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El misterio de los drones sobre Europa alimenta el temor a la amenaza rusa

El avistamiento de decenas de aeronaves no tripuladas junto a aeropuertos y bases militares desde septiembre obliga a varios países a reforzar sus defensas. Moscú no asume la autoría, pero alimenta la confusión propia de su guerra híbrida

Óscar Gutiérrez

Hay una escena, casi cómica, que ejemplifica la doctrina empleada por el Kremlin hacia Occidente. Fue el pasado 2 de octubre. El periodista ruso Fiodor Lukianov modera la cita anual del foro Valdai Discussion Club, en la ciudad-balneario de Sochi. A su derecha se sienta el presidente ruso, Vladímir Putin. Durante la charla, Lukianov le pregunta con sorna que por qué envía drones a Dinamarca. Este le contesta: “No lo haré más”. Era una burla. Ni entonces ni ahora, el Kremlin se ha responsabilizado de los aparatos no tripulados que han volado sin autorización en Europa en los dos últimos meses. Aquel mismo día se celebraba una cumbre de la UE en la capital danesa, Copenhague, blindada tras el avistamiento en septiembre de varias aeronaves sin piloto que obligaron a cerrar media docena de aeropuertos y a cancelar más de 100 vuelos. Luego vinieron Noruega, Suecia, Alemania, Bélgica, España… Aeródromos, bases militares y centrales nucleares. Los gobiernos y ejércitos europeos culpan al Kremlin, pese a que no hay pruebas de cargo. Moscú es el único sospechoso.

Ed Arnold, analista del británico Royal United Services Institute (RUSI) lo explica de este modo al teléfono: “Rusia no necesita tener muchos drones en estos lugares. Le basta con desplegar uno durante un breve periodo de tiempo, o incluso la mera insinuación de que hay drones en el aire y así demostrar lo vulnerables que somos”.

Vale con sembrar la confusión a través de la guerra cognitiva, si se queda en el plano narrativo, o híbrida, si combina armas convencionales (invasión de Ucrania o vuelos de cazas rusos junto a territorio OTAN) con otras asimétricas como el sabotaje (ataques a la vía férrea en Polonia), amenazas en infraestructuras (drones o globos sobre aeropuertos y bases militares) y campañas de propaganda.

En el caso de las aeronaves no tripuladas sobre Europa —de pequeño tamaño, muy lejos de los aparatos de tres metros de altura usados en Ucrania—, la confusión es más fuerte gracias a la demostración previa de fuerza realizada el pasado 10 de septiembre, con el lanzamiento de más de una veintena de vehículos aéreos de ataque rusos hacia Polonia. Aquel fue el momentum que permite entender lo demás. Moscú demostró su capacidad, destapó la vulnerabilidad de los vecinos de la OTAN y atacó la psicología del enemigo.

“Grave ataque”

En la noche entre el 22 y 23 de septiembre, 10 días después de que en Bruselas se empezara a hablar de la construcción de un muro europeo antidrones, el aeropuerto de Copenhague suspendió sus actividades ante el avistamiento de aeronaves no tripuladas. Casi al mismo tiempo, el aeródromo de Gardermoen, en Oslo, la capital noruega, hacía lo propio tras recibir información de la llegada de otros aparatos. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, lo describió como “un grave ataque contra infraestructuras críticas en Dinamarca” y elevó el estado de alerta —a los avistamientos en Copenhague le siguieron Aalborg, Esbjerg, Sonderborg y Skrydstrup—. Casi dos meses después, ninguna de las investigaciones llevadas a cabo por Dinamarca o Noruega han revelado detalle que confirme que la amenaza de drones fuera real.

Pero pudieron ser avistados y no interceptados debido a la falta de recursos o normativa para controlar un fenómeno en alza, gracias al impulso de la tecnología y los avances en el teatro de operaciones de Ucrania. Como recuerda en un mail William Raillant-Clark, de la Organización de Aviación Civil Internacional, dependiente de la ONU, según la Convención de Chicago, ninguna aeronave susceptible de volar sin piloto podrá hacerlo sobre el territorio de un Estado sin autorización. Esta norma es de especial cumplimiento cerca de lugares estratégicos y sensibles como los aeropuertos.

El holandés Wiebe de Jager es uno de los mayores expertos en Europa en drones. “Muchos de los avistamientos parecen ser identificaciones erróneas, desde estrellas brillantes y luces de aeronaves lejanas, hasta helicópteros policiales buscando los supuestos drones”, explica en un correo. “Alemania también experimentó un aumento notable en los informes [de avistamientos], aunque no de la misma magnitud [que Dinamarca y Noruega]. En Países Bajos, parte del aeropuerto de Schiphol estuvo cerrado brevemente el 27 de septiembre; sin embargo, una investigación posterior reveló que varios pilotos habían confundido un globo con un dron”, continúa. Este fin de semana fue el aeropuerto holandés de Eindhoven, que también alberga una base aérea militar, el que tuvo que derivar el tráfico por varias alertas de drones.

De Jager recuerda otros momentos de “pánico” recientes ante supuestos vuelos de drones no confirmados posteriormente, como en el aeropuerto de Gatwick (Londres) en diciembre de 2018, o en el Estado norteamericano de Nueva Jersey, en noviembre del pasado año.

En una conversación reciente, una fuente militar francesa confirmaba tanto la existencia real de drones no autorizados en países europeos, como que son una amenaza, bien pilotados por adolescentes o por un actor con recursos. Según esta misma fuente, la “guerra híbrida” lanzada por Rusia contribuye a la “manipulación y desestabilización”. “El dron puede ser pequeño”, prosigue este militar, “pero crea un temor grande”. Las fuerzas de seguridad francesas abordaron a principios del pasado mes el carguero ruso Boracay frente al puerto de Saint-Nazaire. Se creía que desde este petrolero, Moscú estaba lanzando aparatos no tripulados hacia el continente. Tras unos días de investigación y sin conclusiones a la vista, el buque pudo proseguir su camino.

Más allá de encontrar culpables, las cifras apuntan a un notable incremento de estos vuelos de aparatos no tripulados. Solo durante octubre, la organización estadounidense para el monitoreo de conflictos Acled ha contabilizado una veintena de drones no autorizados en siete países europeos, en ocasiones en lugares estratégicos como tres bases aéreas en Alemania y tres bases militares en Bélgica; junto a una fábrica de municiones de Thales, un proveedor clave para Ucrania, cerca de la ciudad belga de Herstal, o en el cuartel militar de Reedo, en la franja oriental de Estonia, hacia la frontera rusa.

Este jueves, la cadena Euronews, tras analizar datos de 24 aeropuertos de 12 países, reveló que desde enero de 2024 a noviembre de este año se han multiplicado por cuatro el número de interrupciones de las actividades en aeródromos europeos a causa de la presencia de drones. La palma se la lleva Bélgica, con una decena de casos entre los días 2 y 9 de este mes. Eso solo en el apartado civil. La alerta en este país subió de tono cuando los avistamientos se concentraron en torno a la base aérea de Kleine-Brogel, cerca de la frontera con Países Bajos.

Bélgica ejemplifica dos cosas. Primero, que muchos de los países europeos no cuentan con defensas para este tipo de arma. Y, en segundo lugar, que, ante una posible amenaza, aunque no muy sustentada, si el Kremlin suena, hay que reaccionar. El Gobierno belga solicitó la ayuda de países aliados. El Reino Unido ya ha desplegado allí una unidad de la fuerza aérea británica (RAF) especializada en la interceptación de aeronaves no tripuladas. En declaraciones a la BBC y de nuevo en medio de la confusión sobre el origen de los drones en el cielo belga, el mariscal del Aire Sir Richard John Knighton manifestó que lo más “plausible” era que las incursiones hubieran sido ordenadas por Moscú.

En esta línea, Boris Pistorius, ministro de Defensa de Alemania, país que también acudió a la solicitud de asistencia belga, ha vinculado esta escalada al debate sobre el uso de activos rusos congelados en una entidad con sede en Bruselas (185.000 millones de euros). Discusiones al margen, Bélgica siguió a lo suyo y compró la pasada semana a Letonia un sistema de drones defensivos kamikazes por valor de 50 millones de euros.

Ante la amenaza en los espacios aéreos de Europa, la OTAN ha desplegado en territorio de Polonia y Rumania, flanco este de la Alianza, los sistemas de defensa estadounidense antidrones Merops. El objetivo es claro: protegerse de aeronaves de ataque no tripuladas con origen en las baterías de lanzamiento rusas. Otra cosa diferente es la interceptación de aparatos más ligeros y difíciles de rastrear. “¿Tenemos la capacidad de derribar drones de forma segura sobre los aeropuertos?”, se pregunta Ed Arnold, del RUSI. “Sí, aunque es difícil. ¿Tenemos la capacidad de proteger todos los aeródromos? No, en absoluto. Eso es lo que piensan los rusos y así es como actúan en este momento”.

La intervención de Putin en Sochi prosiguió así: “No enviaré más drones ni a Francia, ni a Dinamarca”, aclaró el mandatario ruso, “¿A qué otros destinos pueden llegar?”, se preguntó ante las risas del público. “A Lisboa, ¿a dónde más?”, continuó. “Hablando en serio, ni siquiera tenemos drones que puedan llegar tan lejos como Lisboa”, remachó. Tras decir esto, el periodista Lukianov le sugirió que lo de la capital portuguesa era quizá una broma que alguien se podría tomar en serio. “¿Por qué una broma? No lo es”, contestó el presidente ruso. De nuevo, la confusión.

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Sobre la firma

Óscar Gutiérrez
Periodista de la sección Internacional desde 2011. Está especializado en temas relacionados con terrorismo yihadista y conflicto. Coordina la información sobre el continente africano y tiene siempre un ojo en Oriente Próximo. Es licenciado en Periodismo y máster en Relaciones Internacionales
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