Sheikh Hasina, la eterna líder de Bangladés que perdió el poder por su deriva autoritaria
La primera ministra durante 20 años logró impulsar la economía de uno de los países más pobres del mundo mientras perseguía a las voces críticas. Las protestas estudiantiles precipitaron su caída
Sheikh Hasina (Tungipara, 76 años) ha sido elegida cinco veces primera ministra de Bangladés, el octavo país más poblado del mundo con 170 millones de habitantes. Con ella al frente, el partido de la Liga Awami (de centroizquierda) se hizo con el poder por primera vez en 1996 y, en dos periodos distintos, gobernó durante 20 años. Ella se convirtió en la esperanza para asentar un Bangladés democrático después de un periodo convulso de guerra y golpes militares.
Tras su primer periodo como primera ministra, de 1996 a 2001, pasó varios años en la oposición, señalada por su cercanía con el Gobierno indio. Desde 2009 encadenó cuatro victorias consecutivas, la última en enero de 2024. El poder se lo daban las urnas, la comunidad internacional alababa los enormes progresos del país, le otorgaban premios por sus políticas en favor de las mujeres… Pero sus detractores le acusan de que al final acabó creyéndose que el poder era suyo y desarrollando un liderazgo autoritario que no admitía crítica ni oposición.
La contención violenta contra las protestas estudiantiles de las últimas semanas, en las que más de 300 personas han muerto, además de miles de heridos y detenidos, han precipitado el fin del Gobierno de Hasina este 5 de agosto. Es el punto final a un periodo de represión creciente contra cualquier voz crítica que osara oponerse a su gestión.
El reinado de la mandataria que más tiempo ha ostentado el poder en la joven democracia de Bangladés acabó sin más ruido que el del helicóptero al que se subió rumbo a la India. Sin dirigirse a los ciudadanos que se echaron a las calles para celebrar el momento. No es la primera vez que la exmandataria se exilia del país, ni tampoco la primera que acaba en la India y asilada en el Reino Unido, donde ya estuvo y ahora sopesa regresar. Aunque dice su hijo, Sajeeb Wazed Joy, que esta vez se marcha para no volver, al menos, a la política.
Hasina es la mayor de cinco hermanos, hija del considerado padre de la nación, Sheikh Mujibur Rahman, quien declaró la independencia de Bangladés en 1971, que hasta entonces era territorio de Pakistán. Su padre se convirtió en el primer jefe del nuevo Estado y en el líder de la Liga Awami. Este carismático dirigente fue asesinado durante un golpe militar el 15 de agosto de 1975, junto a su esposa y sus tres hijos varones. Las únicas supervivientes fueron Hasina y su hermana Rehana, que residían en ese momento en Alemania.
Tras el asesinato de su familia, Hasina se mudó al Reino Unido y allí fue elegida presidenta de la Liga Awami en 1981, año en el que regresó a Bangladés con la intención de derrocar al régimen autocrático. Y lo logró gracias a una alianza inesperada con su rival política Khaleda Zia, líder del Partido Nacionalista de Bangladés (BNP), para liderar un levantamiento popular por la democracia que derrocó al gobernante militar Hossain Mohammad Ershad en 1990.
Paulatinamente, sus críticos la acusaron de transformarse en lo que antes había combatido. Se aferró al poder y su entonces aliada se convirtió en enemiga. Khaleda Zia fue acusada de corrupción en 2018 y encarcelada hasta las revueltas actuales, que han permitido su libertad.
La “sólida trayectoria de crecimiento y desarrollo de Bangladés” durante los mandatos de Hasina, según un análisis del Banco Mundial de este mismo abril, ha estado acompañada y opacada por las continuas denuncias de organizaciones de derechos humanos, la oposición y la sociedad civil del país por la deriva autoritaria de sus gobiernos.
La violenta represión de las manifestaciones estudiantiles de las últimas semanas son un capítulo más, el último y más sangriento, de una ristra de atropellos. El uso de la fuerza excesiva para contener las protestas era común, las voces disidentes se enfrentaban a ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas o la cárcel en un país donde la pena de muerte todavía se mantiene. Lo dice Amnistía Internacional en la última evaluación del país para el período 2018-2023.
Hasina tenía los datos de su parte para sacar pecho por su gestión. Bangladés dejó de integrar la lista de países menos adelantados del planeta para alcanzar el nivel de ingresos medios-bajos en 2015. La pobreza extrema (vivir con menos de 2,15 dólares al día) disminuyó del 11,8% en 2010 al 5% en 2022. De manera similar, apunta el Banco Mundial, la pobreza moderada (menos de 3,65 dólares al día) disminuyó del 49,6% al 30,0% en ese mismo período. El producto interior bruto crecía un promedio del 6% anual. “Los resultados en materia de desarrollo humano mejoraron en muchas dimensiones, como la reducción de la mortalidad infantil y el retraso del crecimiento, y el aumento de las tasas de alfabetización y el acceso a la electricidad”, asegura el organismo.
En diciembre de 2023, la revista Forbes la situaba en el puesto 46 de las 100 mujeres más poderosas del mundo. Pero en vez de centrarse en ensalzar sus logros, Hasina se obsesionó con silenciar las críticas y eliminar cualquier oposición. Y en julio de 2024, ese ejercicio de la fuerza y la represión contra cualquier atisbo de disidencia se le fue de las manos. Medio siglo después de la pérdida que marcó su trayectoria, su exilio y ascenso, ha sido precisamente el rechazo social al sistema de cuotas de contratación de funcionarios, que reservaba un 30% de los empleos públicos para los parientes de los combatientes de la guerra de liberación contra Pakistán que abanderó su padre, lo que ha desencadenado su caída final.
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