Los republicanos arremeten contra Biden por su política en Irán, Afganistán e Israel pero sin mencionar a Ucrania
La tercera jornada de la convención nacional republicana, dedicada a la seguridad y la política exterior, subraya lo que consideran principales fracasos de la presidencia demócrata
Irán, la retirada de Afganistán, el ataque de Hamás del 7 de octubre. La guía temática de la tercera jornada de la convención nacional republicana, dedicada a la seguridad y la política exterior, apuntaba sobre el papel —según el guion enviado por la campaña republicana a la prensa— a esos tres escenarios para afear al demócrata Joe Biden sus fracasos en la escena internacional. Ni una palabra sobre Ucrania en el resumen de prensa, pese a la claridad con que ha manifestado su postura sobre la guerra el candidato a la vicepresidencia, J.D. Vance, algo que inquieta sobremanera a la Unión Europea porque defiende abandonar a su suerte de Kiev. A juzgar por el argumentario de los oradores del miércoles, la política exterior no parece que vaya a ser una prioridad de una hipotética segunda Administración de Donald Trump, en consonancia con el aislacionismo y la tendencia a la autarquía que demostró en su mandato (2017-2021).
Pero Ucrania fue el elefante en la habitación. Apenas horas después de que el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, asegurara que Trump le confesó la semana pasada que promoverá un acuerdo rápido de paz si llega a la Casa Blanca —por el que Rusia se quedaría con el territorio ucranio ocupado—, la postura de Vance y Trump sobre Ucrania recibía un espaldarazo tan interesado como envenenado. Casi a la vez que arrancaba la jornada republicana, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, mostraba su apoyo al candidato a la vicepresidencia —lo más parecido a respaldar directamente a Trump— por estar “a favor de la paz y de poner fin a la ayuda que se está prestando” a Ucrania, dijo Lavrov en la sede de la ONU en Nueva York. “Y no podemos sino acogerlo con satisfacción porque eso es lo que necesitamos: que dejen de enviar armas a Ucrania. Entonces la guerra terminará, y podremos buscar soluciones”.
El fantasma de Ucrania sobrevoló pues la jornada, pero sin llegar a posarse en ningún momento en el atril. Los oradores siguieron dócilmente el libro de instrucciones de la campaña. Uno de los primeros, Richard Grenell, director en funciones de la inteligencia nacional en la Administración Trump en 2020, dijo que “Irán está librando una guerra en Israel y Gaza, con ayuda de Joe Biden”, una afirmación del todo discutible, ya que Washington ayudó en abril a Israel a interceptar y derribar una andanada de misiles iraníes dirigidos contra su territorio. Grenell aseguró también que con Biden “los talibanes han vuelto”. “Después de cuatro años de Joe Biden, las guerras han vuelto, los talibanes han vuelto y miembros del ISIS se han colado por la rota frontera sur de Estados Unidos”, dijo Grenell sin pruebas, más allá de los ocho tayikos detenidos recientemente en la frontera y vinculados, según el FBI, al ISIS, y sobre los que el comité de Seguridad Interior de la Cámara de Representantes solicitó una investigación en junio.
El siguiente punto del día fue la convulsa retirada de Afganistán. Familiares de los marines muertos en el atentado suicida en el aeropuerto de Kabul, en la jornada más sangrienta de la evacuación, agradecieron “el apoyo y la empatía” de Trump en su duelo, frente a la “indiferencia” de Biden (que no fue tal, ya que el mandatario demócrata recibió los féretros en el aeropuerto y manifestó repetidamente su dolor por sus muertes). La denuncia adoptó el mismo formato sentimental de la víspera, cuando familiares de víctimas del fentanilo o de agresiones por parte de inmigrantes indocumentados tomaron la palabra para corroborar la amenaza que los irregulares suponen para la fortaleza América. Herman Lopez, padre del marine Hunter, de 22 años, nombró uno por uno a los 13 muertos del atentado suicida en un momento de comunión sentimental, lágrimas y gritos de “no olvidaremos jamás”.
El expresidente republicano de la Cámara de Representantes Newt Gingrich afirmó, falsamente, que “el presidente Trump orquestó un final ordenado de la guerra de Afganistán sin ningún estadounidense muerto en casi dos años”. Es cierto que Trump promovió e incluso forzó un acuerdo con los talibanes sobre la retirada, que algunos juzgaron prematuro y que de alguna manera empujó a Biden por esa senda, pero la guerra no terminó bajo su mandato, ya que las últimas tropas estadounidenses dejaron Afganistán en agosto de 2021, ya con el demócrata en el poder. Además, no hubo ningún periodo de “casi dos años” bajo su presidencia sin bajas estadounidenses.
Pero el punto culminante de la noche fue la denuncia de la inacción de la Administración de Biden ante el antisemitismo en los campus y los ataques de Hamás a Israel, a los que se dedicó un bloque entero de discursos. Shabbos Kestenbaum, recién licenciado en Harvard, judío ortodoxo tocado con la kipá, aseguró que “el antisemitismo se extiende mucho más allá de las universidades, se ha convertido en veneno ideológico. Una vez voté por Bernie Sanders, pero la izquierda ha abandonado a los judíos y a los americanos. Los valores judíos son valores americanos, por eso pido el voto para Donald Trump”. Los padres de uno de los ochos rehenes estadounidenses en manos de Hamás, Omer Neutra, que cumplió 22 años en cautiverio, pidieron “el fin de esta crisis” y el regreso de todos los rehenes a casa, pero no criticaron la gestión del conflicto por el presidente Biden.
El azote final correspondió a Lee Zeldin, excongresista por Nueva York y también judío, que agradeció a Trump el traslado de la embajada de EE UU a Jerusalén y denunció las supuestas reticencias de Biden, cuando era vicepresidente de Barack Obama, a la hora de matar a Osama bin Laden. También le acusó de rellenar las arcas iraníes al desbloquear millones de dólares en intercambios de rehenes. En la intervención estelar de Vance, en su primer discurso como candidato a vicepresidente de EE UU, sólo hubo una fugaz mención a “la eliminación del ISIS” por Trump, casi extemporánea en el contexto actual, pero ninguna referencia más a la política exterior. El descafeinado guion previsto por la campaña republicana se cumplió fielmente, aunque sobrevolara la duda de si alguno de los oradores se atrevería a hablar de Ucrania o, tras el abierto respaldo de Lavrov a los republicanos, sería mejor no mencionar el asunto.
Burgum, secretario de Energía en la sombra
Aunque los discursos discurrieron como meandros, de manera sinuosa y repetida, al igual que en las sesiones previas, la tercera jornada de la convención nacional republicana dejó muchas pistas de lo que puede ser la segunda Administración de Donald Trump si gana las elecciones en noviembre. Este miércoles intervino el que todos consideran ministro de Energía en la sombra, Doug Burgum, gobernador de Dakota del Norte y hasta el lunes, uno de tres nombres que más sonaban como candidato a la vicepresidencia. Burgum está en boca de todos como posible secretario del Departamento de Energía, por sus buenas relaciones con la industria del gas y el petróleo, un sector clave de la economía de su Estado. Según el programa electoral republicano, una hipotética Administración de Trump aspira a la independencia o autosuficiencia energética, y para ello Burgum, “el hombre que más sabe de energía en el mundo” según Trump, ha servido de enlace entre este y los multimillonarios del petróleo, grandes donantes de su campaña, para garantizarles que su Gobierno apostará por los combustibles fósiles. Su conocimiento del sector no le impidió sin embargo incurrir en falsedades como hablar de “la guerra contra la energía de Biden” por el apoyo del demócrata a la transición hacia energías limpias, o “los mandatos de Biden en pro de los coches eléctricos”, pues no hay tales, sino sólo la promoción de este tipo de vehículos.
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