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Europa teme ser relegada por Trump en las negociaciones de paz sobre Ucrania

Crece el debate en Bruselas acerca de la conveniencia de situar tropas sobre el terreno para garantizar que Rusia respete un futuro acuerdo con Kiev

Vladímir Putin y Donald Trump en una reunión del G20 en 2017.
Vladímir Putin y Donald Trump en una reunión del G20 en 2017.Universal History Archive/Getty
María R. Sahuquillo

La Unión Europea pagará la factura de la reconstrucción de la guerra de Rusia contra Ucrania. La invasión a gran escala lanzada por el Kremlin en 2022 ha dinamitado la arquitectura de seguridad europea y colocado al Viejo Continente ante una amenaza existencial. Sin embargo, pese a que la fórmula para poner fin al conflicto es crucial para el futuro de Europa, el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, que ha prometido acabar con las hostilidades lo antes posible, ha aumentado el temor entre los europeos a que el magnate cocine directamente con el ruso Vladímir Putin el pacto para finalizar la guerra y relegue de la mesa de diálogo a Ucrania y a Europa, tal y como reconocen fuentes diplomáticas. Europa, como alertó el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, en Davos “no tiene garantizado” un asiento en la negociación.

En Bruselas crece, a la vez, el recelo a que los europeos queden como los únicos garantes del cumplimiento del futuro acuerdo. La UE podría poner un ancla con su participación —aunque aún difusa— en las garantías de seguridad del posible pacto. Por ejemplo, a través de un despliegue de tropas sobre el terreno. Pero vehicular ese esquema si Washington no se involucra a fondo sería enormemente difícil, recalcan tanto las citadas fuentes diplomáticas como algunos analistas.

El riesgo es que Estados Unidos diseñe un acuerdo poco ventajoso para Kiev y que contemple a Europa solo como financiadora —en tres años de guerra, la UE ya ha movilizado 124.000 millones de euros— de la enorme reconstrucción que viene, y como garante sobre el terreno de ese pacto, según reconoce una alta fuente europea. Esta apunta que la Unión tiene pocas palancas que presionar para hacerse un verdadero hueco con Washington. “Ese esquema sería una catástrofe para la seguridad de Europa, por no hablar de una enorme derrota geopolítica”, añade la fuente, que pide anonimato para poder comentar un asunto de gran sensibilidad.

La UE se ha propuesto elevar su papel geopolítico, pero está perdiendo terreno frente a Washington y Pekín. También en Oriente Próximo, donde ha quedado marginada en lo que respecta a la guerra de Israel contra Gaza —donde también será financiadora de la reconstrucción, pero le ha faltado influencia—. También lucha por hacerse un hueco con las nuevas autoridades de Siria, a medida que otros potentes actores geopolíticos se mueven con ese mismo objetivo.

De hecho, se espera que este lunes los ministros de Exteriores de los 27 Estados miembros de la UE avancen en una reunión en Bruselas para suspender temporal y gradualmente algunas sanciones al país árabe. Estas incluyen las del sector bancario, el transporte aéreo y el movimiento de activos privados para permitir que los fondos regresen al país tras la caída del régimen de Bachar El Asad y así impulsar el retorno de los refugiados, según varias fuentes diplomáticas.

El caso de Ucrania, la frontera este de la Unión frente a la amenaza rusa y candidato a la membresía comunitaria, es más agudo. Las críticas de Trump a Europa y al gasto militar de los países europeos miembros de la OTAN, así como la alergia del republicano a las organizaciones o pactos multilaterales, aumentan el temor a que se materialice un escenario en el que la UE quedase fuera del esquema de decisión. Un recelo sobre el que también advierten observadores y analistas como Wolfang Munchau, director de eurointelligence.com. “Este es el precio que paga la UE por hacerse tan dependiente de EE UU, tanto en defensa como en lo militar”, apunta en un reciente análisis.

“Es crucial que los europeos participen en la futura fórmula para asegurarse de manera directa que EE UU se implica en la arquitectura de garantías de seguridad y que esta no descansa solo en Europa”, dice Luis Simón, director de la Oficina del Real Instituto Elcano en Bruselas. Ese es el gran debate actual: cómo se garantizará el futuro acuerdo.

Fuerzas de paz

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha apostado ya por enviar tropas sobre el terreno y formar una fuerza de paz. El pasado diciembre, ese fue un gran ángulo en la conversación a tres bandas que mantuvo con Trump y Zelenski en París. También Reino Unido ha dado señales de que podría involucrarse en ese contingente que, sin embargo, sigue siendo enormemente polémico y que puede que Moscú —poco dado, además, a respetar los acuerdos, como muestra un análisis de la historia— no acepte.

La cuestión, además, es la robustez de esa fórmula. Zelenski —que en Davos llegó a apuntar la cifra de unos 200.000 soldados para esa fuerza de paz, aunque expertos y analistas hablan más bien de 40.000— ya ha advertido de que unas garantías de seguridad solo europeas no serían suficiente disuasión.

“La garantía más fuerte es la OTAN: membresía para Ucrania Occidental y despliegue de tropas de la Alianza —estadounidenses, incluidas— cerca de la línea de contacto”, explica Simón. “Una segunda opción sería la membresía de la OTAN y tropas europeas desplegadas en Ucrania; y una tercera, la membresía de la OTAN, pero sin despliegue”, añade el experto, que incide que todo esto es estratégicamente óptimo, pero políticamente poco factible.

La idea de que haya soldados europeos sobre el terreno, canalizados a través de la Alianza —es decir, bajo el mando de EE UU— también está sobre la mesa. Eso es lo que se está moviendo tras las bambalinas, reconocen fuentes europeas. Pero lo más urgente es formar parte de la negociación que supondrá también un “espaldarazo” para que se respeten los intereses de Ucrania, que son, en último caso, también los de los europeos, siguen las fuentes.

Un esquema con poco protagonismo europeo en el diseño del acuerdo es, además, el que desea Rusia. El Kremlin siempre ha despreciado a la UE, ha tratado de agrietar cualquier atisbo de unidad y de dividir al bloque —que suma más de 450 millones de habitantes, frente a los poco más de 140 millones del país euroasiático— y ha buscado siempre conversaciones bilaterales. Es la postura de Moscú, en la que hace unos días también ahondó Nikolai Patrushev, consejero de Putin. “Las negociaciones sobre Ucrania deben tener lugar entre Rusia y EE UU, sin la participación de otros países occidentales. No tenemos nada que discutir con Londres o Bruselas”, comentó en una entrevista con la publicación rusa Pravda.

Desde su investidura, Trump no ha cerrado ninguna conversación con los miembros de la UE sobre la guerra, aunque sí ha hablado del papel de China —que ha ahondado en su cercanía con Rusia desde la invasión a gran escala— y de la posibilidad de que presione a Moscú para detener el conflicto (aunque por ahora otros actores se han acercado a Pekín, que no ha movido un dedo). El nuevo inquilino de la Casa Blanca parece buscar un entendimiento con el gigante asiático, pero también ha dado muestras de que su postura será la de apretar las tuercas al Kremlin con la economía, con más sanciones y tratando de que baje el precio del petróleo; algo que podría dañar las finanzas ya en cuidados intensivos de Moscú.

El magnate republicano aseguró el viernes que Ucrania está dispuesta a poner fin a las hostilidades y a sentarse a la mesa de diálogo, pero que dependía de Putin. Porque, pese a que da señales contradictorias, lo cierto es que Rusia no ha abandonado sus posiciones maximalistas. El autócrata ruso, sin embargo, está jugando sus cartas. “Creemos en las declaraciones del actual presidente [de EE UU] sobre su disposición a trabajar juntos. Siempre estamos dispuestos a negociar”, dijo Putin el sábado. “Sería mejor que nos reuniéramos, teniendo en cuenta las realidades de hoy, para hablar con calma”, remarcó. Desde la victoria de Trump en las elecciones presidenciales del pasado noviembre, el Kremlin ha insinuado varias veces que querría reunirse con el republicano, con el que ha mantenido una buena sintonía histórica.

Consciente del riesgo de que Kiev y los Veintisiete se encuentren el acuerdo cocinado, Zelenski remarcó el sábado que esas negociaciones debían celebrarse entre EE UU, Ucrania, Rusia y, también, la UE. “Es imposible excluir a Ucrania de cualquier plataforma de negociación, de lo contrario no tendrá resultados reales, sino políticos”, dijo. “Y esos resultados no tenían nada que ver con la seguridad ni con el fin de la guerra”.

En las cúpulas de poder de los Estados miembros de la UE se han acelerado las conversaciones sobre las futuras negociaciones, un tabú hasta hace muy poco tiempo. También sobre las fórmulas para tejer garantías de seguridad que protejan el futuro acuerdo. La apuesta, explica una fuente diplomática al tanto de esos debates, es tratar de buscar la complicidad de Estados Unidos, a la vez que se trata de reforzar a Kiev con más apoyo militar para que llegue a la mesa de diálogo en una posición de más fuerza.

A mediados de diciembre, en una reunión organizada por el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, con Zelenski, los líderes de Alemania, Olaf Scholz; Italia, Giorgia Meloni; Polonia, Andrej Duda; Dinamarca, Mette Frederiksen; Países Bajos, Dick Schoof; y los ministros de Exteriores de Francia, Jean-Noël Barrot; y del Reino Unido, David Lammy; así como los presidentes de la Comisión y el Consejo Europeo, Ursula von der Leyen y António Costa, analizaron las posibilidades de incrementar ese apoyo y pusieron los cimientos de la postura europea ante la futura negociación. La rueda se mueve.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.
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