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La ultraderecha fustiga al presidente Rebelo de Sousa por defender reparaciones a las antiguas colonias de Portugal

Chega se queda solo en su afán de denunciar por “traición a la patria” al jefe del Estado, que abrió un debate sobre la responsabilidad histórica por el imperialismo

Chega y De Sousa
El presidente portugués Marcelo Rebelo de Sousa, en la procesión celebrada en el santuario de Fátima el domingo 12 de mayo.PAULO CUNHA (EFE)
Tereixa Constenla

Empezando por el final: ningún partido político portugués ha secundado a Chega en su intento de llevar a los tribunales al presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, con el argumento de que había traicionado a la patria. A ojos de la ultraderecha, su gran delito había sido defender que el país tiene que realizar gestos y reparaciones por su pasado colonial, donde se incluyen tres guerras para impedir la independencia de Mozambique, Angola y Guinea-Bisáu que costaron la vida a 44.000 personas, entre combatientes y civiles. Antes de los conflictos del siglo XX, Portugal se instaló en algunos puntos de África a partir del siglo XV y se calcula que, entre 1500 y 1860, fue responsable del tráfico hacia América de 4,8 millones de personas, el 38% del total de africanos vendidos como esclavos por las potencias coloniales.

Con la fuerza de sus 50 diputados, André Ventura, líder de Chega, pudo forzar que la acción jurídica contra el jefe del Estado portugués fuese tomada en consideración en la Asamblea de la República, donde se creó una comisión especial ―la propuesta era totalmente inédita en 50 años de democracia― para analizar si la petición procedía.

Isabel Moreira, diputada socialista y especialista en Derecho Constitucional, fue la encargada de elaborar un dictamen para la comisión parlamentaria. No vio en las palabras de Rebelo de Sousa delito alguno, en particular el de traición a la patria. “No usó sus funciones para usurpar otros poderes soberanos o favorecer de algún modo a cualquier Estado extranjero, ni practicó ningún acto público o privado con potencialidad de perjudicar la soberanía del Estado portugués”, sostiene el informe. En menos de 15 minutos, la comisión despachó el asunto: todos los partidos votaron a favor del dictamen y rehusaron llevar al presidente de la República ante la justicia. Chega fue la única de las siete formaciones representadas en la comisión que votó en contra del informe de Moreira.

Lo ocurrido en la comisión se repitió este viernes en el pleno de la Asamblea de la República, donde la derecha radical fue la única formación en votar a favor de iniciar un proceso contra el jefe del Estado por traición a la patria. “Es evidente que son todos contra Chega y la mayoría de portugueses que se sintió traicionada”, afirmó André Ventura. El aislamiento de los populistas fue visible cuando el resto de los diputados de la Cámara, que pertenecen a ocho partidos distintos, se pusieron en pie para votar en contra. “Ni el peor alumno de primero de la facultad de Derecho presentaría un proyecto tan absurdo como el de Chega”, recriminó el diputado del Centro Democrático Social (CDS, centroderecha y miembro de la coalición del Gobierno), Paulo Núncio.

Horas antes, durante un debate sobre el futuro aeropuerto de Lisboa, una alusión despectiva de André Ventura hacia los turcos (”no son propiamente conocidos por tratarse del pueblo más trabajador del mundo”) desató también el rechazo generalizado de parte de la oposición, que recibió con sorpresa la decisión del presidente de la Asamblea, José Pedro Aguiar-Branco, de permitirla. “¿Se puede afirmar entonces en el Parlamento que una determinada raza o etnia es más burra o perezosa?”, interpeló la presidenta del grupo parlamentario socialista, Alexandra Leitão. “En mi opinión, sí”, replicó Aguiar-Branco.

La iniciativa de Chega para sentar en el banquillo a Marcelo Rebelo de Sousa ha fracasado, pero ha servido para evidenciar que tiene en su punto de mira político al presidente de la República, que en algunos momentos del pasado no escondió su reticencia ante una hipotética llegada de los ultras al Gobierno. Paradójicamente, su decisión de adelantar las elecciones a marzo tras la dimisión de António Costa como primer ministro resultó muy favorable para el crecimiento del populismo. El veto a la entrada de Ventura en el nuevo Ejecutivo conservador ha sido una decisión personal del actual primer ministro, Luís Montenegro, que mantuvo su compromiso de la campaña electoral de no pactar con Chega.

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La controversia sobre la posición del presidente surgió durante una cena con corresponsales extranjeros. Allí, Rebelo de Sousa se mostró partidario de reparar a los países que habían sufrido el colonialismo portugués, que se prolongó hasta abril de 1974, cuando la Revolución de los Claveles puso fin a las guerras iniciadas en 1961. Dos días después, en su discurso en la sesión oficial del 25 de Abril, Ventura bramó contra sus palabras: “El presidente traicionó a los portugueses cuando dice que tenemos que culparnos. Pagar, ¿el qué? Pagar, ¿por qué? Yo siento orgullo por nuestra historia”.

Tampoco el Gobierno ni parte de la oposición comparten la visión del presidente de la República. En una entrevista con EL PAÍS, el ministro de Asuntos Exteriores, Paulo Rangel, sostenía que no había “fantasmas” respecto al pasado colonial. “Portugal nunca ha tenido ni tendrá dudas en pedir disculpas por masacres del pasado o represiones culturales que hayan dejado marcas, pero tiene una política de reconciliación activa y de reencuentro con la historia”, sostenía. Rangel recordaba algunos ejemplos para ilustrar la vía de la “reconciliación” seguida por los diferentes gobiernos, como los esfuerzos para ayudar a Timor Este a conseguir su independencia o el perdón de deuda a Cabo Verde, convertida en un fondo ambiental para energías renovables.

El nuevo Ejecutivo de centroderecha de Montenegro ha anunciado la creación de cátedras en las universidades portuguesas de tetun y criollo, lenguas usadas en Timor, Guinea-Bisáu y Cabo Verde, además de estar disponible para estudiar “caso a caso” la devolución de determinados bienes culturales. “Sinceramente, no hay un problema, no me gustan los discursos del resentimiento. Hay mucho por hacer, pero no desde el resentimiento o el discurso del odio, sino con la reconciliación con nuestras antiguas colonias, porque eran colonias y eso no debe olvidarse”, opina Rangel.

Ningún país ha solicitado, de momento, compensaciones económicas por lo ocurrido en el pasado y es una vía que el Gobierno luso cierra totalmente. “No quiero hablar de un clima de paz y amor naif o ingenuo, pero no tiene sentido hacer de esto una guerra. Para nosotros, la cuestión de las reparaciones no existe y nunca ha sido solicitada hasta hoy”, afirmó el ministro hace una semana.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.
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