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El régimen de Argelia se consolida cinco años después del estallido de la revuelta democrática del Hirak

El presidente Tebún afronta la reelección en los comicios de este año en un clima de estabilidad económica tras el auge de las exportaciones de gas

Protesta del movimiento democrático Hirak en el centro de Argel, el 9 de abril de 2021.
Protesta del movimiento democrático Hirak en el centro de Argel, el 9 de abril de 2021.Anis Belghoul (AP)
Juan Carlos Sanz

La represión de los últimos rescoldos de la revuelta del Hirak (movimiento, en árabe) en Argelia―de cuyo estallido se cumplen ahora cinco años―, ha arrojado tras los barrotes a decenas de opositores y disidentes, según constata Amnistía internacional en su último informe. Mientras el opaco país magrebí ha asistido en los últimos días a una rara apertura al mundo con motivo de una cumbre de Estados exportadores de gas, el régimen daba muestras de haberse consolidado desde 2019. El presidente Abdelmayid Tebún, que a los 78 años se dispone a afrontar su permanencia en el poder en los comicios previstos en diciembre, ha ejercido de anfitrión de mandatarios y gobernantes de países como Irán, Rusia o Venezuela, sin haber confirmado aún su candidatura a la reelección.

Las masivas protestas populares impidieron hace un lustro la reelección para un quinto mandato del presidente Abdelaziz Buteflika, gravemente enfermo y ausente de la vida pública. Una marea ciudadana se expandió por Argelia en favor de un Estado de derecho y en contra de la corrupción instaurada en dos décadas de presidencia sin alternancia. A partir del 22 de febrero de 2019, la población se echó cada semana a la calle de forma espontánea y pacífica para rechazar la eternización de Buteflika en el poder, quien retiró dos meses después su candidatura.

La movilización se mantuvo, esta vez en favor de una “Argelia libre y democrática” y por “un Estado civil, no militar”. La pandemia interrumpió al año siguiente las movilizaciones, y cuando se reanudaron, en 2021, fueron reprimidas mediante el acoso sistemático a los partidos y organizaciones vinculadas al Hirak bajo la acusación de “atentar contra las instituciones”.

“Argelia confía en tener este año unas elecciones libres, democráticas y con posibilidades reales de alternancia”, explica en su despacho privado de Argel el exministro y diplomático Abdelaziz Rahabi, de 70 años. “Pero hoy en día no se da un clima político favorable para unas elecciones transparentes a causa de las restricciones de la libertad de expresión”, advierte. “La actividad de los partidos está muy limitada, al igual que la de los medios de comunicación”.

“Es una tragedia que, cinco años después de que la población argelina saliera masivamente a la calle para reclamar reformas y un cambio político, las autoridades hayan continuado con su campaña disuasoria de represión”, afirma Heba Morayef, directora regional de Amnistía Internacional para Oriente Medio y el Norte de África. También reclama “la libertad inmediata e incondicional de decenas de personas detenidas por ejercer sus derechos a la libertad de expresión, de reunión pacífica y de asociación”. Desde hace tres años, es necesario obtener una notificación previa para poder convocar una manifestación.

El presidente argelino, Abdelmayid Tebún, saludaba este sábado en la cumbre de Estados exportadores de gas, en Argel.
El presidente argelino, Abdelmayid Tebún, saludaba este sábado en la cumbre de Estados exportadores de gas, en Argel.MOHAMED MESSARA (EFE)
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El modelo de Estado protector, que distribuye los beneficios del petróleo y el gas entre la población, implantado en Argelia desde la independencia de Francia en 1962, se ha visto reforzado por alza de los precios de las exportaciones de hidrocarburos gas tras la guerra en Ucrania. “No es un modelo que funcione”, puntualiza Rahabi, quien fue embajador de su país en España y trabajó durante la revuelta del Hirak en la coordinación entre las distintas organizaciones que integraban el movimiento.

“El aumento de los ingresos de la energía se ha visto compensado por el coste de materias primas como el trigo o las importaciones de medicinas. Todo se ha vuelto caro, no solo el gas”, enfatiza. “Las protestas pacíficas no recibieron apoyo de las democracias occidentales y suscitaron temor entre los regímenes autoritarios árabes”, recuerda con un deje de pesar Rahabi.

Argelia se acerca a los 50 millones de habitantes, según proyecciones demográficas recientes, y, aunque la agricultura se ha expandido en las dos últimas décadas, necesita importar la mitad de los alimentos que consume, como en el caso de los cereales. “No nos asusta el crecimiento demográfico, porque el país es grande”, asegura el exministro argelino. “Ahora mismo se necesita mano de obra en las regiones del Sáhara”.

Candidata alternativa

A pesar del silencio impuesto desde el poder y de las especulaciones en la prensa de Francia y Marruecos, que ponen en duda la reelección del presidente Tebún, en Argelia los actores políticos empiezan a tomar posiciones. La jurista Zubida Assul, de 68 años, líder del partido de centroizquierda Unión Para el Cambio y el Progreso, ha sido la primera aspirante en anunciar una candidatura alternativa a la presidencia frente a la hegemonía de Tebún, respaldado por las Fuerzas Armadas y el aparato del Estado. Assul, que ha ejercido la defensa de detenidos por “delitos de opinión” del Hirak y que propugnó la creación de un frente político común de las fuerzas de la oposición que participaban en el movimiento de protesta, ha visto como los poderosos medios de comunicación públicos ignoraban el pasado viernes su anuncio político.

El propio Rahabi también intentó liderar una iniciativa que aglutinara las corrientes en favor de la alternancia en torno al Hirak, tanto la que contaba con presencia parlamentaria como la de los grupos surgidos de la calle. Casi toda la oposición, incluido el partido de Assul, boicoteó las legislativas de 2021 y dio la espada al Parlamento. “Se privilegió la estabilidad frente al cambio, por eso la Argelia de hoy no dista mucho de la de 2019″, se lamenta el exministro y diplomático. “Las principales reivindicaciones siguen siendo las mismas: libertad, justicia, lucha contra la corrupción y control sobre la riqueza pública del gas y el petróleo”, apostilla.

En vísperas de la cumbre sobre energía que ha sembrado el caos bajo la lluvia en el colapsado tráfico de la capital de Argelia —donde el litro de gasolina no supera los 30 céntimos de euro—, el presidente Tebún ha inaugurado la Gran Mezquita de Argel. El templo, construido hace una década por una empresa china, se abrirá al culto para los rezos de Ramadán, que comienzan dentro de una semana. Considerada la mayor de África y una de las más grandes del mundo islámico, la nueva mezquita se alza frente al mar rodeada de autopistas, y simboliza con su alminar de 265 metros de altura el auge del país magrebí por la bonanza derivada del maná del gas y petróleo. Su apertura oficial se produce cuando veteranos políticos como Rahabi, nacido en plena guerra por la independencia, constatan el “retroceso sufrido en los últimos años en Argelia en materia de libertades individuales y colectivas y de libertad de expresión”.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.
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