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Cartas y cigarrillos de un prisionero ruso de guerra: “Rusia y Ucrania son lo mismo, deben estar unidas”

Las tropas de Kiev capturaron a cientos de soldados enemigos en su incursión en la provincia de Kursk, un éxito destacado por Zelenski para repatriar a sus militares presos

Guerra de Rusia en Ucrania
Roman, prisionero de guerra ruso en una cárcel ucrania de Sumi, el pasado 25 de octubre.Cristian Segura
Cristian Segura

Para hablar con los periodistas, los encarcelados piden a cambio cigarrillos. Los guardias de este centro de internamiento en la provincia ucrania de Sumi abren primero el paquete de tabaco para comprobar que no hay nada escondido dentro de él que esté prohibido. Roman acepta el tabaco para fumarlo luego con la decena de prisioneros de guerra con los que comparte celda. Tiene 32 años y es uno de los más de 2.000 soldados enemigos que, según el Centro para Estrategias de Defensa, han sido capturados desde agosto durante la ofensiva ucrania en la vecina provincia rusa de Kursk. Roman no piensa que haya diferencia entre haber sido apresado defendiendo territorio ruso o en el frente interior de Ucrania: “Para la mayoría de mi gente, Rusia y Ucrania son lo mismo, deben estar unidas”.

El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha subrayado el éxito que supone contar con estos reos porque está permitiendo intensificar los intercambios de sus prisioneros en manos rusas. El ejército ucranio solo puede defender y retroceder en su territorio nacional, pero en Kursk sus brigadas avanzaron casi sin resistencia durante el primer mes de la incursión, capturando a cientos de soldados enemigos que están acelerando el regreso a casa de decenas de ucranios.

Kiev ha detallado que hasta octubre han sido repatriados más de 3.700 personas, entre civiles y militares, gracias en buena parte a la mediación de terceros países como Qatar. El defensor del pueblo ucranio, Dmitro Lubinets, estima que más de 13.000 de sus compatriotas, entre civiles y militares, se encuentran todavía en cautiverio ruso.

Oficiales de dos brigadas de asalto combatiendo en Kursk aseguraron el sábado a EL PAÍS, durante una visita a la frontera, que el frente en la provincia rusa es fluctuante; se pierden y se ganan posiciones constantemente, lo que les permite capturar por compañía hasta cuatro soldados enemigos diarios. Estas fuentes coinciden en que la mitad de los combatientes rusos continúan siendo recientes incorporaciones al servicio militar, sin experiencia y más proclives a entregarse.

Tazas, libros y un transistor en una celda de prisioneros de guerra rusos en Sumi, el 25 de octubre
Tazas, libros y un transistor en una celda de prisioneros de guerra rusos en Sumi, el 25 de octubreCristian Segura

Los intercambios de prisioneros de guerra se han multiplicado desde que empezó la operación ucrania en Kursk el pasado agosto: el último se produjo el 18 de octubre, en el que cada bando liberó a un total de 95 detenidos. Por el lado ruso, muchos de los beneficiados eran reclutas de Kursk. Algunos de ellos procedían del penal de Sumi. Allí había el 25 de octubre decenas de internos rusos, según su vicedirector, que pide no aportar datos precisos. Este militar, un coronel que pidió, al igual que los presos de guerra, ser identificado solo por su nombre de pila, informó de que han llegado a tener a varios centenares de rusos bajo su custodia. El mayor centro penitenciario de soldados rusos en Ucrania se sitúa en Lviv, en el oeste del país.

Roman es un tipo curtido en una vida carcelaria, con el tabique nasal torcido por reyertas pasadas y el pelo rapado. De profesión había sido instalador de neveras industriales, es lo único que indica sobre su pasado previo a incorporarse al ejército en 2019. “Es un trabajo más estable que lo que tenía antes”, explica pidiendo no mostrar su cara a la cámara, vestido con una camisa y pantalón blancos que le ha dado la administración presidiaria. Roman se encuentra en una celda para oficiales, era sargento en un regimiento de infantería motorizada. Fue apresado en agosto. Asegura que no ha combatido en Ucrania. Revela que tiene primos en la provincia ucrania de Jmelnitski, pero que estos dejaron de comunicarse con él en 2014, cuando los separatistas prorrusos de la región de Donbás se levantaron en armas. Roman asegura no entender el motivo por el que esta parte de su familia rompió con él.

Yevgueni, prisionero de guerra ruso, el 25 de octubre en Sumi.
Yevgueni, prisionero de guerra ruso, el 25 de octubre en Sumi.Cristian Segura

Roman es un témpano de hielo hasta que se le pregunta si sus padres en Briansk saben de su paradero. Dice con pena que no lo sabe, que les ha escrito cartas, pero no hay respuesta. Lo mismo explican otros reos. El vicedirector del penal detalla que los prisioneros escriben cartas casi a diario, y que estas son entregadas a la Cruz Roja, que es quien las hace llegar a Rusia. “Lo que suceda con estas en su país, lo desconozco”, afirma este coronel.

Mejor la guerra que una cárcel rusa

Yevgueni tiene 21 años y escribe periódicamente a su familia. Es el más locuaz de los entrevistados y el que muestra ser más sensible. Fue condenado a cinco años de cárcel por tráfico de drogas y el pasado julio firmó un contrato para incorporarse en el ejército. Un mes después fue capturado en Kursk, herido por la metralla y abandonado por sus compañeros, según su relato. Los 40 hombres que componían su unidad eran expresidiarios. “En Rusia pensamos que cualquier cosa, incluso la guerra, es mejor que una prisión rusa. La celda donde estamos ahora es incomparablemente mejor a aquello”, dice Yevgueni. De los cuatro entrevistados, es el único que se muestra contrario a la guerra y resalta que sus padres también están en contra.

En una de las celdas donde están encerrados los combatientes chechenos, el joven Masud destaca lo mismo que Yevgueni: las comodidades que tienen, impensables en un presidio ruso. Hay calefacción, pueden ducharse una vez a la semana, tienen televisión con canales en los que pueden seguir informativos ucranios, pero también películas y deportes. Y pueden solicitar libros en la biblioteca del centro.

Magomed, soldado checheno preso en Ucrania, el 25 de octubre.
Magomed, soldado checheno preso en Ucrania, el 25 de octubre.Cristian Segura

Magomed tiene 47 años y es de Grozni, la capital de Chechenia. No quiere revelar qué hizo durante las guerras chechenas [1994-2017], se limita a decir que estaba en su casa. ¿Le ha recordado la ofensiva rusa que arrasó su ciudad a la invasión de Ucrania? ¿Siente rencor por los rusos? “La guerra es la guerra, no hay más, y no quiero hablar de política”, responde Magomed. Tiene dos hijos y reconoce que no había pensado en la posibilidad de que un día tengan que combatir ellos. “Pero es que no quiero hablar de política”, repite.

¿Por qué lucha Rusia contra Ucrania? ¿Cree que, como su líder Ramzán Kadírov pregona, Europa está tomada por nazis y es un núcleo de degeneración de los valores tradicionales? “No lo sé, no he estado nunca en Europa”, afirma Magomed. “¡Sí que has estado, ahora estás en Europa!”, le replica Masud con una risa. ¿Por qué cree que están en Europa? Masud dice que lo ve allí, señalando el televisor que en aquel momento transmite imágenes de un telediario.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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