La reacción de los palestinos al reconocimiento de su Estado: “¿Qué vamos a celebrar mientras Gaza se desangra?”
Ramala vive sin festejos ni pancartas la decisión de España, Irlanda y Noruega. La sensación general es agridulce: hay gratitud, pero las mentes están en Rafah, el último gran objetivo de la invasión israelí
En otras circunstancias, habría sido un día de celebración en Cisjordania. Pero este martes, tras ocho meses de devastadora guerra en una Gaza tan emocionalmente cercana como físicamente inaccesible, nada indicaba en Ramala que España, Irlanda y Noruega acababan de convertirse en los primeros países de la UE en reconocer al Estado palestino en una década. La misma ciudad que instaló en 2012 pantallas gigantes para que una multitud siguiese con euforia el ingreso de Palestina en la ONU como Estado no miembro se ha limitado a colocar las banderas de los tres países en la fachada del Ayuntamiento. Cuelgan junto a la de Sudáfrica, el país que ha llevado a Israel por el delito de genocidio ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, que le ordenó la pasada semana detener de inmediato la ofensiva en Rafah. Allí es donde están las mentes, no en el reconocimiento.
En un banco frente al Ayuntamiento, Omar Sabah y Ghait Hanun buscan en Google a qué país corresponde una de las banderas (la noruega) instaladas en la fachada desde el anuncio del reconocimiento, la pasada semana. Comparten edad (30 años), profesión (comercio electrónico) y sentimientos agridulces (mezcla de gratitud y de tristeza). “Me da pena que hayan hecho falta más de 30.000 muertos y todo el destrozo de infraestructuras para que suceda, para que nos den algo de esperanza”, asegura Hanun. “Al mismo tiempo”, prosigue, “a nivel espiritual nos hace sentir escuchados. Como que hay países que entienden ahora, mejor que antes, lo que venimos pasando los palestinos”.
“Es difícil”, tercia Sabah. “Abro Instagram, veo lo que pasa en Gaza, como ayer [por la matanza de este lunes en un campamento improvisado de desplazados] en Rafah y a la vez sé que aquí sigo con mi vida y que estoy seguro, que no me va a caer un misil sobre la cabeza”. Sabah saca un tema muy presente en las conversaciones y las redes sociales en el mundo árabe: “Es increíble que sea en Europa donde han hecho algo, mientras que los países árabes llevan toda la guerra quietos, sin cortar relaciones con Israel. Además, he oído que vuestro presidente [del Gobierno, Pedro Sánchez] quiere convencer a otros países europeos para que hagan lo mismo”.
En el Ayuntamiento sí hay una celebración, pero nada tiene que ver con el reconocimiento. Decenas de personas acuden engalanadas a festejar la graduación de un instituto de secundaria. Apenas unos globos y ramos de flores para tomarse las fotos para la orla, en vez de la fiesta de rigor. No es solo que haya poco cuerpo, es que estaría mal visto en una ciudad a la que otros palestinos ya ven como una suerte de vividores más preocupados de acudir al último restaurante de moda que de defender la causa palestina.
Actos anecdóticos
Los actos por el reconocimiento han sido anecdóticos. Por la mañana, unas decenas de personas se concentraron frente al centro cultural de Al Bire, junto a Ramala. Ni siquiera fue, en realidad, una concentración ex profeso, sino la que suelen convocar en solidaridad con los miles de presos palestinos en cárceles israelíes y que, en esta ocasión, añadió entre los motivos el agradecimiento a España, Irlanda y Noruega. El presidente palestino, Mahmud Abbas, celebró en un comunicado las “valientes y audaces posiciones políticas europeas, especialmente las adoptadas por España, Irlanda y Noruega”.
Abed, empleado en una gasolinera, resume el sentir general: “¿Celebrar? ¿Qué vamos a celebrar mientras Gaza se desangra? Quizás más adelante, cuando tengamos un Estado de verdad. Pero no ahora”. Es una sensación similar a la de Mohamed: “¿Cómo vamos a festejar el reconocimiento si hoy es el cumpleaños de mi hermano y no va a organizar nada? Aquí nadie está celebrando nada”.
Son las “dos realidades” a las que alude Lina en una cafetería de la ciudad. “Vas al trabajo, al gimnasio y cada 20-30 minutos abres el móvil y ves tiendas de campaña ardiendo [en alusión a la matanza del lunes, por un incendio que causó el lanzamiento de dos misiles] y un niño sin cabeza”. Los palestinos de Cisjordania, como ella, ven, por un lado, “un genocidio en directo” y, por otro, un “gran logro diplomático”, como define el reconocimiento por los tres países. Aunque los palestinos aspiran a que Jerusalén Este sea la capital de su futuro Estado, Ramala alberga los ministerios de la Autoridad Nacional Palestina, que ejerce un autogobierno limitado, sobre todo en las ciudades. Irlanda ha anunciado este martes que tendrá allí su Embajada.
Es la misma ciudad de los últimos meses, con menos gente en las calles de lo habitual y algunos comercios cerrados. Israel retiene impuestos que está obligado, por los Acuerdos de Oslo, a transferir a la Autoridad Nacional Palestina y permiten pagar los sueldos de los funcionarios. Desde el ataque de Hamás del 7 de octubre, mantiene además congelados los permisos de trabajo a los cisjordanos en la construcción y agricultura en Israel y en los asentamientos, de los que dependían decenas de miles de hogares.
Una cosa, sin embargo, es que las mentes estén en Gaza, sobre todo en Rafah (donde el ejército israelí acaba de llegar al centro de la ciudad), y otra que el reconocimiento haya pasado desapercibido. Todos conocen la noticia. España es, en general, un país apreciado por los palestinos (y el mundo árabe en general), pero las expresiones faciales y palabras de gratitud son frecuentes desde que Sánchez visitase Israel en noviembre y ―cuando pocos líderes occidentales empleaban ese lenguaje― le dijese al primer ministro, Benjamín Netanyahu, que “la respuesta a los atentados no puede implicar la muerte de miles de niños”. Este martes, en las calles de Ramala, la respuesta al saludo de presentación “Hola, soy un periodista español” solía ser: “Gracias”.
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