Noruega debate su relación con la UE en la nueva era Trump
Los laboristas gobiernan en solitario tras la ruptura del Ejecutivo de coalición. Stoltenberg regresa como ministro de Economía para limitar el impacto de la guerra comercial, que, alerta, puede ser la peor “desde antes de la II Guerra Mundial”
![Jens Stoltenerg y Ingrid Schulerud](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Q7DJUSLN4A34PM3NYUHMTXCEBQ.jpg?auth=a7f7f36605e6bca786c86a402e9f9349680e84c53c70d3f4e3c39169022c6bf3&width=414)
![Carlos Torralba](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F337c9af6-9f99-4aca-9b12-ef47eba7cae0.png?auth=a0972604f3ea6d03602f2d6a965dce00f73192725e0b5143a2756896b46ed9b5&width=100&height=100&smart=true)
La fiebre arancelaria de Donald Trump y la relación energética con la Unión Europea han alterado profundamente la política noruega en las últimas semanas. Las discrepancias en torno a la adopción de unas directivas comunitarias sobre energía dinamitaron la coalición de gobierno a finales de enero. Jens Stoltenberg, ex primer ministro noruego y ex secretario general de la OTAN que mantuvo una buena relación con el presidente estadounidense durante su primer mandato en la Casa Blanca, ha regresado a Oslo como flamante ministro de Economía y ha impulsado las opciones de que el Partido Laborista (socialdemócrata) se mantenga en el poder tras las elecciones legislativas de septiembre en este país miembro de la Alianza Atlántica, pero no de la UE. En paralelo, las encuestas reflejan un creciente apoyo a una adhesión a la Unión, aunque una mayoría de la población sigue estando en contra.
Los ocho ministros del euroescéptico Partido del Centro abandonaron el 30 de enero el Ejecutivo liderado por Jonas Gahr Store y dejaron a los laboristas gobernando en solitario por primera vez en 25 años. El origen de la crisis de gobierno fueron las discrepancias por la adopción de tres directivas, parte del llamado cuarto paquete energético de la UE, que establecen una serie de requisitos para aumentar la energía renovable y el ahorro energético en la construcción. El Partido del Centro, que se autodefine como “agrario y con elementos conservadores y liberales”, se negó a adoptar las directivas y argumentó que estas otorgan al bloque comunitario demasiado control sobre la política energética nacional, y que Oslo debe “recuperar el control nacional sobre los precios de la electricidad”.
Los centristas, junto a otros partidos progresistas y conservadores, abogan por renegociar los vínculos y contratos energéticos que unen al país nórdico —el mayor exportador de gas y petróleo de Europa, sin contar a Rusia— con sus vecinos del norte del continente y con el Reino Unido, lo que ha generado un profundo rechazo en varias capitales comunitarias. En Bruselas también se han multiplicado las voces críticas con la política energética de Noruega, que ha generado unos 108.000 millones de euros en ganancias adicionales procedentes de las exportaciones de gas en 2023 y 2024, un incremento motivado por las sanciones europeas a Rusia tras la invasión de Ucrania.
Noruega rechazó la adhesión a la UE en dos referéndums, celebrados en 1972 y en 1994, y optó, como Islandia y Liechtenstein, por integrarse en el Espacio Económico Europeo, por lo que tiene acceso al mercado único, pero no forma parte de la unión aduanera. En los últimos decenios, Oslo ha adoptado aproximadamente tres cuartas partes de las directivas comunitarias, pero no está obligado a hacerlo en asuntos que afecten a la pesca y la agricultura, a la política comercial común, a la política exterior o a la impositiva, aunque sí en los del ámbito energético.
Crece el respaldo a integrarse en la Unión
En el país nórdico crece el apoyo a una posible adhesión a la UE. Según una encuesta realizada en noviembre, el 35% de los noruegos opina que su país debería formar parte de la Unión, frente a un 47% en contra. Pese a que la mayoría de la población aún rechaza la integración, los datos reflejan una tendencia a favor: es el porcentaje de proeuropeos más alto en los últimos 12 años y en 2016 en torno al 70% de la población mostraba su rechazo.
El regreso de Trump a la Casa Blanca no solo ha reavivado el debate sobre la relación con la UE en Noruega, también en Islandia. La primera ministra islandesa, Kristrun Frostadottir, declaró la semana pasada al diario británico Financial Times que los islandeses deberían votar en un referéndum sobre la adhesión a la UE antes de 2027. Frostadottir alegó principalmente razones económicas, aunque el interés de Trump en anexionarse Groenlandia —parte del reino de Dinamarca— preocupa en Oslo y Reikiavik, que temen que el Ártico, una región con cada vez mayor valor geoestratégico, pueda convertirse en un escenario en el que Estados Unidos compita por el control con Rusia y China.
Con una economía muy dependiente de las exportaciones —energéticas y de productos pesqueros, sobre todo—, Noruega teme verse especialmente afectada por la guerra comercial desatada por Trump. Al asumir el cargo de ministro de Economía, Stoltenberg alertó de que el mundo corre el riesgo de sufrir “la peor guerra comercial desde antes de la II Guerra Mundial”. “Noruega debe hacer todo lo posible para evitar las restricciones comerciales contra los productos noruegos. Si eso ocurriera, tendríamos que cooperar estrechamente con los países más cercanos a nosotros, en particular con la UE”, declaró el ex primer ministro. “Me siento profundamente honrado de que se me haya pedido que ayude a mi país en esta etapa crítica”, sentenció Stoltenberg.
Stoltenberg fue primer ministro noruego entre 2000 y 2001 y otra vez de 2005 a 2013, antes de convertirse en secretario general de la OTAN, cargo que ostentó desde 2014 hasta el pasado octubre. Durante su etapa como jefe de la organización militar, tuvo que capear las exigencias de Trump al resto de socios, además de sus amenazas de salirse del bloque transatlántico. El político noruego acabó siendo apodado “Trump whisperer” (el que susurra a Trump). Tras dejar su puesto al frente de la Alianza Atlántica, fue nombrado presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, un puesto al que ha asegurado que regresará cuando deje de ser ministro de Economía.
Muchos analistas políticos noruegos destacaron que el sorprendente regreso de Stoltenberg a la política nacional podría dar un impulso a los socialdemócratas de cara a las elecciones del 8 de septiembre. Y así lo reflejan los últimos sondeos. Tras ganar las elecciones parlamentarias de 2021 con el 26% de los sufragios, los laboristas se hundieron paulatinamente en las encuestas y llegaron a estar muy por detrás del Partido Conservador y del Partido del Progreso (ultraderecha). Todos los sondeos publicados en lo que va de mes —de cuatro institutos demoscópicos distintos— indican un claro aumento de los apoyos al Partido Laborista (de entre un 6% y un 12% respecto a finales de enero). En tres de ellos, los socialdemócratas se aúpan al primer puesto —por delante del Partido del Progreso— y en uno, superan el 30% de los votos. El Partido del Centro no ha salido beneficiado de su ruptura con los laboristas y suma en torno al 6% de los apoyos, muy lejos del 13,5% cosechado en 2021.
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