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Scholz, el optimista al que no le salen las cuentas

El canciller alemán confirma su voluntad de ser candidato en las elecciones de 2025 con su valoración en mínimos y tras haber obtenido el peor resultado histórico para el SPD en las europeas

Scholz
El canciller alemán, Olaf Scholz, a su llegada a la rueda de prensa de verano, este miércoles en Berlín.HANNIBAL HANSCHKE (EFE)
Elena G. Sevillano

Escuchando a Olaf Scholz en la tradicional rueda de prensa antes de las vacaciones de verano podría parecer que el canciller alemán hace oídos sordos a lo que opinan de él. O no lee las encuestas, o no le importan en absoluto. Una mayoría de alemanes están descontentos con su gestión, pero eso no parece influir en el futuro político que imagina para sí mismo: quiere intentar volver a ser canciller. Después de casi tres años en el cargo, la valoración de Scholz ha caído a mínimos, algo que se ha traducido en un pésimo resultado del SPD en las elecciones europeas de junio pasado. ¿Una pista para cambiar de rumbo? Él cree que no.

El canciller está convencido de que los ciudadanos sabrán apreciar sus logros en una legislatura convulsa de constante tensión entre los tres socios de la coalición (socialdemócratas, verdes y liberales) y acabarán dándole su confianza de nuevo. Por eso presumió de haber elevado el salario mínimo a 12 euros la hora, de garantizar las pensiones y de resistir a los intentos de recortar la renta ciudadana.

Este miércoles, en la última cita con los periodistas antes de retirarse a descansar -con excepción de la inauguración de los Juegos Olímpicos en París este viernes- un par de semanas, Scholz confirmó que volverá a ser candidato del SPD en las próximas elecciones federales, que se celebran el 28 de septiembre de 2025. El canciller quiso despedirse exhibiendo un optimismo desbordante. No parece tener dudas de que ganará la apuesta: cree que es cuestión de tiempo, que el rechazo pronto se convertirá en aprobación.

El SPD todavía no le ha confirmado como candidato, pero las declaraciones recientes de pesos pesados como la copresidenta, Saskia Esken, o el ministro de Defensa, Boris Pistorius, parecen indicar que tiene al partido detrás. La incógnita es cómo podría dar la vuelta a las encuestas a poco más de un año de la cita con las urnas. Una de la semana pasada de Forsa recogía que apenas uno de cada cuatro alemanes (23%) están satisfechos con el trabajo de Scholz. Un estado de opinión que se traduce también en hechos. El SPD obtuvo en las europeas el peor resultado en su más de un siglo de historia.

“El SPD ha dejado de ser un partido de masas”, sentencia el politólogo Wolfgang Schröder, director emérito del Centro de Investigación en Ciencias Sociales de Berlín (WZB). “Lleva casi dos años en el tercer puesto del sistema de partidos alemán, con apenas un 15%-20% de apoyo electoral”. El resultado de las elecciones al Parlamento Europeo dejó al SPD, con el 13,9% de las papeletas, por detrás de los conservadores, que ahora rondan el 30% en intención de voto, y de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD), que se aproxima al 18%.

Cuánto ha contribuido el propio Olaf Scholz en su papel de canciller a esa caída de popularidad es discutible, pero la pregunta que abrió la rueda de prensa veraniega fue significativa: “Muchos en el SPD y muchos ciudadanos se preguntan si es usted el candidato adecuado. ¿Es posible que quiera seguir el ejemplo del señor Biden o va a presentarse con la misma confianza, por así decirlo, que mostraba el señor Biden semanas atrás?”. La primera, en la frente. Scholz sonrió, dio las gracias por la pregunta “tan amable y amistosa” y respondió con el optimismo inalterable que mantendría durante las casi dos horas de charla: “El SPD es un partido muy unido. Estamos todos decididos a entrar juntos en la próxima campaña electoral para el Bundestag y a ganarla. Me presentaré para volver a ser canciller”.

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La cuestión del liderazgo parece estar cerrada en la cúpula del SPD, pero los afiliados no lo tienen nada claro. Solo un tercio de los miembros del partido cree que Scholz debería presentarse de nuevo, según una encuesta reciente de Forsa para la RND. El mismo número (33%) estaría a favor de que diera el paso el ministro de Defensa, el miembro del gabinete mejor valorado por los alemanes. A un 8% le gustaría ver como candidato al copresidente Lars Klingbeil y el resto optó por otros candidatos o no dio ninguna respuesta. Entre las bases, además, cunde el desánimo. Dos tercios de los encuestados dijeron que no creen que el SPD vuelva a ser el partido más votado como en las elecciones de 2021.

“Este debería ser el mejor momento para el liderazgo político. Vivimos una época de extraordinaria concentración de grandes retos políticos: desde la crisis climática y migratoria hasta la guerra en Ucrania y en Gaza. Pero estamos viendo líderes políticos débiles, como los del Reino Unido en los últimos 10 años, Macron en Francia, el canciller de Austria o Biden en Estados Unidos. Scholz es uno de ellos”, opina Schröder en conversación con EL PAÍS.

Al canciller, además, le penaliza tener que gobernar en una coalición tripartita en constante disputa, por no hablar de su personalidad: “No tiene ningún carisma y no sabe explicar sus decisiones a los ciudadanos”, asegura el politólogo. Un sondeo reciente muestra que la mayoría (55%) de los alemanes piensan que Angela Merkel lo habría hecho mejor que él de haberse enfrentado a las mismas crisis.

Mucho tendrían que cambiar las cosas en un año para que Scholz pudiera reeditar el tripartito gracias al que pudo formar Gobierno en 2021. Sus socios de Los Verdes también se hundieron en las europeas y los liberales llevan tiempo en la cuerda floja del 5% mínimo para entrar en el Bundestag. La única perspectiva realista de formar parte de una alianza de Gobierno sería en gran coalición con los conservadores de la CDU y su socio bávaro CSU. “Y entraría como socio menor, con la mitad del apoyo que los democristianos”, recuerda Schröder.

Los periodistas recordaron constantemente a Scholz lo que dicen las encuestas de él y de su Gobierno -sus principales figuras, como la ministra de Exteriores, la verde Annalena Baerbock, o el ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, también están en el punto más bajo de aprobación-. “Para cuando se celebren las elecciones le habremos dado un vuelco a las encuestas”, insistió el canciller, que acabó entrando en el discurso demoscópico: “Los malos resultados en los sondeos son un incentivo para querer mejorarlos”.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.
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