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La coalición de Olaf Scholz se embarra en otra crisis por el ataque del liberal Lindner al pacto presupuestario

El ministro de Hacienda alemán trata de marcar agenda con propuestas que desafían a sus socios verdes y socialdemócratas, como dar más espacio a los coches en las ciudades y pedir recortes en las prestaciones sociales

Olaf Scholz
Olaf Scholz (derecha), junto con sus socios de coalición, el liberal Christian Lindner (izquierda), y el verde Robert Habeck, durante la comparecencia ante la prensa el 5 de julio para anunciar el acuerdo presupuestario.Axel Schmidt (REUTERS)
Elena G. Sevillano

Las peleas entre los tres miembros de la coalición alemana no amainan ni en agosto. El disputado presupuesto del año que viene, que parecía encarrilado después de que los socios presentaran un acuerdo a principios de julio, vuelve a embarrar la arena política. El ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, está ahora poniendo en duda lo pactado y anunciando una serie de medidas que desafían a sus socios socialdemócratas y verdes. El canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, sigue con la agenda vacía esta semana, pero sus vacaciones están lejos de ser tranquilas.

Como ocurre cada pocos meses, el fantasma de una ruptura de la coalición vuelve a agitarse en los mentideros políticos berlineses. Con unas elecciones regionales de alto voltaje a la vuelta de la esquina ―Turingia y Sajonia renuevan su parlamento el 1 de septiembre con la ultraderecha en cabeza en los dos Estados del este del país― hay quien se pregunta si Lindner está simplemente haciendo campaña, o si quiere forzar una quiebra. Desde luego parece dispuesto a animar el sommerloch, el exangüe periodo estival alemán en el que la huida de los políticos de la capital deja a los medios sin noticias que llevarse a la boca.

La enésima crisis afloró hace unos días, cuando un bronceado Lindner dio una entrevista en la cadena pública ZDF y afirmó que “se ha puesto de manifiesto que hay riesgos constitucionales y dudas de aplicación concreta”, en referencia al acuerdo presupuestario que tanto había costado sacar adelante. Hace poco más de un mes, el propio Lindner, junto con Scholz y el vicecanciller y ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, se habían presentado ante los medios de comunicación para anunciar el pacto.

Tras meses de disputas y cuando parecía que sus diferencias eran irresolubles, comparecieron sonrientes para calmar al país tras una noche en blanco de negociaciones de última hora. El alivio fue grande. Los tres partidos venían de sufrir un revés en las elecciones europeas de junio. El SPD obtuvo el peor resultado de su centenaria historia, los verdes cayeron casi a la mitad y los liberales superaron por los pelos el límite del 5%. Con la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) en segundo lugar, la presión para aparcar las diferencias y pactar las cuentas públicas era máxima.

Hacer saltar el pacto

Ahora Lindner amenaza con hacerlo saltar por los aires. Según un informe que encargó a varios expertos ―convenientemente filtrado al diario económico Handelsblatt hace unos días―, partes del presupuesto podrían ser inconstitucionales. En concreto, el uso de 4.900 millones de euros para fines distintos de los asignados inicialmente, que eran compensar la subida de los precios del gas. Todavía está reciente la sentencia del Tribunal Constitucional que a finales del año pasado noqueó al Gobierno al anular los trucos contables que permitían a la coalición gastar eludiendo el freno de la deuda, que limita el déficit al 0,35% del producto interior bruto salvo en casos de emergencia.

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Los jueces del tribunal de Karlsruhe obligaron a sacar del presupuesto 60.000 millones de euros inicialmente destinados a un fondo para el clima, lo que abrió un enorme agujero en las finanzas públicas y provocó la peor crisis entre los socios hasta la fecha. Lindner, no se sabe si por convicción o por cálculo político, asegura que no se quiere arriesgar, que hay que volver a sentarse a negociar y, probablemente, acordar nuevos recortes. “¡No me va a pasar una segunda vez!”, exclamó durante la entrevista en televisión.

Sus palabras han sentado muy mal entre sus socios, que no le perdonan el espectáculo público. “Toda esta actuación que hemos visto en la última semana era completamente innecesaria. Era superflua. Ha desestabilizado aún más al país. La tarea de un gobierno federal es presentar un presupuesto al parlamento, y eso es lo que pasará la semana que viene”, aseguró el lunes el secretario general del SPD, Lars Klingbeil. También los verdes están indignados: “Este trabajo no consiste en despotricar públicamente sobre las cosas que no funcionan. Los últimos días han sido un desastre, pero mejoraremos y sacaremos adelante el presupuesto”, anunció Habeck durante una vista en Baja Sajonia.

Tanto socialdemócratas como verdes se niegan a reabrir el melón presupuestario, menos aún después del insólito acto preelectoral que organizaron los liberales este lunes para marcar agenda. El FDP aparece en las encuestas de intención de voto en las regionales del 1 de septiembre en el apartado de “Otros”. Ninguna cree que pueda superar la barrera del 5% y entrar en los parlamentos. Eso explicaría las propuestas radicales a favor del coche que presentaron en Brandeburgo (donde se celebran comicios el 22 de septiembre) y que van mucho más allá de su ya conocida negativa a imponer límites de velocidad en las autopistas.

El partido de Lindner apuesta por el estacionamiento gratuito en el centro de las ciudades o, alternativamente, por una tarifa plana para aparcar en toda Alemania, al estilo del Deutschlandticket que permite usar el transporte público local y regional en todo el país por 49 euros al mes. Además, opina que deben dejar de crearse zonas peatonales y carriles bici para dar más espacio a los coches en las ciudades. Propuestas que ni los conservadores de la CDU defenderían hace 20 años y que desafían directamente a sus socios ecologistas de Gobierno.

“Esta decisión que tomamos hoy es una señal clara de que no participamos en la guerra cultural contra el automóvil”, dijo el secretario general de la formación, Bijan Djir-Sarai. “Defendemos la libertad de elección en movilidad y el coche forma parte de ello”, añadió, en un intento claro de distanciarse de la política de los verdes. No es la única salida de tono de los liberales contra sus socios en los últimos días. Los altos cargos del FDP están haciendo un tour por los medios de comunicación aprovechando la sequía veraniega y tratando desesperadamente de llamar la atención de su electorado potencial.

El jefe de su grupo parlamentario, Christian Dürr, atacó desde las páginas del tabloide Bild el bürgergeld, la prestación social de la que hacen gala los socialdemócratas de Scholz. Dijo que cuesta demasiado dinero y que habría que recortarla porque la última subida fue excesiva. El partido se sumó así a la campaña de Bild, que lleva medio verano calentando a sus lectores contra la renta ciudadana con portadas incendiarias que sugieren que la mayoría de los perceptores trabajan en negro o que viven mejor de subsidios que trabajando. Argumentos precisamente a los que suele recurrir la ultraderecha para movilizar a votantes preocupados por la mala situación económica de Alemania.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.
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