Ir al contenido
_
_
_
_

J. D. Vance, el ariete de la estrategia de Trump

La visita a Groenlandia del vicepresidente de EE UU esta semana ha culminado una oleada de críticas a los aliados europeos

El vicepresidente de EE UU, J. D. Vance, durante su visita a la base de Pituffik, en Groenlandia, el pasado viernes.Foto: Associated Press/LaPresse (APN) | Vídeo: EPV
Macarena Vidal Liy

El vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, lanzó este viernes su enésima andanada contra los aliados europeos. Esta vez, rodeado de soldados estadounidenses, en la base militar de Pituffik, en Groenlandia, la isla bajo soberanía danesa que su Gobierno declara que quiere anexionarse “de un modo u otro”. “Sabemos que con demasiada frecuencia nuestros aliados en Europa no han mantenido el nivel necesario de gasto militar y que Dinamarca no ha mantenido el nivel necesario de recursos para que esta base, nuestras tropas y el pueblo groenlandés estén sanos y salvos frente a incursiones muy agresivas de China, Rusia y otras naciones”, proclamó.

En los dos meses de mandato de la nueva Administración republicana, el joven vicepresidente (40 años), exmarine, escritor de éxito y antiguo crítico acérrimo del presidente, Donald Trump, ha ido forjando un nuevo cometido para su puesto, tradicionalmente limitado a tareas de representación ceremonial. Poco a poco, y tras unos inicios a la sombra del ubicuo oligarca tecnológico Elon Musk en la Casa Blanca, se ha afianzado en el papel de ariete de la estrategia del presidente republicano, dispuesto a saltar en la defensa de su líder y a abalanzarse contra sus enemigos, reales o percibidos.

El mes pasado viajó a Múnich, días antes de las elecciones en Alemania, para acusar al Viejo Continente de albergar a un “enemigo interno” y de suprimir derechos fundamentales al limitar supuestamente la libertad de expresión de la ideología de extrema derecha. También arremetió contra Rumania por cancelar las elecciones del pasado diciembre tras ganar la primera vuelta un candidato prorruso con una financiación sospechosa. “Si su democracia puede destruirse con unos cuantos cientos de miles de dólares de anuncios digitales de otro país, es que no era muy fuerte para empezar”, opinó. Días más tarde, se lanzó a criticar los planes del Reino Unido y Francia para crear una fuerza europea que vigile el cumplimiento de un posible acuerdo de paz en Ucrania.

El vicepresidente fue también quien inició la dura humillación al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en el Despacho Oval el 28 de febrero, cuando él y Trump arremetieron contra el líder del país invadido por Rusia para acusarle de falta de respeto y demandarle “agradecimiento” por la ayuda militar que Estados Unidos le ha prestado ―muy a pesar de Vance― durante los tres años de guerra.

La suya es una función muy diferente a la de su predecesor en el primer mandato de Trump, el republicano tradicional Mike Pence, que junto a otros altos cargos experimentados trataba con frecuencia de disuadir al presidente de sus decisiones más drásticas.

Si alguien pensaba que la de Vance es únicamente una postura de cara al público y que en privado sus opiniones pudieran ser más flexibles, quedó desengañado esta semana. En el grupo de altos cargos de la seguridad nacional creado en Signal para tratar sobre los ataques contra la guerrilla de los hutíes en Yemen, y en el que se añadió a un periodista, el número dos del Gobierno era el más crítico con Europa, a la que percibe como un bloque de parásitos desagradecidos ante la benevolencia estadounidense. ”Si creéis que hay que hacerlo, vamos a por ello. Solo es que odio volver a rescatar a los europeos”, escribió.

Su postura no es sorprendente. Trump eligió al senador por Ohio para la vicepresidencia con el objetivo de que reforzara su agenda y articulara el mensaje. Es un papel que ha cumplido con lealtad ciega desde el minuto uno. Y queda claro que comparte, como muchos otros en el Partido Republicano, la visión de su líder en política exterior.

Es una visión que pasa por un no intervencionismo extremo ―“no me importa qué le ocurra a Ucrania”, declaró en la campaña electoral el año pasado― y el convencimiento de que Europa está demasiado obsesionada con la regulación, hasta el punto de impedir la innovación o el emprendimiento independiente. Y el próspero bloque comunitario puede permitirse invertir mucho más en su defensa en lugar de esperar a que lo haga Washington y dedicar ese dinero a proyectos sociales ―sanidad y educación gratuitas― que Estados Unidos no proporciona a sus ciudadanos.

Su posición es tanto más alarmante para los aliados en cuanto Vance, un hombre ambicioso y con carrera política por delante, tiene muchas papeletas para ser el candidato republicano en las elecciones de 2028. De suceder a Trump, podría consolidar e intensificar el giro de una política exterior estadounidense cada vez más fría, si no hostil, hacia Europa.

“No creo que debamos retirarnos de la OTAN y no, no creo que debamos abandonar a Europa. Pero sí creo que deberíamos dar un giro”, subrayó en la Conferencia de Seguridad de Múnich.

El Viejo Continente no ha sido el único blanco de sus iras. Esta semana, mientras estallaba el escándalo en torno a la conversación de los altos cargos en Signal, visitó la base naval de Quantico para arremeter contra uno de los blancos preferidos de la Administración de Trump, las políticas de inclusión y diversidad. “Vamos a hacer todo cuanto esté en nuestra mano para convertirles [a los soldados] en la fuerza más letal que el mundo haya visto”, sostuvo. “No más cuotas, no más palabrería ridícula, no más sesiones de formación sobre diversidad”.

Aquella charla de grupo en Signal le encontró en Michigan, donde visitaba una empresa de plásticos, para lanzar un mensaje de apoyo a los aranceles y el proteccionismo que defiende Trump a capa y espada.

Sus posiciones han encontrado aceptación entre la base trumpista. La página de agregación de encuestas Real Clear Politics le adjudica una popularidad del 41,7% y una opinión negativa entre el 44,9% de los votantes desde la investidura de Trump. Son cifras más bajas que las de su líder, al que el portal otorga una aceptación media del 46,4% ―y una posición crítica del 49,7%―. Pero que representan una subida: cuando Trump le escogió como su número dos en julio del año pasado, solo un tercio de los votantes tenía una buena impresión de él.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_