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Mentiras, tergiversaciones y medias verdades de Netanyahu en su discurso ante la ONU

El primer ministro ha sostenido afirmaciones de las que no existe ninguna evidencia, como que Hamás roba la comida de los gazatíes o que buena parte de los muertos en la Franja son “combatientes” y no civiles

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, durante su intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas, este viernes en Nueva York (EE UU). Foto: SARAH YENESEL (EFE) | Vídeo: EPV
Antonio Pita

En su discurso en Naciones Unidas, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha efectuado una serie de afirmaciones discutibles o interpretables, sobre todo al colocar a su país como una víctima odiada por lo que representa. Pero, en algunos casos, directamente ha mentido, tergiversado o jugado con medias verdades. Aquí se repasan los principales casos identificados en los 40 minutos de su alocución:

Netanyahu: “Si hay gazatíes que no tienen suficiente comida, es porque Hamás la roba”

Realidad: En dos años, ninguna agencia de Naciones Unidas, ONG humanitaria o servicio de inteligencia ha corroborado esa afirmación que las autoridades israelíes repiten insistentemente sin proporcionar pruebas fehacientes. Netanyahu ha asegurado este viernes que “incluso Naciones admitió que Hamás y otros grupos armados saquearon el 85% de los camiones”. Es una tergiversación de los datos de agosto de la Oficina de la ONU para Servicios de Proyectos, que señaló que el 88% de la ayuda humanitaria que había ingresado en Gaza entre el 19 de mayo (cuando Israel volvió a permitir su entrada limitada tras mantenerla dos meses cortada por completo) y el 5 de agosto no llegó a su destino, al ser “interceptada bien pacíficamente por gente hambrienta, bien por la fuerza por actores armados durante su tránsito en Gaza”. Olga Cherevko, de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, matizó además que la gran mayoría de saqueos eran obra de “habitantes de Gaza hambrientos, no de bandas armadas”.

En cuanto a los actores armados, son precisamente mafias de palestinos (básicamente, dos clanes familiares con pasado criminal y opuestos a Hamás) a las que Israel está promoviendo para hacer el juego sucio en Gaza, incluidas misiones dentro de la Franja, según diversas investigaciones. Los testimonios apuntan a la pasividad de las tropas israelíes para permitirles que roben la comida (y la revendan a precios prohibitivos) como premio a su colaboración.

En cualquier caso, la ONU lleva tiempo insistiendo en la falta de evidencia de que Hamás esté robando la ayuda de forma amplia o sistemática. La propia revisión interna de 156 incidentes por el organismo de cooperación de EE UU, USAID, no halló prueba alguna, y lo han admitido bajo anonimato mandos militares israelíes.

Netanyahu: “La proporción de bajas entre no combatientes y combatientes es inferior a 2 a 1 en Gaza. Es una proporción asombrosamente baja”.

Realidad: El paso del tiempo deja esa afirmación cada vez en peor lugar. Los porcentajes de una base de datos clasificada de la propia inteligencia militar israelí, desvelados el mes pasado en una investigación periodística, admiten ya un 83% de muertos civiles. Y la organización independiente Acled —que hace seguimiento de los conflictos armados y recibe apoyo de la ONU y de Gobiernos occidentales— acaba de ir más allá: lo son 15 de cada 16 muertos en Gaza. Israel y EE UU apenas se esfuerzan ya, de hecho, en cuestionar la fiabilidad de los datos que los hospitales de Gaza proporcionan al Ministerio de Sanidad del Gobierno de Hamás.

En realidad, si se compara con el resto de conflictos desde la II Guerra Mundial, la muerte en menos de dos años de casi el 3% (sin añadir las decenas de miles de cadáveres que se calculan bajo los escombros) de una población (más de 65.000 personas en Gaza) es excepcional, en particular en conflictos registrados fuera de África.

Netanyahu: “Los palestinos no creen en la solución de dos Estados. Nunca la han creído. No quieren un Estado junto a Israel, quieren un Estado palestino en lugar de Israel”.

Realidad: Tras las primeras décadas que siguieron a la creación del Estado de Israel en el 78% de la Palestina histórica, el liderazgo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) fue asumiendo que no podía volver atrás el reloj y acabó asumiendo el reconocimiento del Estado judío. En 1988, no lo reconoció expresamente en la Declaración de Independencia, pero ya mencionaba las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967. Es decir, lo que no es Israel: Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Cinco años después, lo hizo formalmente en el intercambio de cartas de los Acuerdos de Oslo.

Israel, en cambio, nunca ha reconocido formalmente en esas casi cuatro décadas el derecho de los palestinos a un Estado, algo que sobre el papel apoyan el resto de países del mundo. En Oslo se limitó a reconocer a la OLP como representante legítimo del pueblo palestino. Algunos de sus líderes, como Ehud Barak o Ehud Olmert, han negociado después un plan de paz que suponga la creación de un Estado palestino, pero Netanyahu congeló las negociaciones en 2014 y ha vuelto a insistir este viernes en su discurso en la ONU en que no habrá nunca un Estado palestino.

Netanyahu: “Casi el 90% de los palestinos apoyaron el ataque del 7 de octubre”

Realidad: El apoyo entre los palestinos al ataque de Hamás es mayoritario, pero no llega a esa cifra y ha ido decayendo, tanto en Gaza como en Cisjordania. La última encuesta del Centro Palestino de Investigación de Sondeos y Políticas (fuente clave al respecto), del pasado mayo, arrojó que un 50% consideraban incorrecta la decisión de Hamás de lanzar el ataque, por un 40% que la veía correcta. En diciembre de 2023, eran el 72% y 22%.

En cualquier caso, el amplio apoyo al ataque se basa en dos elementos ausentes de la frase de Netanyahu. El primero es el contexto: la gran mayoría de palestinos no ve el 7 de octubre de 2023 como una masacre de civiles, sino como el golpe sorpresa de una milicia con medios infinitamente incomparables a uno de los ejércitos más poderosos y tecnológicamente avanzados del mundo, así como una venganza a décadas de ocupación militar. También como una forma de volver a poner el conflicto de Oriente Próximo en el foco global del que había desaparecido.

La cifra de Netanyahu se refiere probablemente a una respuesta distinta en una encuesta de noviembre de 2023, muy poco después del ataque, del Arab World for Research and Development, con sede en Cisjordania: “¿Considerando los actuales acontecimientos, tienes un sentido de orgullo en tanto que palestino?" Un 94% respondió que “en gran medida”.

El apoyo al ataque de Hamás no se sustenta, además, en la alegría por el asesinato de cientos de civiles, sino en su negación, pese a las incontestables evidencias. Es una suerte de disonancia cognitiva entre su apoyo al ataque como símbolo y el problema ético de celebrar la muerte de inocentes. Se puede ver en la citada encuesta, que contiene una pregunta sobre si Hamás cometió las atrocidades que se pueden ver en los vídeos. Un 87% cree que no, por no haberlos visto o considerarlos mera propaganda. Un 9%, sí.

El movimiento islamista viene alimentando la idea de que fueron casos aislados, protagonizados sobre todo por otros palestinos armados que aprovecharon la rotura de la barrera en torno a Gaza y la enorme demora en la llegada de las fuerzas de seguridad israelíes para cruzar, y exagerando el número de israelíes que mató su propio ejército por error o en aplicación de la Directiva Aníbal (matar a los propios soldados para impedir su captura con vida).

Netanyahu: “[Los palestinos] ya tenían de facto un Estado palestino, en Gaza”.

Realidad: En 2005, el Gobierno de Ariel Sharón retiró unilateralmente los colonos y soldados de Gaza, pero el territorio nunca dejó de estar considerado por la ONU como ocupado militarmente. En tanto que potencia ocupante, Israel estaba obligada a proteger y atender a la población, pero aplicó un cerco y llegó a calcular las calorías per cápita para determinar cuánto limitaba la comida que permitía introducir sin generar una hambruna.

Según el derecho internacional, Gaza no es un ente aparte, sino parte integral de los territorios palestinos, junto con Cisjordania y Jerusalén Este, también bajo ocupación militar desde su captura en la Guerra de los Seis días de 1967.

Netanyahu: “Cuando Belén, la cuna de Jesús, estaba bajo control israelí, el 80% de sus habitantes eran cristianos. Pero desde que la Autoridad Palestina tomó el control, esa cifra se ha reducido a menos del 20%”

Realidad: Explotando la importancia de Belén en la historia del cristianismo, religión de muchos de sus aliados, Netanyahu juega con las cifras y los motivos. Primero, al elegir como referencia la época de “control israelí”, que comenzó en 1967 y en realidad no ha concluido. Belén ya era mayoritariamente cristiana (85%) antes incluso de la creación del Estado judío, en 1948.

La conversión de los palestinos cristianos a minoría en Belén, situada en Cisjordania, no se ha producido a raíz de que la Autoridad Nacional Palestina asumiese la administración de la ciudad, en los noventa, sino por las restricciones al movimiento (como el muro de separación que la aísla de Jerusalén) y las dificultades económicas que ha causado la ocupación militar. Más aún, con la represión de la Segunda Intifada, que llegó al corazón de la ciudad en 2002, con el famoso sitio a la Basílica de la Natividad, donde la tradición cristiana sitúa el nacimiento de Jesucristo.

De hecho, en 1998, los cristianos ya eran solo un 40%. A esto se suman dos factores clave: tienen, por lo general, menos hijos de media que las familias musulmanas y poseen más medios y conexiones familiares en países como Estados Unidos o Chile. Los casos de huidas por problemas con islamistas fanáticos son anecdóticos.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.
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