro, bibliotecario, cuidador… Cuento con él como un dramaturgo cuenta con quienes pondrán en escena su texto. Y sé que estarán ahí si dejo huecos en mi historia, que esos huecos se convertirán, en efecto, en puertas abiertas a la conversación”, sostiene.
Su opinión la comparte Victoria Pazmiño, que considera que estos textos, a la vez accesibles y profundos, generan muchas preguntas, tanto en niños como en adultos. Lo ideal, para la editora, es que los adultos venzan la tentación de dar respuestas concretas y cerradas a los pequeños lectores. “Lo recomendable sería que permitieran acoger la incertidumbre y las muchas dudas que puedan surgir. Incluso reconocer que, si no se tiene una respuesta clara, también puede ser enriquecedor y divertido para todos”. Según Pazmiño, la chispa de comprensión de algo no tiene por qué aparecer en el momento en que uno se hace la pregunta, ni tampoco tiene por qué ser mental ni verbal, ya que esa chispa también puede ser una sensación corporal: “Luego, la experiencia nos coloca en el lugar para entender lo que hemos leído, conversado, mirado, compartido, soñado, jugado, etcétera. Todo está allí, nos pasa constantemente que de repente decimos: ¡Ah, era esto…!”.
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