EE UU se pone en alerta ante el posible efecto imitación del atentado de Nueva Orleans
“Es probable que este tipo de ataques mantengan su atractivo”, dice el FBI en relación con el atropello masivo de Shamsud-Din Jabbar. Washington refuerza la seguridad ante los actos previstos para el inicio del nuevo mandato de Trump
Los turistas y la música han vuelto al Barrio Francés de Nueva Orleans. Este sábado, una banda de trompetas y trombones recorría las callejuelas del centro histórico. De los bares de Bourbon Street brotaban de nuevo las notas de jazz, de blues o de rock. Bajo la mirada de una fuerte presencia policial, a pie, a caballo o en coches patrulla, colas de visitantes aguardaban mesas en los restaurantes que ofrecen las especialidades locales, desde la sopa gumbo al estofado de carabineros. Hasta llegar a la esquina de Bourbon Street y Canal Road: aquí, donde el exmilitar Shamsud-Din Jabbar lanzó su vehículo contra la multitud que celebraba el Año Nuevo y mató a 14 personas, lo que impera es el silencio.
De un lado de la esquina, 14 cruces improvisadas portan las fotos de los fallecidos, obtenidas de recortes de periódico. Del otro, la pared se ha convertido en un punto de homenaje, donde los transeúntes depositan velas, muñecos de peluche, collares de carnaval. El Consulado de Francia ha dejado una corona de flores. Un artista completa un mural. En torno a los nombres de los muertos, se invita a quienes pasan a dejar escrito un mensaje de ánimo. Un camión de policía protege el acceso; también se han desplegado unas barreras protectoras móviles apodadas arcos, ausentes en Nochevieja y que la jefa de Policía de Nueva Orleans, Anne Kirkpatrick, ha reconocido que no sabía entonces que dispusiera de ellas. Desde el jueves están por todo el Barrio Francés.
El atentado de Jabbar, que llevaba en su camioneta alquilada una bandera del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) y estuvo “inspirado al 100%” por este grupo terrorista, según el FBI, ha puesto en guardia a las autoridades estadounidenses, que temen un posible efecto de imitación. La actuación del exmilitar, sumada a la explosión de un vehículo Cybertruck de Tesla frente a un hotel del presidente electo Donald Trump en Las Vegas, ha dejado a la vista graves carencias en la protección pública. En Nueva Orleans, una firma de seguridad había advertido ya en un informe en 2019 de los riesgos de un ataque en el Barrio Francés utilizando un vehículo para arrollar a los transeúntes, según ha publicado el periódico The New York Times. Los bolardos instalados para bloquear el acceso del tráfico rodado a Bourbon Street “no parecen funcionar”, según alertaba la firma, que recomendaba su reparación inmediata. Este Año Nuevo, el dispositivo estaba siendo reparado.
Cunde el temor a que pueda repetirse un ataque similar cuando el país afronta acontecimientos clave: el lunes, el Congreso debe certificar la victoria electoral de Donald Trump, el mismo día que se cumplen cuatro años del asalto al Capitolio perpetrado por partidarios del político republicano; el jueves se celebrará el funeral de Estado del expresidente Jimmy Carter; el día 20 tendrá lugar la investidura presidencial de Trump, un proceso que incluirá un desfile por la capital y varios bailes de gala.
La propia Nueva Orleans también encara eventos multitudinarios en las próximas semanas: el mes próximo acogerá la Super Bowl, la final de la competición de fútbol americano, y sus célebres festejos de carnaval, el Mardi Gras.
Los equipos de transición del presidente saliente, Joe Biden, y de Trump han estado en contacto acerca de la ceremonia de investidura tras el ataque de Nueva Orleans, según revelaba la Casa Blanca este fin de semana.
“La seguridad de la investidura y de los asistentes es la mayor prioridad para todos nosotros en el Gobierno”, sostenía el viernes el portavoz del Consejo Nacional de Seguridad, John Kirby. “Trabajamos intensamente cada día para garantizar la seguridad de la ceremonia contra cualquier tipo de ataque”, agregó. La Policía de Washington ha anunciado un refuerzo de sus medidas de seguridad para las próximas semanas.
Ahora, el FBI investiga cuál fue, exactamente, el proceso de radicalización de Jabbar, que no había llamado la atención de nadie por su extremismo. De 42 años, había nacido y se había criado en Texas, donde su padre se había convertido al islam antes de nacer él. Su madre había mantenido la fe cristiana y la familia nunca había sido especialmente practicante. Sus amigos hablan de excesos con la bebida en su época universitaria. Unos excesos que terminaron cuando ingresó en el ejército como especialista informático. Allí tuvo una trayectoria ejemplar, fue destinado a Afganistán y logró una medalla por su buen hacer.
La vuelta parece haber sido más complicada. Volvió a la Universidad, en Georgia, y allí reconoció en una entrevista a un medio local dificultades para adaptarse a la rutina civil. Su vida familiar comenzó a deshacerse: se ha divorciado tres veces. Pese a un buen salario como empleado en la consultora Deloitte, empezó a contraer deudas, que le forzaron a buscar una segunda fuente de ingresos como agente inmobiliario. Cada vez más interesado en su religión, fue adoptando posiciones más extremas: en unas grabaciones en SoundCloud de hace un año compara la música con la “voz de Satán”, según ha revelado el periódico The Times-Picayune de Nueva Orleans. En los últimos meses se había mudado a una caravana en un barrio musulmán de Houston, donde llevaba una vida aislada. En los vídeos que grabó inmediatamente antes del ataque de Año Nuevo declaraba su lealtad al Estado Islámico, aunque los investigadores no han encontrado, por el momento, indicios de contactos con el movimiento o con cualquier otra organización terrorista.
El hecho de que actuara solo sirve de poco alivio a los investigadores. “Un lobo solitario es bastante más preocupante y peligroso para los encargados estadounidenses del antiterrorismo. Es mucho más difícil para los servicios de inteligencia y para las fuerzas de seguridad descubrir sus planes. Eso es aún más complicado si el atacante se ha radicalizado a sí mismo, recibiendo inspiración y guía de la propaganda del ISIS a través de internet”, apunta Marc Polymeropoulos, del Centro Scowcroft para la Estrategia y la Seguridad del think tank Atlantic Council.
“Aunque por supuesto es un alivio saber que no hay seguidores del Estado Islámico campando por Nueva Orleans y amenazando la seguridad pública, no hay que bajar la guardia. Los métodos de un lobo solitario que utiliza un vehículo para atacar son muy fáciles de imitar y presentan unos desafíos inmensos a las estrategias de contrainteligencia de detección-interrupción-disuasión que han sido tan efectivas en el pasado”, añade el experto.
Precisamente, un boletín del FBI, el Departamento de Seguridad Nacional y los servicios antiterroristas emitido este viernes expresaba la preocupación sobre la posibilidad de “ataques en imitación o como venganza” tras el atropello masivo perpetrado por Jabbar. “Es probable que este tipo de ataques mantengan su atractivo para potenciales atacantes, dado lo fácil de conseguir un vehículo y lo poco que hace falta saber para perpetrarlos”, advierte.
Y aunque el ISIS es hoy una sombra de lo que fue hace una década, cuando declaró el califato en partes de Siria e Irak antes de que una coalición encabezada por EE UU lo desmantelara, mantiene su propaganda en internet y continúa reclutando simpatizantes, recuerda. Su marca sigue atrayendo, como ha demostrado el caso de Jabbar, a aquellos que desean perpetrar violencia en nombre de una ideología islámica radical.
A este riesgo se suma, según el informe, el que otros usuarios en internet han citado ataques como el de Jabbar para lanzar “llamamientos generales a la violencia contra grupos específicos, incluidos inmigrantes y musulmanes”.
En el Barrio Francés, mientras tanto, los grupos de turistas continúan sus visitas guiadas por rutas supuestamente fantasmagóricas o se aglomeran en las galerías de arte y tiendas de recuerdos. Aunque la sensación de seguridad es frágil: las luces y la sirena de una ambulancia a toda velocidad hacían enmudecer durante unos segundos a los comensales de un restaurante en una de sus calles principales, Royal Street. “Lo siento, no es mi sonido preferido últimamente”, se disculpaba una camarera, al seguir tomando nota de una comanda fugazmente interrumpida.
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