El Gobierno de Trump discute planes secretos de guerra en un chat en el que incluyó por error a un periodista
Jeffrey Goldberg, director de ‘The Atlantic’, fue añadido a un grupo de altos cargos de la seguridad nacional antes del ataque del 15 de marzo de EE UU contra los hutíes en Yemen, en el que algunos participantes se mostraron despectivos hacia los aliados europeos.

El periodista Jeffrey Goldberg, director de la revista progresista The Atlantic, asumió que había recibido un mensaje trampa cuando un número de teléfono que se identificaba como Michael Waltz le agregó a un grupo de la red social encriptada Signal con el nombre “pequeño grupo de contacto sobre los hutíes”. Goldberg es un reportero especializado en seguridad nacional que ha vivido múltiples encontronazos con la Administración de Donald Trump, y a quien el presidente critica con frecuencia. Waltz es el consejero de Seguridad Nacional que sin querer añadió al periodista a un chat de muy altos cargos que manejaba información altamente clasificada sobre los planes para atacar al grupo rebelde yemení, y en el que algunos de los participantes se mostraron muy críticos hacia los aliados europeos.
Entre los miembros del grupo que abordaron en la red social los planes para bombardear a esas milicias islamistas se encuentran, según lo que vio Goldberg, el vicepresidente J. D. Vance; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; la directora de los servicios de inteligencia, Tulsi Gabbard; el secretario de Estado, Marco Rubio; el jefe de Gabinete adjunto de la Casa Blanca, Stephen Miller, y el director de la CIA, John Ratcliffe. En total, 18 personas.
El intercambio de mensajes filtrado accidentalmente arroja luz sobre cómo piensa el equipo de seguridad nacional de la Administración de Trump y queda patente el desdén de parte de sus integrantes —incluidos Vance y Hegseth— hacia los socios europeos. Pero también deja claro los enormes riesgos de tratar cuestiones del más alto secreto militar en un mero chat de internet, aunque sea encriptado. Y se ha convertido en el asunto del que el todo Washington no puede dejar de hablar: cómo se pudo ser tan descuidado como para pensar que es adecuado abordar estos asuntos en una red social comercial, en lugar de los canales gubernamentales habilitados para tratar información de alto secreto. Y, para echar sal sobre la herida, añadiendo a ese chat a un periodista. El Consejo de Seguridad Nacional evalúa ahora cómo fue posible incorporar el número de Goldberg a la cadena.
El primer mensaje dejó a Goldberg atónito. La persona que se identificaba como Waltz explicaba: “Equipo, estoy estableciendo un grupo de principales (los responsables al frente de las distintas entidades de gobierno) para coordinarnos sobre los hutíes, especialmente para las próximas 72 horas. Mi segundo Alex Wong está montando un equipo rápido… Tras la reunión en la Sala de Crisis esta mañana para actividades, lo enviaré esta tarde”. Y pedía los nombres de personas que deberían estar en ese grupo. “Para coordinarnos en el próximo par de días y el fin de semana. Gracias”, decía. Era el jueves 13.
El periodista no salía de su asombro, según cuenta en un artículo en su revista. Tras el mensaje de Waltz llegaron otros de Vance, de Gabbard, de Hegseth… “Huelga decir que nunca me habían invitado a una sesión de un comité de principales de la Casa Blanca, y que en mis muchos años de reportero especializado en Seguridad Nacional tampoco había oído nunca que se convocara ninguno por redes sociales”.
No era una broma. Tampoco un intento de estafa informática o de divulgación de noticias falsas. Al día siguiente, explica Goldberg, las cosas se volvieron “aún más raras”. El periodista, que incluye en su artículo capturas de pantalla, cuenta que Waltz inició la conversación sugiriendo redactar listas de aliados a los que informar.
El usuario que aparecía en el chat identificado como J. D. Vance consideró que el ataque era “un error” y que la opinión pública no entendería el bombardeo, antes de pedir que se retrasase un mes. También alegaba que Europa se beneficiaría gratuitamente de la protección estadounidense de las rutas marítimas comerciales del mar Rojo. “No estoy seguro de que el presidente sepa hasta qué punto esto es inconsistente con su mensaje sobre Europa ahora mismo. Hay un riesgo añadido de que veamos una subida de moderada a alta de los precios del petróleo”.
Hegseth, el secretario de Defensa, abogó por lanzar al público el mensaje: “1) Biden fracasó. 2) Irán pagó”. Y sobre atacar a los hutíes, sugirió: “Veo dos cosas, 1) Restablecer el derecho de navegación, un interés nacional fundamental, y 2) restablecer el poder de disuasión, que Biden destrozó. Pero podemos pausarlo con facilidad, Y si lo hacemos, haré lo que podamos por garantizar la seguridad de la operación”.
Waltz, por su parte, respondió a las preocupaciones de Vance: “A petición del presidente trabajamos con Defensa y el Departamento de Estado para determinar cómo recabar el coste asociado y repercutírselo a los europeos”.
Más tarde, Vance acabaría dando su visto bueno al bombardeo, aunque con poco entusiasmo: “si piensas que tenemos que hacerlo, vamos a ello. Es solo que odio rescatar otra vez a Europa”. Y Hegseth le replicaba: “Vicepresidente: comparto totalmente su desprecio por cómo se aprovechan los europeos. Es PATÉTICO. Pero... somos los únicos que podemos hacerlo”.
Otra persona, SM —probablemente el jefe adjunto de Gabinete de la Casa Blanca, Stephen Miller—, puntualiza que las instrucciones de Trump son que tras el ataque se deje claro a Egipto y a Europa que tendrán que dar algo a cambio de la operación para proteger el mar Rojo. “Tenemos que pensar cómo vamos a hacer cumplir ese requisito. Esto es, si Europa no remunera, ¿qué? Si Estados Unidos restablece la libertad de navegación a un gran coste, tiene que haber una ganancia económica a cambio extraída en algún momento".
53 muertos en los bombardeos
Estados Unidos lanzó el 15 de marzo, un día después, un ataque contra el grupo yemení para defender la libertad de navegación en el mar Rojo, como respuesta a los ataques de los hutíes contra los barcos comerciales que atraviesan ese canal en represalia por la guerra en Gaza. Al menos 53 personas murieron en esos bombardeos. Horas antes, Hegesth enviaba al grupo algunos detalles operativos, “incluida información sobre objetivos, armas que Estados Unidos iba a desplegar y secuencias de ataque”, recuerda el periodista.
Tras concluir que el chat en el que estaba metido “probablemente era auténtico”, decidió salir de él. “Nadie en el chat pareció notar que yo estaba ahí. Y nadie me preguntó después por qué me había salido. O —algo que venía todavía más a cuento— quién era yo", escribe.
El Consejo de Seguridad Nacional ha indicado a The Atlantic que la cadena de mensajes “parece auténtica” y estudia cómo fue posible que se añadiera a un periodista al grupo. Pero sostiene que la conversación “demuestra la profunda y sopesada coordinación entre los altos cargos”.
Preguntado sobre la filtración durante un acto en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump aseguró desconocer el incidente. “Es la primera vez que lo oigo”, declaraba a los periodistas desde el Despacho Oval.
En una escala en Hawái al comienzo de una gira por Asia Pacífico, Hegseth niega que hubiera habido una filtración. “Nadie estuvo enviando planes de guerra, y eso es todo lo que tengo que decir sobre el tema”, declaraba.
El artículo de The Atlantic ha generado inmediatas burlas, críticas y consternación entre la oposición demócrata. “Es la hora de los aficionados”, declaraba el senador Rubén Gallego. En la red social X, el senador Mark Warner, vicepresidente del Comité de Inteligencia de la cámara alta, escribía que “esta Administración está jugando a lo tonto con nuestra información más clasificada, y eso hace que todos los estadounidenses estemos en mayor peligro”.
El también senador demócrata Chris Coons, miembro del Comité de Relaciones Exteriores de la cámara alta, apuntaba por su parte que “cada uno de los altos cargos del Gobierno en esta cadena de mensajes ha cometido un delito, aunque sea sin querer, que normalmente implicaría una pena de prisión”. Y la antigua candidata presidencial demócrata Hillary Clinton, muy criticada durante su campaña a la Casa Blanca en 2016 por utilizar un servidor privado de correo electrónico, tuiteaba una captura de pantalla del artículo de Goldberg, con el mensaje: “estáis de broma”.
Entre los republicanos, la reacción era, sobre todo, de silencio. Sí criticaba lo ocurrido el congresista de ese partido Mike Lawler, que reiteraba que “la información clasificada no debería transmitirse por canales no seguros, y desde luego no a gente sin autorización de seguridad, incluidos periodistas. Punto”.
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