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Rafael Grossi, sobre la central nuclear de Zaporiyia: “Nuestros equipos y yo hemos estado bajo fuego directo”

El director del Organismo Internacional de la Energía Atómica revela los pormenores de la “inédita” misión durante dos años de guerra en la planta ucrania bajo ocupación rusa

Rafael Grossi
Rafael Grossi, director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (en el centro) durante su visita a la central nuclear rusa de Kursk, el 27 de agosto.ROSATOM PRESS SERVICE HANDOUT (EFE)
Cristian Segura

Rusia ocupó en marzo de 2022 la central atómica ucrania de Zaporiyia. Desde entonces, Europa ha vivido con el miedo de sufrir un accidente nuclear. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) inició el 1 de septiembre de 2022 las operaciones que le han permitido estar vigilando de forma permanente la central. Esta es una misión “inédita en una agencia internacional”, explica su director, Rafael Grossi (Buenos Aires, 63 años), en una entrevista telefónica con EL PAÍS. Son dos años en los que el propio Grossi y sus técnicos incluso han estado bajo fuego: para acceder a la planta de Zaporiyia deben hacerlo desde el territorio de la Ucrania libre y deben cruzar uno de los frentes de guerra más activos.

La misión del OIEA es uno de los pocos éxitos diplomáticos que se han producido en la guerra de Ucrania, aunque Grossi opina que este es tan solo “parcial”: “El éxito será el día que el conflicto cese, que es algo complejo, o por lo menos que entre en una fase de acuerdo provisional y podamos decir que logramos transitar este periodo sin que hubiera un accidente nuclear”. El director del OIEA sí está convencido de que la presencia de este organismo de la ONU en Zaporiyia y su insistencia diplomática para que la central “no sea atacada o militarizada ha tenido un efecto de mitigación, incluso de disuasión”.

Pregunta. ¿Es la operación más peligrosa en la historia del OIEA?

Respuesta. Probablemente, sí. Nos ha obligado a desplegar a personal en zona de combate, ha obligado a nuestros equipos e incluso a mí mismo a estar bajo fuego directo. Pero esto le da un poco de dramatismo y lo importante es la misión.

P. Seguramente, ustedes son los únicos que están cruzando el frente de guerra. ¿Cómo lo hacen?

R. Requiere delicadas negociaciones. Es una zona de combate y entre el último punto de control ucranio al primero ruso hay una zona gris que nadie controla. La Agencia debe asegurar que haya una suerte de tregua temporal, que se negocia con ucranios y rusos. Hay que dar una serie de parámetros informativos a cada bando para asegurarnos de que durante un lapso determinado, de horas o días, exista lo que se llama “silencio”, que no haya actividad militar. Pero la seguridad del paso nunca está garantizada. La primera vez que pasamos, yo lideraba aquel equipo, estuvimos durante dos minutos bajo fuego en la zona gris. Nunca sabremos quién fue el responsable. Pero ya hemos hecho 22 rotaciones de nuestros equipos.

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P. ¿Cuánto tiempo permanecen sus equipos en la central?

R. Generalmente son tres semanas y un poco más. En ocasiones, porque el conflicto arreció, tuvieron que permanecer más tiempo. En otras ocasiones, no hubo acuerdo entre los contendientes para permitir el paso o hubo desacuerdos sobre la ruta.

P. ¿Siempre cruzan por el mismo punto del frente? El recorrido debe ser lento, por el nivel de destrucción en las carreteras.

R. No puedo detallar la localización, por seguridad, pero normalmente seguimos la misma ruta. En otra época se utilizó otro derrotero. Esto también se debe negociar, porque cada parte tiene su interés sobre una ruta u otra. Y sí, el recorrido es un paisaje lunar de destrucción.

P. ¿Qué momentos han sido los más peligrosos para la vida de sus inspectores?

R. Han sido varias ocasiones. La primera fue pasar por donde nadie había pasado y estar bajo fuego directo. Recuerdo noviembre de 2022, cuando hubo un ataque muy fuerte sobre la central durante todo un fin de semana y nuestros expertos estaban allí. Estos ataques son puntuales. El pasado abril hubo un ataque en lugares por donde nuestros expertos transitan [y en el que resultaron heridos militares rusos].

P. Sin embargo, los incidentes siguen produciéndose con regularidad; este agosto hubo un grave incendio dentro de la planta. ¿Qué sucedió?

R. Hemos hecho una investigación bastante exhaustiva, logramos determinar algunas cosas. Una es que la hipótesis de un incendio autoprovocado, originado en la base de esta torre de enfriamiento, quedó descartada [el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, aseguró que los rusos habían provocado el incendio]. Fue un incendio mayor que ha inutilizado la torre. Si en un futuro la central vuelve a funcionar, habría que demoler la torre y construir una nueva. Determinamos cosas importantes para que los actores implicados y la comunidad internacional extraigan conclusiones.

P. En el lenguaje de sus comunicados públicos evitan señalar la responsabilidad de alguna de las partes en ataques o en incidentes en Zaporiyia. ¿Por qué?

R. Hay una enorme ansiedad y hasta una exigencia ―no solo de Rusia y de Ucrania, sino también de los países que se alinean detrás de ellos, además de periodistas y analistas― de ver a la Agencia convertirse en una especie de juez que saque tarjetas amarillas y rojas. Pero lo que caracteriza al OIEA es que solo hacemos afirmaciones atribuyendo de forma taxativa responsabilidades cuando tenemos la capacidad de comprobar de forma fehaciente que solo hay un responsable en un determinado episodio. Nosotros nos enfocamos en el pecado más que en el pecador. Nosotros decimos: “Quien sea que esté detrás de esto, no puede estar sucediendo”. No hay que olvidar que la continuidad de nuestra función depende también de la aceptación de dos países en guerra. Yo no puedo poner en riesgo mi misión. Cuando me presento ante el Consejo de Seguridad de la ONU, y en estas sesiones nadie está de acuerdo en nada, todos los miembros sí están de acuerdo en que es fundamental que el OIEA esté allí.

P. ¿En Zaporiyia han señalado en alguna ocasión responsabilidades concretas?

R. No lo hemos hecho directamente, pero a veces hemos tenido diálogos importantes, privadamente, acerca de ciertos episodios.

P. ¿Sus técnicos residen siempre en los mismos domicilios del municipio de Energodar para que el ejército ucranio sepa dónde se encuentran?

R. Residen en la planta, porque es más seguro, por razones de confidencialidad y porque cuentan con equipos técnicos que deben estar sumamente protegidos.

P. ¿Tienen libertad sus técnicos para inspeccionar la planta como consideren oportuno?

R. Tenemos un programa diario, semanal y mensual de actividad de los inspectores, además de actividades puntuales si sucede algo como un ataque. Se tiene que negociar, no solo con el operador ruso de la central [la empresa estatal Rosatom] sino también con las autoridades de seguridad. A veces hay un acuerdo inmediato, a veces hay un acuerdo parcial, o es más tarde. Pero en líneas generales tenemos todo el acceso que necesitamos.

P. ¿Qué fuerzas militares hay en la central?

R. La seguridad de la planta es responsabilidad de la policía militarizada Rosgvárdia. Hay un contingente menor de las Fuerzas Armadas especializado en emergencias químicas, radiológicas y biológicas.

P. ¿Sus inspectores pueden hablar libremente con los operadores de la central, sin presencia de personal armado?

R. En la mayoría de los casos, sí.

P. Las autoridades ucranias, y el OIEA también, han hecho hincapié en la presión psicológica que sufre el personal ucranio que opera la central. ¿Esto sigue siendo así?

R. Eso continúa siendo así. Es una central en la línea de frente, la gente allí sigue bajo un estrés permanente. Mucha gente se ha quedado allí, pero con familias separadas. Hay gente que ha pasado de forma permanente al territorio controlado por Ucrania. Otros han decidido quedarse porque es su vida, es su trabajo. Se trata de gente normal y toda su vida se centraba en el trabajo en la central.

P. Visitó el 27 de agosto la central rusa de Kursk, bajo riesgo por la ofensiva ucrania. ¿Ha hablado con la parte ucrania de ello?

R. Estaré la semana entrante en Ucrania, espero poder encontrarme con el presidente Zelenski y con varios ministros. Por supuesto que he tenido diálogo con ellos estos días por vía diplomática.

P. ¿Qué diferencias hay entre el riesgo de accidente en Kursk y en Zaporiyia?

R. La incursión militar en Kursk, si visualizamos los mapas, ha tenido una proyección en dirección a la central. El punto de la ofensiva más cercano a la central se encuentra a un par de decenas de kilómetros, lo que hace que la situación sea objetivamente peligrosa. La central está al alcance de la artillería, y hay que sumarle que es una central del tipo RBMK, similar a la que existía en Chernóbil, centrales que tienen su núcleo externo, sin un domo de cemento y de metal que la proteja. La eventualidad de un impacto, incluso de un dron, puede generar un escape radioactivo muy importante.

P. ¿Usted recomendaría hoy vivir en las regiones cercanas a la central de Zaporiyia?

R. Vivir cerca de una zona de combate es algo que no recomendaría a nadie, haya una central nuclear o no. Es verdad que ciertos políticos involucran a las centrales nucleares en un conflicto porque el riesgo de accidente genera pánico; tiene un valor psicológico o militar.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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