La UE se suma al acuerdo de China y Estados Unidos sobre tierras raras y gana un año de tiempo
Bruselas celebra el pacto e intenta ahora una solución diplomática para resolver el conflicto con el fabricante de chips chino Nexperia, que amenaza a la industria del automóvil


La Unión Europea se sube al acuerdo que Estados Unidos y China han alcanzado esta semana para rebajar las restricciones a la exportación de tierras raras y tecnología del gigante asiático, que amenazaban con estrangular las cadenas de valor en todo el mundo. “La UE acoge con satisfacción la suspensión por parte de China, durante 12 meses, de los controles de exportación pertinentes”, han señalado fuentes de la Comisión Europea a primera hora de este sábado, tras una reunión técnica entre las dos partes mantenida el viernes hasta última hora. En el aire sigue, sin embargo, el conflicto abierto por la empresa de semiconductores Nexperia, fundamental para la industria del automóvil.
La falta de independencia de la UE en geopolítica y seguridad económica vivió un nuevo capítulo este pasado mes de octubre, cuando China —líder mundial en la producción de tierras raras, unos minerales clave para el desarrollo tecnológico— anunció que iba a restringir la exportación de esas materias primas a partir del 1 de diciembre. Para rebajar la tensión y buscar una salida, China y la UE han intensificado sus contactos en la última semana. El comisario de Comercio, Maros Sefcovic, pactó con su homólogo Wang Wentao encuentros entre los técnicos de ambos lados que han finalizado con un resultado que se parece —al menos en lo que respecta a las tierras raras— al reciente pacto alcanzado en Corea entre los presidentes de China, Xi Jinping, y de Estados Unidos, Donald Trump.
De la falta de independencia europea habla con claridad que ya Trump el pasado jueves viniera a decir que había sido su negociación la que había logrado esa prórroga sobre las licencias de exportación de tierras raras chinas . “Todo [el asunto] de las tierras raras se ha solucionado [...] Y eso es para el mundo”, dijo. Exigir licencias de exportación para todos los productos que tuvieran más de un 0,1% de tierras raras procedentes de China o emplearan su economía era una argolla sobre las cadenas de valor de multitud de sectores industriales.
La decisión anunciada el 9 de octubre por Pekín indignó en Bruselas y dio alas a los que tienen una posición más hostil hacia el gigante asiático porque, como subrayan varias voces de las instituciones y de los sectores privados en la capital comunitaria, “nunca se ha hecho antes”. Lo cierto es que China sí que lo había hecho antes, en 2014, pero con mucha menor envergadura. Y, como algunos admiten, también lo ha hecho Estados Unidos en el pasado, pero siempre de forma muy focalizada o con motivo de sanciones a países como Irán, o Venezuela.
Entre los más enfadados se cuenta a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que hace días disparó con dureza contra el gigante asiático ante un auditorio de empresarios alemanes: “Cuando China se incorporó a la Organización Mundial del Comercio, la mayoría esperábamos aranceles bajos, seguridad y prosperidad compartidas. [...]. Pero el orden mundial cooperativo de hace 25 años está siendo sustituido por una economía mundial conflictiva. El robo de tecnologías, las inversiones hostiles, los controles a la exportación, las subvenciones... Todo ello ya no es una excepción, sino herramientas de imposición y competencia”.
La política conservadora alemana usó a continuación una expresión que también utilizaba durante la guerra comercial con Estados Unidos este verano: “Estamos listos para utilizar todos nuestros instrumentos para responder si es necesario”. Pero lo cierto es que nada de eso se usó contra Washington y, varias fuentes de diferentes instituciones europeas creen que ahora tampoco sería fácil ahormar la cohesión necesaria para responder con medidas restrictivas.
Ante esto, y también porque probablemente la escalada sería desigual, desde la patronal europea Business Europe se confía en “una alternativa a corto plazo”. “China tiene un papel muy significativo en las cadenas de valor y está utilizando ese poder para controlar el mercado y hacer presión política y económica”, explicaba Luisa Franco, vice directora general de la patronal continental Business Europe, a comienzos de semana en conversación con EL PAÍS. El papel del que habla esta ejecutiva portuguesa se refiere a que China ejerce un control abrumador de las tierras raras —una serie de materias primas clave en tecnología militar, médica, electrónica o automovilística—, que le lleva a controlar porcentajes del 90% de lo que se mueve en los mercados de todo el mundo después de haber sido refinadas.
El conflicto de las tierras raras, que como decía Trump afectaba a todo el mundo, no es el único frente. Está la pelea abierta por Nexperia, una empresa de capital chino pero radicada en Países Bajos. Esta compañía fabricante de chips importantes en el sector automovilístico fue intervenida por las autoridades holandesas ante la sospecha de que sus propietarios la estaban vaciando de derechos de propiedad intelectual, entre otras cosas. Pero esta empresa controla el 70% de un tipo específico de semiconductores que se utilizan en la fabricación de coches y ante la decisión neerlandesa congeló las exportaciones a Europa.
“La situación se vuelve cada día más crítica para la fabricación mundial de automóviles”, alertaba el miércoles ACEA, la patronal europea del automóvil. “La industria está utilizando actualmente las reservas, pero los suministros se están agotando rápidamente. En una encuesta realizada esta semana a nuestros miembros, algunos ya prevén paradas inminentes en las cadenas de montaje”.
Para afrontar este problema, este viernes la vicepresidenta de la Comisión, responsable de Soberanía Tecnológica, Henna Virkkunen, se ha reunido con los responsables interinos de Nexperia. Al mismo tiempo, el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, busca salidas diplomáticas a un asunto que ha demostrado hasta qué punto la UE es dependiente de los semiconductores chinos, unos chips que no son de última generación, como los de Nvidia para la inteligencia artificial, sino de circuitos mucho más convencionales.
China, por ahora, no da este conflicto por zanjado. En un mensaje en la red social X, el Ministerio de Comercio del gigante asiático se ha limitado a decir: “Evaluaremos exhaustivamente las circunstancias específicas de cada empresa y concederemos exenciones a aquellas que cumplan los requisitos”. Antes había culpado al Ejecutivo de La Haya de provocar esta situación por “la indebida injerencia en los asuntos internos de la empresa ha provocado las actuales perturbaciones en las cadenas industriales y de suministro globales”.
MOFCOM Spokesperson’s Remarks on Nexperia-Related Issues
— 中华人民共和国商务部MOFCOM (@MOFCOM_China) November 1, 2025
Q: Recently, there has been attention to issues related to Nexperia. What’s MOFCOM’s comment?
A: China has previously responded to media inquiries concerning Nexperia. I would like to emphasize that the Dutch government’s…
Pero el aplazamiento de 12 meses en las restricciones a la exportación no es más que una prórroga. Europa precisa una solución estructural y ese camino no está exento de dificultades, porque China no quiere perder su posición en el mercado y no ha demostrado, enfatizan desde Bruselas una y otra vez, querer corregir los desequilibrios que provoca su modelo de crecimiento: sobre capacidad exportadora a precios muy bajos levantada a base de ayudas públicas que dudosamente cumplen con las normas internacionales del comercio internacional.
¿Cómo encararlo? Fuentes europeas señalan que la UE debe buscar salidas, “preferiblemente negociadas”, en estos conflictos coyunturales sin perder el foco del objetivo a largo plazo. Por ejemplo, hace unas semanas se establecieron aranceles adicionales para proteger el acero europeo ante la sobrecapacidad instalada en China. Siguiendo ese manual, pues, no habría que desmontar esta protección a la industria siderúrgica ahora para salir de esta crisis sino buscar otro tipo de salidas o responder con contramedidas.
Este último paso no será fácil, como se vio durante la guerra comercial con Estados Unidos el pasado verano. La dependencia en seguridad, especialmente para los países del este, y el temor a unos aranceles imposibles, lo que pesó mucho en Alemania, ahuyentó la cohesión necesaria para dar este paso. Y también ahora sucedería algo parecido si llegan a ponerse sobre la mesa medidas contundentes, apuntan varias fuentes.
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