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El retroceso de Modi en la India, a través de la elección de una parlamentaria musulmana

La victoria de Iqra Choudhary, una política de 28 años que ha arrebatado el escaño al gobernante BJP, muestra cómo las políticas divisivas y el zarpazo del paro y la inflación han pasado factura al Ejecutivo

Iqra Choudhary (en el centro, de negro) recibe el jueves 6 de junio las felicitaciones de los vecinos de Kairana.
Iqra Choudhary (en el centro, de negro) recibe el jueves 6 de junio las felicitaciones de los vecinos de Kairana.Guillermo Abril
Guillermo Abril

Decenas de hombres se agolpan alrededor de una mujer menuda. Ella se recoloca el velo negro sobre el cabello cada vez que alguno le toca la cabeza en señal de bendición. Son sus vecinos, todos quieren acercarse, darle la enhorabuena, hacerse una foto, confiarle su problema, pedir ayuda para resolverlo, algunos le traen dulces o flores. Iqra Choudhary, de 28 años, escucha, se deja fotografiar, agradece juntando las palmas de las manos, y así durante cerca de una hora. En Kairana, una circunscripción rural y deprimida a unos 120 kilómetros de Nueva Delhi, esta política musulmana se ha convertido en el rostro de la victoria local de la alianza opositora, una amalgama de más de 20 partidos bautizada India, frente al Bharatiya Janata Party (BJP), la formación nacionalista hindú del primer ministro, Narendra Modi. “Estas elecciones han insuflado confianza a mucha gente”, valora Choudhary cuando logra zafarse de los simpatizantes.

Es jueves, apenas han pasado 24 horas desde el final de un escrutinio que confirma que Modi, de 73 años, podrá formar Gobierno, pero en minoría y con necesidad de pactos. Tras una década con mayorías holgadas, ha perdido su aura de invencible. Es una derrota “política y moral”, ha dicho la oposición, a la que se había dado erróneamente por muerta. En el Estado rural y empobrecido de Uttar Pradesh, el más poblado de la India (240 millones de habitantes), y el que más escaños aporta (80), Modi ha sufrido una dentellada profunda. El BJP ganó en 2014 y 2019; esta vez ha perdido casi la mitad de los escaños, pasando de 62 a 33. La fuerza más votada ha sido el Samajwadi Party (SP; Partido Socialista), de la alianza opositora. Esta es la agrupación de Iqra Choudhary, que le ha arrebatado el escaño al candidato del BJP, por lo que se convertirá, en su primer intento, en parlamentaria de la Lok Sabha (la Cámara baja, encargada de investir al primer ministro).

Los votantes han dado su apoyo a un mensaje de “cohesión” frente a la “política divisiva” de Modi, valora Choudhary, que proviene de una familia vinculada a la política. El BJP, incide, ha intentado “enfrentar a hindúes y musulmanes” e “inocular el miedo” a que las personas de fe islámica, una minoría de 200 millones (el 14%) en la India, “les quitarán el trabajo y la riqueza”. La circunscripción se encuentra cerca de una zona tocada por la violencia comunal, y saltó a los titulares por un supuesto éxodo de hindúes acosados, que ella considera “incierto”.

Sarvez, de 35 años, regresa en moto de recoger forraje en el campo en Kairana (Uttar Pradesh) el jueves 6 de junio.
Sarvez, de 35 años, regresa en moto de recoger forraje en el campo en Kairana (Uttar Pradesh) el jueves 6 de junio. Guillermo Abril

En Kairana, donde casi un tercio de los 1,7 millones de votantes son musulmanes, según The New Indian Express, cualquier victoria requiere también del apoyo de hindúes y de personas de todas las castas, incluidas las más bajas (el 15%, según el diario Lokmat). “La India es una tierra diversa. Nos han votado muchas comunidades, por eso hemos logrado el escaño”, defiende Choudhary. La estrategia de división del BJP buscaba “desviar la atención de los problemas de fondo”, dice. Quizá el principal: “No hay trabajo para los jóvenes de este país”.

El paro juvenil, por encima del 45%

Con el desempleo juvenil por encima del 45% y la inflación de un alimento básico como el arroz en un 14% interanual, estas elecciones se han jugado en gran medida en el terreno de la falta de perspectivas. En Kairana no hace falta rascar mucho para encontrar las heridas abiertas de la desigualdad. Al otro lado de la autopista que circunvala la ciudad, donde comienzan los cultivos, se encuentra Siraj Sidique, de 32 años, junto a tres inmensos fardos del tamaño de un trolebús; contienen hojas de la planta del arroz —usadas como alimento para los animales— y virutillas secas, que emplean como combustible. Es musulmán. Votó al BJP en 2014 y 2019. Esta vez ha optado por Choudhary. “En cinco años ni siquiera hemos visto al parlamentario del BJP”, protesta. “Hay desempleo, inflación. La gente quiere un cambio”.

Detrás de los fardos, Mohamed Jamshed, de 72 años, también musulmán, limpia de malas hierbas unos plantones de calabaza junto a sus nietos. “Todos hemos votado a Iqra”, dice. “No queremos que gobierne el BJP más, no ha hecho nada por nosotros. Aquí nadie tiene trabajo”. De allí nace un camino de tierra que va hacia los sembrados, por donde viene en moto Sarvez, de 35 años, cargado con un paquete de forraje para sus dos búfalos. “Todo el mundo está aquí apenado con sus problemas, no tiene solución”, dice este hombre con tres hijos.

Siraj Sidique, de 32 años, pequeño empresario agrícola que ha votado a Iqra Choudhary, el jueves 6 de junio, en localidad de Kairana.
Siraj Sidique, de 32 años, pequeño empresario agrícola que ha votado a Iqra Choudhary, el jueves 6 de junio, en localidad de Kairana. Guillermo Abril

A su espalda, apunta al cielo la chimenea de un horno dedicado a la cocción de ladrillos. Se ven por toda la región, humeantes como palos de incienso clavados en la tierra. Allí se encuentra Sohail, jornalero de 19 años, con el rostro cubierto de polvo anaranjado. Gana 300 rupias al día, unos 3,3 euros, igual que su padre y su madre, que dicen tener 60 años, haber trabajado allí desde su juventud, y están en cuclillas frente a él, tomando un respiro, mientras observan trabajar al muchacho. Encaramado a un muro de ladrillos, Sohail toma de bajo sus pies estos elementos primarios de la construcción recién cocidos al calor de boñigas de vaca y los lanza de dos en dos al montón de ahí abajo, para que los recoja otro jornalero como él.

El trajín es incesante, un ir y venir de carros y carretas, animales de carga, y trabajadores recubiertos de polvo. Cuando a la familia de Sohail se le pregunta por el voto, la madre replica: “Qué más da uno que otro, a nosotros nunca nos cambia nada”. Reconocen que en el pasado eligieron al BJP, pero esta vez al SP. Sohail, que se estrenaba en las urnas, también ha optado por Choudhary. Son gente que ni siquiera puede pagar la electricidad porque supondría renunciar a comer; una mujer cuenta que no escolariza a su hijo porque no puede asumir las tasas. Otro de los jornaleros, un dalit (la casta de los intocables), se enciende un pitillo y dice que también votó a la candidata del SP: “Es de los nuestros, una local; los del BJP son foráneos”.

En uno de los barrios de la circunscripción donde viven estos intocables, en su mayoría hindúes, casi todos los entrevistados aseguran haber votado al BJP. Pramod Parasa, de 52 años, reconoce los motivos de la derrota: hay inflación y desempleo, al candidato del BJP no se le ha visto apenas y quien ha votado a este partido lo ha hecho por Modi. Sin embargo, también en este feudo del partido en el poder, hay gente como Vipin Kumar, un vendedor de verduras de 34 años, antiguo votante de esta formación, que explica por qué ha apostado esta vez por la joven política musulmana: “Para presionar al BJP, para que rectifique, y, la siguiente vez que prometa algo, lo cumpla”. Menciona las propuestas sobre empleo y el ingreso de 150.000 rupias en la cuenta de cada indio como promesas incumplidas.

“En lugares como Uttar Pradesh queda claro que la juventud, la gente pobre y los dalit han votado en contra del BJP”, subraya el profesor Apoorvanand, voz habitual entre los críticos del Gobierno. Considera que el resultado electoral “es un mandato contra la desigualdad”, un “mensaje sonoro de rechazo a la idea del hegemonismo”, y “de restauración del equilibrio en la democracia”. Quizá el símbolo más claro sea la derrota del BJP en Ayodhya, donde Modi inauguró en enero el templo hindú de Ram: su formación ha perdido allí el escaño frente a un candidato de la casta dalit.

Diversos analistas destacan una de las estrategias de la oposición. Rahul Gandhi, líder del opositor Partido del Congreso, se ha pasado la campaña con un libro de la Constitución que mostraba en cada mitin para acusar al Gobierno de buscar la modificación de las reservas constitucionales establecidas para discriminar de forma positiva a las capas sociales más desfavorecidas.

Apoorvanand añade que Modi debería asumir responsabilidades, ya que convirtió las elecciones en un “referéndum” sobre su mandato. Ha cosido el país dando mítines y su figura destacaba sobre los candidatos de cada circunscripción. La oposición, en cambio, ha jugado las cartas de la política local. Choudhary, por ejemplo, apostó por el puerta a puerta, y no quiso que hubiera en su zona grandes eventos de los primeros espadas de la alianza opositora, capitaneada por el Partido del Congreso de Gandhi.

La joven política de Kairana no vende una historia de mujer hecha a sí misma. Ha aglutinado parte del voto de los que menos tienen, pero pertenece a una familia de terratenientes de casta alta muy conocida: su abuelo, su padre y su madre han formado parte de la Lok Sabha antes que ella; su hermano, diputado en el Parlamento de Uttar Pradesh, ha pasado recientemente un año en prisión provisional acusado de varios delitos —“casos aleatorios que el Gobierno [regional] le impuso solo para que se mantuviera alejado del proceso electoral”, defiende la hermana—.

Poco espacio para las mujeres

Ella estudió en colegios privados, cursó Derecho en la universidad, terminó un postgrado en Política Internacional en Londres; habla un inglés excelente y domina las mecánicas electorales del siglo XXI alrededor del globo. Habla con soltura del auge de los “discursos de odio” y de los populismos nacionalistas basados en el miedo que se han propagado por el mundo, la India incluida.

“Estoy muy agradecida por el privilegio. Es por este motivo que he logrado alcanzar esta posición”, reconoce. “Lo que puedo hacer, por mi parte, es ser honesta y no darlo todo por hecho”. Uno de sus objetivos será dar voz a las mujeres, arrinconadas en la política nacional. En los comicios solo han salido elegidas 73 parlamentarias, cinco menos que en 2019; la mitad de la población queda relegada así al 13% de la Lok Sabha. Por eso impacta la imagen del revuelo de varones tratando de darle su bendición; sus congéneres no han venido, aunque sabe que muchas la han votado. “Es muy difícil para una mujer acceder a la política aquí”. Quiere que eso cambie. “Ellas me han habilitado a mí, ahora me toca abrir espacios para que ellas también puedan salir adelante”.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.
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