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Esto es lo que aporta el jazz a los niños

Este viernes se celebra el Día Internacional de este género musical y los expertos inciden en que la edad nunca tiene que ser un obstáculo para que los menores se acerquen y disfruten de él

Dia Internacional del Jazz
Actualmente, son muchos los profesores de música que aconsejan la incorporación del aprendizaje de jazz a partir de edades muy tempranas. En la imagen, la Txikijazz Big Band.Guille García

Los niños, de entre cinco y siete años, observaban la gracilidad con la que los componentes del cuarteto de jazz tocaban sus instrumentos apostados sobre la barandilla del lago de la madrileña Casa de Campo. Trompeta, saxofón, guitarra eléctrica y contrabajo interpretaban Caravan, una composición escrita por Juan Tizol y Duke Ellington que, en 1937, alcanzó el número cuatro de las listas de éxitos en Estados Unidos. Tras esta melodía siguieron muchas otras a ritmo de blues, ragtime, dixieland o swing. Una mañana en la que este improvisado público infantil, reunido frente a la banda, disfrutó de jazz. Un género musical que, como dijo Nina Simone: “no es solo música; es una forma de vida, una forma de ser, una forma de pensar”. La historia del jazz también se encuadra en los esfuerzos en favor de la dignidad humana, la democracia y los derechos civiles. Una circunstancia que motivó que la Conferencia General de la Unesco proclamara hoy el Día Internacional del Jazz.

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Actualmente, son muchos los profesores de música que aconsejan la incorporación del aprendizaje de este género musical a partir de edades muy tempranas porque, como comenta Alberto Sánchez Delance, profesor de Música y coordinador de la Escuela de Música del Colegio CEU San Pablo Montepríncipe, “la edad nunca tiene que ser un obstáculo para que los niños se acerquen y escuchen jazz no hay edad, la curiosidad enseña, es libre, y en los niños más”. Además, continúa este profesor de Música, “el jazz no es difícil de entender a estas edades, solo hay que dar la oportunidad de escucharlo para poder educar el oído, para que llegue al cerebro y este, al mismo tiempo, empiece a gestionar los sentimientos y las emociones”.

Entre los beneficios que ofrece el jazz durante la etapa infantil, según Alberto Sánchez Delance, está “el fomento de la creatividad, el incremento de la concentración. Además, favorece la psicomotricidad por medio del baile, habilidades sociales, estimula la memoria y provoca un pleno desarrollo emocional e intelectual”. Una opinión que coincide con la de Esther Fernandino, Organización Txikijazz Donostia, quien afirma que, además de todo lo anterior, “dada su capacidad de improvisación y su carácter irrepetible, espontáneo y libre, fomenta el disfrute del aquí y ahora”. Asimismo, explica Esther Fernandino la pertenencia de los jóvenes a grupos de jazz o Big Band, “al igual que otros trabajos grupales, enseñan la importancia del trabajo en equipo, la importancia de escuchar y aprender del otro/a y, te enseñan a socializar, a pertenecer a un grupo y, de este modo, conseguir un objetivo común”.

Alicia Labrada, violinista y directora del Centro Pedagógico Musical Estímulos en Música para Niños, imparte clases de música a partir de los tres años mediante el método Suzuki, desarrollado por Shinichi Suzuki. Este violinista afirmaba que los niños aprenden a hablar su propia lengua con gran exactitud gracias a su gran capacidad auditiva, lo que le llevó a pensar que, si los niños estuvieran rodeados de sonidos musicales, podrían evolucionar hacia una habilidad similar con la música. Es decir, como explica Alicia Labrada, se trata de que los niños aprendan “a través de la imitación, de la repetición y de la escucha con el acompañamiento de los padres”. Además, prosigue esta profesora de música, “cuanto más plástico está el cerebro, más absorbe”. El conocimiento de cualquier instrumento necesita de una metodología estructurada que les ofrezca una base para acercarse a él, pero, además, continúa Alicia Labrada, “los niños necesitan trastear con el instrumento. Y cómo se trastea: a través del jazz, dejando que un niño a través de una base musical intente tocar o reproducir lo que está escuchando, es decir, que empiece a improvisar”. La acción de improvisar en la música, según Montserrat Sanuy (1994, p. 151), “favorece la desinhibición, estimula la curiosidad y búsqueda en el proceso de investigación y desarrollo de la creatividad, desarrolla la capacidad de expresión mediante la observación, memoria, representación e imaginación, se logra mayor confianza y seguridad en sí mismo y favorece la intercomunicación social”.

Alicia Labrada mantiene que “el jazz aporta a los niños el valor de descubrir por sí mismos ciertos sonidos y disfrutar de cierta libertad. Un niño se inicia primero a nivel tradicional y posteriormente cuando sabe más o menos los rudimentos de un instrumento, el profesor puede ponerle una música y que el niño intente tocar encima. Pero el niño no va a comprender la estructura del jazz, lo que da el jazz es una sensación de libertad estructurada también”. Los instrumentos que tocan los niños que acuden a sus clases, en edades de 3 a 8, son el violín, la viola, el chelo y el piano. Asegura que se hace mucho jazz con instrumentos de viento, “pero no hay sistemas elaborados para empezar antes de los ocho años porque los niños no tienen una adecuada capacidad torácica. Aunque se está intentando que, a niveles muy básicos, con violín y piano puedan empezar a dar rienda suelta a su imaginación sin una base armónica, porque el jazz, aunque parece que es improvisación pura no lo es, pues por debajo hay una serie de conocimientos muy sólidos”.

Por su parte, Oriol Saña, profesor de violín jazz y moderno y profesor de Violín Jazz y Combo en el Departamento de Jazz y Música Moderna de la ESMUC desde el 2002, empieza a trabajar con sus alumnos, de 6 o 7 años, con la música de tradición, fácil de identificar y que se puede recordar de oído, y también con la música pop. “Después, cuando ya han asimilado esto, es cuando empiezo a trabajar, a partir de los 8 años, con el Jazz Manouche en la Escola Municipal de Música -Centre de les Arts de L’Hospitalet de Llobregat-. Este Jazz es el único autóctono de Europa. Un estilo también denominado Gypsy Swing, con tres instrumentos (guitarra, contrabajo y violín), con la particularidad de que la improvisación está presente desde el momento cero”, explica este profesor de violín.

Oriol Saña lamenta que la improvisación o creatividad no esté dentro del plan en la enseñanza habitual: “este es el gran problema de los conservatorios, no se forma para poder crear algo de forma instantánea con el instrumento. Todo debe ser leído. En el conservatorio, en primer curso, a los 8 años, empiezan, en teoría, con música clásica, aunque, en realidad, la mayoría de las veces practican con popular. Nosotros, en cambio, comenzamos, desde el principio, con pequeñas melodías de jazz, de swing. Y luego, cuando han adquirido cierta habilidad técnica, pues un blues puede tener la misma dificultad que una composición tradicional, es cuando introducimos música clásica también en el aprendizaje, porque entendemos que con un instrumento que tiene 500 años, como es el caso del violín, también deben beber de esas fuentes”.

Oriol Saña considera que un verdadero músico no debe limitarse a interpretar, debe ser capaz de improvisar: “olvidamos que los tres grandes músicos de la época, Bach, Mozart y Beethoven fueron grandes improvisadores”. Asimismo, continua este profesor de Violín Jazz y Combo, “muchos profesores tradicionales posponen la improvisación para etapas más avanzadas del aprendizaje musical, porque consideran que es algo muy difícil. En realidad, la improvisación es algo difícil para ese profesor, pero no para el alumno. Cuando a un niño le pides que dibuje una princesa, lo que hace es dibujar esa princesa, pero también un dragón, un castillo, un caballo… todo lo ve relacionado. Algo parecido ocurre cuando le pedimos a un alumno que improvise con la escala de La Mayor, que se puede aprender el primer año. El niño, de forma automática, relaciona La con Si, Si con Do sostenido, con Re, con Mi, y ordena esas notas creando sus propias melodías. Esta improvisación funciona desde el primer momento, cuando solo trabajamos con un ritmo y apenas dos notas”. Por eso, consciente de la importancia que tiene el elemento improvisación en el aprendizaje de los alumnos, dice que es esencial “darle las herramientas para que, a partir de unos parámetros e indicaciones, pueda crear algo por sí mismos”.

Todos tenemos un ADN musical, un ADN creativo. “Si una persona es capaz de ordenar los sonidos que produce su instrumento de una forma coherente para que lo podamos entender, es decir, es capaz de improvisar, estoy seguro de que también podrá hacerlo con otras manifestaciones artísticas o intelectuales. Los niños, como ocurre con la metodología Suzuki, primero tienen que escuchar, descifrar los sonidos y reproducirlos en un instrumento. Y después es cuando deben aprender a leer y escribir partituras. Los niños empiezan antes a hablar que a escribir. Y con la música deberíamos hacer lo mismo”, concluye el profesor de violín jazz y moderno.

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