¿Tenía Hitler un ‘micropene’? Un documental analiza el ADN del dictador nazi
El programa descarta definitivamente el bulo de la ascendencia judía del genocida, pero provoca dudas éticas con algunas de sus conclusiones


El documental Hitler’s DNA: Blueprint of a Dictator (El ADN de Hitler: Arquetipo de un Dictador) que emite la cadena británica Channel 4 estaba destinado a provocar polémica y titulares sensacionalistas, por mucho empeño que pusieran sus autores en realizar un trabajo riguroso o templado. Aunque algunas de las conclusiones expuestas ponen fin definitivamente a leyendas y supersticiones dañinas como la supuesta ascendencia judía del dictador (rotundamente falso), otras permiten una dosis de amarillismo, como la idea de que Adolf Hitler tenía efectivamente un micropene o que le faltaba un testículo. Y otras más abren debates éticos de importancia, como la deducción aventurada por los investigadores de que el personaje que más ha simbolizado la maldad en la historia de la humanidad tenía al parecer predisposición a padecer síndromes neuronales como el autismo, la esquizofrenia, el trastorno bipolar o trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
La historia de la realización del programa, que consta de dos episodios, es tan fascinante como sus propias conclusiones. Han participado en él científicos solventes, como el historiador británico Alex Kay, actualmente en la Universidad de Potsdam, especializado en la Alemania Nazi, o la genetista Turi King, responsable entre otros importantes hallazgos de la identificación de los restos del legendario Ricardo III en un aparcamiento al aire libre de Leicester en 2012. “Tuve un debate agónico [sobre el hecho de participar o no en el documental]”, admite King en los primeros minutos de emisión. Pero era consciente de que la investigación se llevaría a cabo tarde o temprano, y decidió incorporarse para aportar las cautelas y seriedad necesarios.
El ADN de Hitler se obtuvo a partir de los restos de sangre que había en el sofá del búnker donde el dictador nazi se suicidó de un tiro en la cabeza, poco después de que las tropas aliadas entraran en Berlín. El coronel Roswell P. Rosengren, del ejército estadounidense, pudo acceder al refugio y tuvo la habilidad de recortar un trozo de la tapicería, que desde hace años se expone en el Museo de Historia de Gettysburg.
Ninguno de los parientes vivos de Hitler se prestó a la posibilidad de que su material genético fuera comparado con el de los restos de sangre, para confirmar su autenticidad. Pero los investigadores disponían de la muestra de un varón recogida por un periodista belga hace una década, al investigar el rumor de que el futuro dictador había tenido un hijo ilegítimo durante la I Guerra Mundial.
El cotejo dio una perfecta identificación del cromosoma Y. Se trataba del ADN de Hitler. A partir de ahí, las deducciones y hallazgos sobre la ascendencia, las patologías, la biología y la salud mental del personaje abren un abanico de escasas certezas y muchas conjeturas con mayor o menor solidez científica.
El síndrome de Kallmann
La parte que para muchos resultará más positiva de las conclusiones del documental es la rotundidad con que queda descartada la idea de que Hitler tenía ascendencia judía, un bulo propagado durante décadas por los negacionistas del Holocausto y revisionistas de la Historia, que todavía se ha escuchado en fechas recientes. En 2022, el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, usó el argumento de que Hitler “tenía sangre judía” para justificar sus acusaciones de nazismo contra el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, que es de origen judío.
Pero el hallazgo más morboso del programa es la ausencia de una letra en un gen llamado PROK2. De esa ausencia deriva la conclusión de que Hitler padecía en algún grado un desorden genético conocido como el síndrome de Kallmann, que entre otras cosas afecta a la pubertad y al desarrollo de los órganos sexuales. Puede derivar en que uno de los testículos no llegue a bajar al escroto, o que el tamaño del pene sea muy pequeño.
La vinculación es inmediata. Durante la II Guerra Mundial, era popular entre los soldados británicos la canción Hitler Has Only Got One Ball (Hitler tiene solo un huevo). “Hitler, solo tenía un huevo, el otro está en el Albert Hall [el auditorio de conciertos londinense], su madre, la sucia criatura, se lo cortó cuando era pequeño”, decía el estribillo.
La idea de la escasa dimensión de los genitales del dictador parecía coincidir con los registros médicos de la prisión de Landsberg, donde Hitler estuvo encarcelado después del frustrado golpe de Múnich de 1923, descubiertos hace una década por investigadores alemanes. El doctor que le examinó indicó entonces en el informe que el preso presentaba un cuadro de criptorquidia en el testículo derecho, que no había acabado de descender. En ningún caso hablaba de micropene, ni es posible deducir esta condición de los resultados del ADN. Lo que sí produce el síndrome de Kallmann es una falta de libido y escasa producción de testosterona.
“Nos ayuda a entender mucho sobre su vida privada. O más bien, sobre su falta de vida privada”, explica el historiador Alex Kay en el documental. Esa condición, según él, habría predispuesto a Hitler a volcarse en la política antes que a asuntos personales.
Muchos científicos, sin embargo, consideran que un ejercicio como el que el documental ha llevado a cabo peca de reduccionismo y de una simplificación excesiva. La profesora de Genética Forense del King’s College de Londres, Denise Syndercombe Court, por ejemplo, ha señalado a la BBC que los autores del programa “han ido demasiado lejos en sus conclusiones” y que “en lo que se refiere al carácter o a la personalidad [de Hitler], el ejercicio ha resultado bastante inútil”.
Problemas éticos
Porque más allá del bulo sobre los orígenes judíos del dictador o de la discusión sobre sus genitales, los autores del programa han vertido planteamientos que provocan serios problemas de ética. A partir de un test poligénico, que evalúa la posibilidad de una persona de desarrollar enfermedades complejas al realizar la comparación con el ADN de una muestra amplia de población, el documental llega a la conclusión de que Hitler mostraba predisposición a padecer autismo, esquizofrenia, trastorno bipolar o TDAH.
Aunque los autores se esfuerzan en aclarar que esa predisposición no implica que el dictador desarrollara ninguna de esas condiciones, el hecho de vincularle con ellas ha escandalizado a organizaciones como la Sociedad Nacional del Autismo del Reino Unido, que ha calificado el programa como un “truco publicitario barato”.
Tanto Channel 4 como la productora Blink Films han intentado quitar hierro a la polémica, señalando la opinión de expertos como el profesor Simon Baron-Cohen, del Centro de Investigación del Autismo de la Universidad de Cambridge, que participa en el documental, y afirma que “el comportamiento de una persona es el producto de muchos factores, no solo de la genética, sino también del entorno, su infancia, las experiencias vitales, el modo en que fueron criados, su acceso a la educación y los factores culturales y económicos que la rodearon”.
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