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Polonia, el alumno ejemplar que abrazó el populismo y ahora renueva su relación con la UE

Los dos principales partidos, los antagonistas Ley y Justicia y Plataforma Cívica, llegan igualados a los comicios europeos tras seis meses de Gobierno liberal

Polonia
Miles de personas se concentran en Varsovia convocados por Donald Tusk en el aniversario de las primeras elecciones parcialmente libres de 1989.Dawid Zuchowicz (Agencja Wyborcza.pl via REUTERS)
Gloria Rodríguez-Pina

Polonia decide sobre su relación con la Unión Europea este domingo, cuando se acaban de cumplir 20 años de su adhesión. El ultraconservador Ley y Justicia (PiS, en sus siglas en polaco) tiene un historial problemático, euroescéptico. El partido que lidera el Gobierno de coalición, el centroderecha liberal de Plataforma Cívica (PO), es la opción europeísta que fue recibida con alivio en Bruselas tras las elecciones de otoño. Ninguno es complaciente y ambos coinciden en su oposición a acuerdos comunitarios como el pacto migratorio. Seis meses después del cambio de Gobierno que cerraba en teoría la era nacionalpopulista de PiS, los dos principales partidos llegan este domingo a los comicios europeos prácticamente empatados en las encuestas.

El último sábado de mayo, Dariusz Jonski, candidato de PO, afronta otra jornada intensa de campaña peinando Lodz y alrededores, en el centro del país. A 100 kilómetros de allí, en un mercado de Radomsko, reparte folletos junto a su equipo. Algunos vecinos le felicitan por su interrogatorio al líder de PiS, Jaroslaw Kaczynski, el día anterior, en la comisión de investigación parlamentaria que preside. Otros le insultan. En el camino, se extiende sobre la necesidad de una unión de la defensa europea, el mensaje principal de la campaña. También, sobre el desarrollo del país desde que se unió a la UE —el PIB per cápita era el 40% de la media comunitaria y ahora es el 80%—, empezando por la autovía que recorre. Su ayudante, Aleksandra Wieckowska, de 19 años, encarna a una generación que solo conoce la Polonia anterior a 2004 por lo que le han contado: “Era un país triste que acababa de salir de la influencia rusa; sin nada en las tiendas, con las fronteras cerradas y la gente intentando escapar a Alemania”.

Danuta Huebner, la primera comisaria europea polaca, recuerda muy bien el ingreso en la UE. “Durante los más de 10 años de negociaciones, fuimos el alumno aplicado”. El país, que acababa de salir del comunismo, adaptó con premura el ordenamiento jurídico europeo y se preparó para aprovechar hasta el último euro. “Se nos consideraba el ejemplo a seguir por los demás Estados de la ampliación, incluso siendo una democracia muy joven”. “Hasta que todo se vino abajo en 2016″, dice sobre la llegada de PiS al poder tras las elecciones de 2015, cuando empezaron los choques constantes con la UE por el deterioro del Estado de derecho y de los valores europeos. “Fueron años muy duros; perdimos oportunidades, financiación”, explica al teléfono desde Bruselas, donde agota su último mandato como eurodiputada.

Tusk, que presidió el Consejo Europeo entre 2014 y 2019, tiene una trayectoria proeuropea demostrada. Sin embargo, como explica la politóloga Anna Paczesniak, de la Universidad de Breslavia, cuando PiS y PO nacieron a principios de los 2000, “Plataforma Cívica no era tan proeuropea como ahora y PiS era menos euroescéptico”. Los ciudadanos no lo tenían muy claro. Algunos sectores, como los agricultores, estaban preocupados. Ahora los ultraconservadores ven la UE como un campo de batalla de los intereses nacionales donde se impone el más fuerte, mientras los liberales creen en la cooperación para alcanzar beneficios nacionales, desarrolla. A Paczesniak no le extrañaría si “la UE está algo decepcionada con el nuevo Gobierno” por su postura en algunos asuntos, y recuerda que el primer ministro suele decir que el país ahora “es lo suficientemente maduro como para ser más asertivo y no aceptar todo lo que venga de Bruselas”.

El diputado de PiS Pawel Jablonski asegura que su partido no es euroescéptico, aunque está “en contra de algunas ideas, como la tendencia al federalismo”. “La gente ve que les quieren quitar el derecho a tomar decisiones; las quieren tomar burócratas sin responsabilidad democrática. Si se quita ese poder a las naciones, se vuelven más rebeldes”, argumenta en los pasillos del Parlamento polaco, tras un debate sobre seguridad. “Con más integración en el ámbito de la defensa no habríamos podido reforzar el ejército”, sostiene. En la Eurocámara, PiS representa la mayor delegación del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), donde están también Vox y Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni.

Tusk, que presidió el Partido Popular Europeo, es uno de los impulsores de la defensa común y ha logrado en un tiempo récord convencer a Bruselas de que el Estado de derecho está a salvo con él. Fomenta la cooperación en la UE y formatos como el triángulo de Weimar, con Alemania y Francia. En cuestiones como el pacto migratorio, ha seguido, sin embargo, la línea dura de sus predecesores y ha votado junto a Hungría contra el acuerdo europeo. Además, es ambivalente respecto a la reforma de los tratados para que la toma de decisiones deje de ser por unanimidad. “PO no quiere abrir la caja de pandora”, explica el analista Piotr Maciej Kaczynski, también en relación con la introducción del euro. Kaczynski, que no tiene nada que ver con el líder de PiS, explica que “hay algo en la psique polaca” que les empuja “a oponerse, a no obedecer”.

Elecciones encadenadas

Entre el 40% y el 45% del electorado vota a los ultraconservadores de PiS o a la extrema derecha de Confederación. Tusk está muy atento a la opinión pública y Polonia lleva un año en campaña permanente, encadenando tres comicios: las parlamentarias de octubre, las regionales de marzo y las europeas del 9 de junio. La sociedad polaca sigue siendo mayoritariamente proeuropea, pero menos. Según una encuesta del diario Rzeczpospolita, el porcentaje de personas que ve más ventajas que inconvenientes a pertenecer a la UE ha caído 11 puntos, del 64,4% de 2020 al 53,5% de este año. El descenso fue más pronunciado en los feudos de PiS en zonas rurales, que rechazan el pacto verde europeo. El líder del partido, Kaczynski, poco dado a visitar Bruselas, viajó esta semana a la capital europea para apoyar la protesta de los agricultores.

El rechazo de este Gobierno y el anterior al pacto migratorio entronca, entre otros aspectos, con la defensa de la soberanía. La politóloga Malgorzata Bonikowska explica en un café del centro de Varsovia que este “es un asunto delicado” en Polonia, un país que estuvo bajo dominio ruso y alemán durante más de 150 años. “Perdimos la independencia dos veces; ningún otro país occidental ha pasado por un trauma así”.

Otra consecuencia de la historia reciente del país es la desconfianza, apunta. Los polacos vivieron como una traición que los situasen en el bloque del Este, de nuevo bajo mando ruso, tras la II Guerra Mundial. “Sentimos que no le importábamos a nadie. Y es un sentimiento importante. Todavía hoy desconfiamos de Occidente”, subraya. PiS ha capitalizado ese sentimiento en su relación con Bruselas. Con todo, la presidenta del think tank Centre for International Relations Foundation considera que “es natural” que los Estados cooperen más tras su adhesión, y después se comporten de otra forma, incluso problemática. Como ejemplo, recuerda el Reino Unido de Margaret Thatcher.

La carta de la amenaza rusa

La memoria histórica impregna la política polaca. Tusk ha fiado toda su campaña, muy polarizadora, a la carta de la amenaza rusa y, en una apuesta arriesgada, ha vinculado al rusófobo PiS con el Kremlin por su ideología ultraconservadora tendente al autoritarismo. Las elecciones se celebran en un momento crítico en la guerra en Ucrania y tras la huida de un juez polaco a Bielorrusia, con la llegada de migrantes desde ese país en aumento y varios incidentes en la frontera, incluyendo ataques a las fuerzas de seguridad que le han costado la vida a un guardia fronterizo, además de sabotajes y ciberataques rusos. Pero además, el primer ministro ha repetido algunos de los movimientos de PiS que él criticó en las elecciones de octubre, como las comparecencias en la frontera con un fondo de uniformados, el anuncio de un plan millonario de refuerzo de la linde, y una polémica comisión de investigación sobre la injerencia rusa.

El principal partido del Gobierno ha apelado a reeditar el espíritu de los comicios parlamentarios al presentarlos como una elección entre dos civilizaciones: democracia occidental frente a autoritarismo del Este. En una concentración en Varsovia el pasado martes, en el 35 aniversario de las primeras elecciones semidemocráticas que impulsaron la caída del comunismo, Tusk llamó a los votantes a “evitar que el Kremlin conquiste Bruselas o Járkov”. El primer ministro apeló también a la unidad, en Polonia y en Europa, como garantía de seguridad y de defensa de la democracia.

Después de quedar segundo en las elecciones regionales —aunque sumó mayoría junto con sus socios de coalición—, PO espera desbancar a PiS el domingo y lograr la mayoría de los 53 diputados que se reparte el quinto país de la UE. Las encuestas les han mostrado igualados, con alrededor del 30% de intención de voto, aunque las más recientes dan ventaja a PO. La clave será la movilización. La participación en las europeas suele ser baja y los polacos acusan fatiga política. Para atraer a los suyos, ambos partidos han encendido el discurso y han enviado a pesos pesados a las listas y a recorrer el país. Tusk, a varios ministros. Kaczynski, a dos exministros que pasaron por prisión.

En Lodz, el ministro de Exteriores, Radoslaw Sikorski, acompaña a Jonski y advierte de que PiS “está inconscientemente a favor del Polexit”, la salida de Polonia de la UE. En un recorrido a buen ritmo por la calle principal de la ciudad, algunos ciudadanos les increpan. Sikorski le quita importancia: “Hemos restaurado los valores de la UE y la democracia”.

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