Migrañas en niños: “Mamá, papá, ¡me duele la cabeza!”
Este tipo de dolor de cabeza afecta a entre un 5 y un 10% de los menores. Durante la pandemia está impactando más que nunca, ya que el estrés y el excesivo uso de pantallas están aumentado
Es posible que pensemos en la migraña como una enfermedad neurológica que afecta solo a los adultos, pero la realidad es que puede ocurrir a cualquier edad, incluso en la infancia. De hecho, entre un 5 y 10% de los niños la padecen. Y, ahora, en pandemia, cada vez se están observando más casos en los pequeños, debido sobre todo al incremento en los niveles de estrés, al uso continuado de pantallas, a trastornos del sueño y de la alimentación, y a la misma covid-19, que ha descrito una versión propia de migraña.
Al igual que en el caso de los adultos, es importante tener claros dos conceptos. Uno es que no todos los dolores de cabeza (o cefaleas) son migrañas. Y el otro es que la migraña no es solo un dolor de cabeza, sino que abarca mucho más. La Asociación Española de Migraña y Cefalea (AEMICE) la define como “un desorden neurológico que se manifiesta en un dolor de cabeza intenso, lo que hace que sea una enfermedad extremadamente incapacitante”. Se trata de uno de los más de 300 tipos de dolores de cabeza descritos en la bibliografía médica y pertenece al grupo de las llamadas cefaleas primarias, ya que se presentan de manera independiente, sin estar causadas por ninguna otra enfermedad. Las cefaleas secundarias son las que sí constituyen un síntoma de otro trastorno de salud.
Estemos atentos a estas señales
Si bien la migraña infantil es similar a la de los adultos, la primera tiene ciertas particularidades. “En general, para todos, la migraña es un dolor que dura varias horas (de dos a 72), se localiza en un lado de la cabeza (alternando ambos lados), presenta un latido o pulsación (como pinchazo o martillazo) y puede acompañarse de náuseas, vómitos e hipersensibilidad a la luz y al ruido. El dolor suele empeorar con la actividad física habitual y con frecuencia obliga a acostarse con las luces apagadas, aislándose de cualquier ruido”, describe el doctor Pablo Irimia, neurólogo y coordinador del Grupo de Estudio de Cefaleas de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “Ahora bien, en el caso de los niños, los episodios suelen durar menos de dos horas y pueden manifestarse como dolor abdominal o vómitos intensos, sin causa aparente”. Otras características que se han observado como propias de la migraña infantil son un dolor que abarca la frente, inquietud, irritabilidad, disminución del apetito o visión borrosa. El neurólogo de la SEN añade que no hay muchas a diferencias por género, pero “estas se hacen más patentes llegada la adolescencia, volviéndose la migraña un trastorno mucho más frecuente en las chicas”. El Irimia también sostiene que “es posible que un niño con migraña se convierta en un adulto con migraña, ya que el trastorno tiene un importante componente genético”. La AEMICE resume que la edad media a la que comienza la migraña alcanza los siete años, en chicos, y los 11, en las niñas, aunque el 20% de los afectados ha tenido su primer episodio con menos de cinco.
Una crisis de migraña (o jaqueca) aislada no significa necesariamente que el niño vaya a tener migrañas el resto de su vida. Pero, “cuando hay migraña, se producen varios cambios en el cerebro”, matiza el experto, quien distingue tres fases en una crisis: “premonitoria, con aura y cefalea. Durante la fase premonitoria, se activa una región del cerebro (hipotálamo) y se manifiestan síntomas como bostezos frecuentes o hipersensibilidad a la luz. Luego, en casi un 30% de los pacientes, la migraña se acompaña de aura, que consiste en trastornos visuales (pérdida de visión o visión de líneas brillantes) o sensitivos (hormigueos en la cara o extremidad superior) y en cuya fase se produce una alteración en la corteza del cerebro. Por último, durante la cefalea se activa el nervio trigémino, responsable de conducir los estímulos dolorosos en la cara”.
Algunas causas desencadenantes
La migraña no es una enfermedad grave, pero sí muy limitante: impide que los niños hagan su vida normal, estudien, hagan deporte o jueguen. Por eso, en la medida que evitemos los desencadenantes, será más fácil ahorrarles, en parte, ese dolor tan intenso. Las causas pueden ser muchas y muy variadas, siendo todas de origen genético o ambiental.
- El componente hereditario. Irimia señala que “ante determinados estímulos, una persona con una genética determinada, presentará episodios de migraña”. No ocurre siempre, pero, según la Asociación Americana de Pediatría (AAP), si uno de los padres tiene jaquecas, existe una probabilidad del 50 % de que su hijo también las sufra. Si son ambos padres los portadores, la probabilidad asciende al 90 %.
- Las emociones también cuentan. El estrés y la ansiedad (tan presentes en estos tiempos), pueden activar más de una crisis. También el nerviosismo, el cansancio, las tensiones, como una discusión familiar o con algún amigo, etc.
- Dormir poco o demasiado y algunos alimentos. Los horarios de sueño irregulares pueden ser desencadenantes de migraña. Da la impresión de que se desinfla la idea de que hay alimentos que provocan migrañas, pero el neurólogo nos aclara que “determinados alimentos pueden desencadenar una crisis en algunos niños, pero no en todos. No se recomienda hacer una dieta específica, pero sí tratar de identificar aquellos alimentos que podrían sentarles mal”. La AAP, por su parte, recuerda que entre los más comunes se incluyen quesos curados, chocolates, cítricos, frutos secos, algunos colorantes alimentarios, glutamato monosódico, etc. Otro elemento del que se habla poco es el agua: el cerebro tiene que estar siempre hidratado para evitar cefaleas y más, en el que caso de padecer migrañas, para evitar desatar un episodio.
- El deporte intenso a horas de calor. La actividad física intensa en un entorno muy caluroso puede favorecer una migraña, aunque, en ocasiones, es justamente lo que necesita el niño para prevenirla, ya que el deporte puede ayudarle a relajarse o a desconectar.
- El tiempo afecta. Los cambios de tiempo, y el calor o el frío extremos pueden terminar en una jaqueca. Por eso, cuando hace un sol radiante y día al siguiente llueve, es posible que esta variación brusca impacte en los niños predispuestos a la migraña.
- ¿Relación con los cólicos? La AAP menciona que algunos estudios sugieren que los niños que han sufrido cólicos del bebé, podrían tener más tendencia a desarrollar migrañas.
- Las hormonas. La migraña menstrual en las niñas se relaciona con la bajada brusca de los estrógenos. Suele iniciarse con la primera regla, pero puede mejorar o desaparecer durante el embarazo o la menopausia.
Lo que podemos hacer los padres
- Hablar con ellos. El neurólogo nos recuerda que “es esencial transmitir tranquilidad y explicarles que la migraña pasará. Como produce dolores de cabeza incapacitantes y de gran intensidad, conviene pedirles que avisen apenas empiece el malestar”. También es buena idea trasladar este mensaje a los profesores y familiares y prepararlos para que conozcan los síntomas posibles.
- Confeccionar un diario. Puede ser útil que los mismos niños apunten la frecuencia, el tipo de dolor, la intensidad (en una escala del 1 al 5, por ejemplo), el lado donde les duele, si ha tenido náuseas, vómitos o si se le ha ‘nublado’ la visión... Los más pequeños tendrán más dificultad en describir verbalmente lo que sienten, pero quizá podemos pedirles que lo dibujen.
- Mantener hábitos saludables. Los niños con migraña son muy sensibles a los cambios. Por eso, el experto aconseja “mantener horarios de sueño regulares, una dieta sana y variada, evitar periodos de ayuno prolongados y hacer ejercicio moderado de forma habitual”.
- Visitar al médico. Si vemos que nuestro hijo tiene dolores de cabeza frecuente y presenta los síntomas particulares de una migraña de manera recurrente, es buena idea visitar al pediatra o al neurólogo pediátrico para que prescriban un tratamiento, si es necesario; también para descartar otras patologías. Por lo general, el dolor de un episodio se palia con analgésicos antiinflamatorios. La doctora Lucía Galán, en su blog Lucia, mi pediatra, nos alerta de cuándo se hace urgente ir al médico: “si el dolor empieza de forma súbita, les despierta por la noche, tiene vómitos violentos, sobre todo, por la mañana, nada más levantarse, y si tiene visión doble y, por supuesto, si hay cambios en el comportamiento del niño como que está más adormilado o está agitado, rebelde, confuso, mareado...”.
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