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Por qué es importante que niños y niñas no jueguen separados

La segregación en el juego no viene de nacimiento y tiene su origen en la socialización de género. Los menores crecen relacionándose de forma distinta, y el problema no es la diferencia, sino que esta genera desigualdad

Las propuestas de juego o actividades en igualdad son todas aquellas en las que no se coarta la participación de niñas o de niños.
Las propuestas de juego o actividades en igualdad son todas aquellas en las que no se coarta la participación de niñas o de niños.Hill Street Studios (Getty)

Son las 17.14 en el parque de la Paloma en Benalmádena (Málaga). Tres niños intentan dar con la madriguera para saludar a los conejos, buscan entre los cactus y suculentas, debajo de las piedras, incluso por donde pasean los pavos reales. “Los conejos y los pavos son amigos, la casa está por aquí seguro”, dice uno de los tres detectives Conan. Metros a la derecha, mirando de reojo, dos niñas más o menos de la misma edad abrazan a una cebra de tamaño real. Los niños juegan por un lado y las niñas, por otro. Y, esta vez, el fútbol no es excusa. La experta en igualdad María Gijón observa: “Que niñas y niños no quieran jugar juntos no es sino una consecuencia de la separación, polarización y jerarquización de los sexos que se hace desde que nacen”.

Ana Merino Aguilar es maestra en la escuela pública más cercana al parque. Ella es la coordinadora de igualdad del CEIP Poeta Salvador Rueda, y la Delegación Provincial de Málaga acaba de reconocer su labor como docente por la coeducación. Dice que el comportamiento de niñas y niños no viene de serie, sino que proviene de un proceso de socialización de género donde se aprenden los elementos que van generando desigualdades desde la infancia y que, más adelante, se transmiten relacionándose en etapas posteriores. A los adultos y a los educadores esta maestra les cuestiona: ¿Quién no ha comprado un libro, ropa o juguete pensando si el menor es niña o niño? ¿A quién no le ha pasado que al comprar algún juego o ropa le pregunten si es para chica o chico? “Puede parecer mundano, pero se va interiorizando y naturalizando. Esto genera un aprendizaje de lo que se considera adecuado, se conoce como el aprendizaje social diferencial, y es definido y sustentado por estereotipos y roles de género”, explica.

Los niños aprenden comportamientos, formas de relacionarse, actitudes y expectativas ligadas a los tradicionales esquemas de género. Beatriz Ubago Molina es profesora en el IES Vistazul de Dos Hermanas (Sevilla) y coordinadora de la revista digital EntreIguales. Señala que la segregación en el juego tiene origen en la socialización de género: “Es el proceso por el que una persona va adquiriendo, interiorizando e integrando los valores, costumbres, tradiciones sociales y las normas de comportamiento propias de la sociedad a la que pertenece para adaptarse al contexto social”. Esta socialización desigual hace que las niñas interioricen los valores y normas de comportamiento tradicionalmente asignadas al género femenino, como es la atención, los cuidados y la sensibilidad; mientras que a los niños se les educa (se les socializa) para que adquieran las costumbres socioculturales asignadas tradicionalmente al género masculino, como la fuerza, la valentía o la autoridad.

Lo mismo ocurre con los colores: si es niña se le asigna directamente el rosa y si es niño, el azul. Ubago Molina dice que basta con ver los productos para bebés (ropa, canastilla, cremas, geles, champú) marcados por la diferencia. Y cuestiona: “¿Qué reacciones habría en la familia en particular, y en el espacio social en general, si a un niño recién nacido los regalos le llegaran de color rosa?”. Valores, tradiciones, costumbres y comportamientos como estos socializan de forma diferenciada, y los menores, según van creciendo y desarrollándose, van integrándolas e intentan asumirlas para adaptarse a las normas segregadoras por las que se rige la sociedad. Es por ello, prosigue la profesora, que los niños quieren en determinados momentos jugar solo con niños y las niñas jugar solo con niñas. “Entienden que hay juegos en los que ellas no han sido socializadas, y, por tanto, no les pertenecen, y a la inversa”, explica Ubago Molina. Crecen socializándose diferente, y el problema no es la diferencia, sino que esa diferencia genera desigualdad.

Gijón considera que las niñas aprenden a cuidar, a estar tranquilas en espacios probados (la casa, la habitación), pero no se les permite desarrollar tanto la actividad física como expandirse en el espacio exterior, ocupar el espacio, ser competitivas o aventureras. “Los niños aprenden que el espacio es suyo y solo hay que fijarse cuánto ocupan con un balón en un parque, y cuánto ocupan unas niñas con un carrito de bebé”, dice. Para esta experta, esta educación machista hace que ellos no desarrollen las habilidades que potencian los juegos de cuidado: como son la empatía, estar tranquilos, atender las necesidades de otra persona o expresar sus emociones y sentimientos.

Desde las escuelas, hay maestras y profesoras (la mayoría de mujeres) que están haciendo un esfuerzo por ir rompiendo estereotipos y desigualdades. Ubago Molina afirma que cada vez son más las docentes que coeducan y utilizan y crean recursos y materiales como juguetes no sexistas ni bélicos, proyectan patios inclusivos o proponen actividades que permiten el juego libre sin sesgos patriarcales. Afirma que todo esto transmite a las criaturas no solo un aprendizaje sin sesgo sexista, sino seguridad y confianza, sea niña o niño, que les permiten desarrollar los talentos sin coartar ni privar de libertad.

La maestra de Benalmádena se pregunta: “¿Qué sociedad queremos? ¿Una sociedad que limite o que sea liberadora? Ahí reside la clave de cómo queremos enfocar la educación”. Actualmente, considera ella, estamos perdiendo la mitad del talento del mundo porque “las niñas se siguen encontrando barreras de género en ámbitos en los que tradicionalmente han estado excluidas, que ahora de forma explícita no lo están, pero si no tienen referentes o modelos a las que seguir, ¿cómo se van a proyectar en esos espacios?”. La maestra Merino Aguilar también anima a superar las barreras de la referente única: el llamado síndrome de Pitufina, en el que se encuentra a una sola mujer entre muchos hombres y “esta infrarrepresentación femenina también cala en la infancia y lleva a seguir repitiendo modelos obsoletos”, afirma.

Para esta experta, las propuestas de juego o actividades en igualdad son todas aquellas en las que no se coarta la participación de niñas o de niños por culpa de la mirada patriarcal, sexista y cargada de estereotipos de género. “Coartamos los talentos innatos si no permitimos que los niños y niñas jueguen a lo que les guste, les llame la atención y les apetezca, e impedir el desarrollo del talento, sea del sexo que sea, es algo que finalmente se pierde la sociedad”, afirma Ubago Molina que concluye con una pregunta: “¿Qué hubiera pasado si a Alexia Putellas le hubiesen negado jugar con un balón? Y recuerdo que, como futbolista, y de España, ha logrado dos Balones de Oro, mientras que los futbolistas hombres españoles solo uno”.

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