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Elecciones europeas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Camino expedito para Salvador Illa

Las cinco victorias consecutivas del socialismo catalán no alientan precisamente los ensueños de quienes como Puigdemont se ven tentados a tirar los dados una vez más

El primer secretario del PSC, Salvador Illa (i) y el candidatos al Parlamento Europeo Javi López interviene en un acto de campaña en Barcelona. EFE/ Toni Albir
El primer secretario del PSC, Salvador Illa (i) y el candidatos al Parlamento Europeo Javi López interviene en un acto de campaña en Barcelona. EFE/ Toni AlbirToni Albir (EFE)
Lluís Bassets

Estas elecciones levantan un velo y despejan una incógnita en Cataluña. La resonante victoria del socialismo catalán, que mejora incluso los resultados del 12 de mayo, despejan el camino a Salvador Illa para que negocie y consiga la investidura como presidente de la Generalitat. La lectura catalana de las elecciones europeas ofrece pocas dudas. Hay que forzar la imaginación política hasta límites incomprensibles para la gran mayoría de ciudadanos para persistir en la resistencia a la formación de un gobierno dirigido por el PSC, sea en solitario, sea en coalición de izquierdas.

Durante un mes entero, desde las elecciones autonómicas del 12 de mayo, la ley del silencio ha imperado en los pasillos del Parlament y se ha cernido sobre la opinión pública. La campaña electoral ha llevado a ocultar cualquier negociación o contacto para la formación de la mesa de la cámara y, como consecuencia, para la organización de la investidura. El plazo legal para la constitución de la nueva legislatura se ha apurado hasta hoy mismo. Si ha habido algún tipo de acuerdo sobre la composición de la mesa y el nombre del nuevo presidente o incluso sobre la investidura, nadie tiene noticia ni lo conoce.

No podía ser de otra forma dado el incómodo solapamiento entre el arranque de la legislatura catalana y la campaña para las elecciones europeas. Habría interferido en la campaña electoral cualquier pacto alcanzado en este intervalo, ya fuera el de los tres partidos de izquierdas para la investidura de Illa, ya el de los partidos independentistas para hacerse con la mesa y condicionar la investidura o incluso catapultar a Puigdemont. El pacto tripartito hubiera sido inconveniente para Comunes y Esquerra, pero el pacto independentista, reclamado como anti represivo tras la sentencia del Constitucional que inhabilita el voto telemático de Carles Puigdemont y de Lluís Puig, habría estimulado en cambio el voto soberanista. De ahí se deduciría que no puede haberse producido y en consecuencia cabe dar por altamente improbable la intentona de repetición electoral alentada por Puigdemont.

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Además de terminar con la incertidumbre, las elecciones europeas tienen una traducción catalana que se resuelve en un triple aval: para el socialismo catalán y su centralidad dentro del PSOE; para la amnistía que permitió la investidura de Pedro Sánchez y para Salvador Illa con su propósito de pasar página a la década perdida en Cataluña. Incluso la caída en la participación permite una interpretación práctica respecto al cansancio del electorado y la inhibición de los votantes independentistas: que nadie insista en dar la lata con unas nuevas elecciones. Las cinco victorias consecutivas del socialismo catalán no alientan precisamente los ensueños de quienes como Puigdemont se ven tentados a tirar los dados una vez más, en un gesto propio de los perdedores empedernidos, siempre dispuestos a seguir tentando la suerte ante la ruleta hasta quedar desplumados.

Nadie puede dar ya pábulo a las fantasías que tanto entusiasmaban al PP, a Vox y a los desaparecidos Ciudadanos sobre la marcha inexorable hacia el referéndum de autodeterminación o incluso sobre la investidura de Puigdemont a cambio de la estabilidad para Sánchez. Tenía razón el líder popular catalán Alejandro Fernández cuando dio por terminado el proceso secesionista, y no la tenía Alberto Feijóo con su interesada visión apocalíptica sobre el futuro de la integridad de España. La desautorización del independentismo es tan clamorosa como la ratificación de la hegemonía socialista e incluso supera a la que ha sufrido el Partido Popular.

De nada servirá seguir dilatando el inicio de una nueva etapa. Cataluña no puede esperar más. El chicle del procés no da más de sí. Quien siga estirándolo se alejará de la centralidad donde se definirá el futuro hasta arriesgarse a perder toda relevancia. Las elecciones europeas mandan un mensaje indiscutible a Junqueras y a Puigdemont. Ha llegado la hora de la rectificación y de la renovación, de las estrategias y de los liderazgos. Valen para los dos dirigentes secesionistas las palabras de Gorbachev al dirigente comunista alemán Erich Honecker pocas semanas antes de la caída del Muro de Berlín: “La historia castiga a quienes llegan tarde”.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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