Los ultraortodoxos se enrocan frente al Gobierno israelí: “No nos alistaremos en el ejército enemigo”
Los vecinos del barrio religioso de Mea Sharim en Jerusalén insisten en que no van a obedecer la orden del Tribunal Supremo que les obliga a vestir el uniforme militar
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no es capaz de aplacar el último frente con la comunidad ultraortodoxa del país, que se le ha abierto de forma paralela a la guerra que libra en Gaza. Su última demostración ha sido la marea negra conformada por los sombreros y los abrigos de decenas de miles de judíos ultraortodoxos de todas las edades que este domingo por la tarde tomó el barrio de Mea Sharim de Jerusalén. La comunidad jaredí (religiosos) reforzó con esa protesta el pulso que mantiene con las autoridades tras el fin del privilegio que les mantenía alejados de la obligación de servir en el ejército, dictado el 25 de junio por el Tribunal Supremo. Una gran pancarta colgada a lo largo de tres pisos de una fachada de ese vecindario deja clara su postura: “No nos alistaremos en el ejército enemigo”.
Sholomi Shisha, de 19 años, cierra el puño mientras asegura que “el ejército y el Gobierno de Israel son como Hamás”. Es la mejor manera que tiene para expresar que consideran a los militares y los gobernantes de su país como impuros y pecadores. ¿Y si te obligan a ser soldado a la fuerza? “Si tengo que ir a la cárcel, pagaré el precio”, responde.
Un corrillo de jóvenes curiosos, todos con el mismo terno negro salvo la camisa blanca, rodean al reportero. Algunos son judíos estadounidenses, que lucen también sus largos tirabuzones, y se manifiestan en apoyo de sus correligionarios israelíes, pues a ellos no les afecta la imposición del Supremo. Tampoco a las mujeres jaredíes. Uno de ellos, Cheskel Weiser, de 20 años y llegado a Jerusalén hace siete meses para estudiar la Torá, tiene claro que “el ejército va contra la religión judía”.
Moshe (no da su apellido), de 40 años, está acompañado de su hija Raquel, de un año en brazos. “Rezamos y ese es nuestro servicio al ejército”, justifica. En efecto, cuando apenas eran unos cientos de habitantes, las autoridades autorizaron a los ultraortodoxos a mediados del siglo XX estar exentos de vestir el uniforme militar. Pero hoy en día representan a más del 13% de los 10 millones de israelíes. Muchos se dedican únicamente a rezar y estudiar las sagradas escrituras mientras son subvencionados por el Gobierno.
Pero la guerra con Hamás en Gaza, que va a cumplir nueve meses el próximo domingo, y la amenaza de una escalada en el norte con la guerrilla libanesa Hezbolá ha llevado a las autoridades a reclamar no solo más reservistas de los más de 300.000 que han sido ya llamados, sino que los jaredíes se sumen a la defensa del país. Tirando de sorna y una sonrisa, Moshe expresa sus “condolencias, al igual que hace el primer ministro” (Benjamín Netanyahu) por los más de 300 soldados que han perdido la vida en la presente guerra, una cifra cien veces inferior a los casi 38.000 palestinos muertos. La heterogénea coalición que sostiene en el poder a Netanyahu depende no solo de ultranacionalistas, sino también de formaciones ultraortodoxas a las que la decisión del Supremo puede llevar a dejar caer el Ejecutivo.
“Ellos hacen su trabajo y nosotros, el nuestro. Ellos son seculares; nosotros somos religiosos. No nos quieren como somos, con nuestros abrigos, nuestros sombreros”, resume, refiriéndose abiertamente a un “choque” entre ambas posturas en la sociedad israelí que puede acabar en “guerra civil”.
Sin policía
La muchedumbre abarrotaba en la manifestación del domingo varias calles de Mea Sharim sin la presencia de agentes de policía, mientras por la megafonía sonaban rezos que los presentes iban acompañando. Algunos llevaban en la mano la Torá. Otros, carteles que elevaban ayudados de palos de madera con diferentes lemas, pero que giraban siempre en torno al mismo argumento: “Israel no es un Estado judío, es un Estado sionista. Los judíos no son sionistas”. “Antes morir como judíos que vivir como sionistas”. “Rechazamos servir en un ejército al servicio de los dioses sionistas”. “Imposición antirreligiosa. Nuestra vida se está volviendo imposible aquí”. “La ley no es para que nos hagamos soldados, sino para convertirnos en sionistas”. “Las autoridades persiguen a los estudiantes de la Torá”.
Tras la protesta, hubo cinco detenidos tras el lanzamiento de piedras a los vehículos de un ministro y un exministro, según medios locales, y varias decenas de los manifestantes fueron reducidos con cañones de agua por la Policía ya caída la noche en el entorno de la sede del Tribunal Supremo.
Durante toda la tarde, en los laterales de las aceras, los balcones y las ventanas, y sin participar directamente, las mujeres ultraortodoxas presenciaron el paso de la manifestación. Entre los periodistas que cubrían la marcha de protesta había varias mujeres que recibieron escupitajos y fueron insultadas, empujadas y agredidas con el lanzamiento de objetos por parte de los religiosos para que abandonaran el entorno. Incluso algunas ultraortodoxas las conminaron a ello. Da igual que las periodistas accedieran a las calles del barrio ultraortodoxo vestidas de manera modesta y respetuosa con los usos de los religiosos. Por momentos, una turba descontrolada acabó rodeando a alguna de ellas mientras le arrojaban agua en vasos o en botellas al grito de “¡Puta!”.
Sigue toda la información internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.