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Un viejo buque encallado de la II Guerra Mundial para frenar el avance de Pekín en el mar del Sur de China

El régimen chino reclama a Filipinas que remolque el deteriorado navío, pero Manila insiste en mantenerlo en el atolón de Ayungin como puesto avanzado para mantener sus intereses en este enclave en disputa entre ambos países

Philippine coast guard
Una lancha de la Guardia Costera filipina con periodistas a bordo, frente al buque 'Sierra Madre', el día 10 en el mar del Sur de China.JAM STA ROSA (AFP)
Guillermo Abril

En medio de las aguas cristalinas moteadas de bancos de arena y arrecifes que conforman las islas Spratly, en el mar del Sur de China, yace varado un viejo buque de la II Guerra Mundial de origen estadounidense, el Sierra Madre. Su cascarón herrumbroso y agujereado tiene una larga y tortuosa historia. En 1999, cuando llevaba dos décadas al servicio de la Marina de Filipinas, el Gobierno de Manila decidió encallarlo en el atolón de Ayungin, una lengua de arena que asoma a ras de superficie a unas 105 millas náuticas al oeste de la provincia filipina de Palawan. Para Filipinas, que reclama la soberanía de este enclave en disputa, al considerar que se encuentra en su zona económica exclusiva (ZEE), el navío se ha convertido en un puesto avanzado frente a la pujanza de China en la zona y en una metáfora en chiquitito de la gran batalla geopolítica.

Técnicamente, sigue siendo un buque de guerra en activo. A bordo, Manila mantiene una pequeña guarnición de militares. A menudo al destacamento lo rodean buques chinos que navegan por la zona para tratar de reafirmar su presencia. El puñado de tropas filipinas, que va rotando, sobrevive al aislamiento mientras trata de evitar el deterioro de la nave, tan ajada que parece sacada de una de esas películas apocalípticas. Algunos periodistas que han subido a bordo han documentado cómo el agua penetra en el interior, el óxido que lo recubre todo, cómo los militares improvisan arpones para la pesca, su soledad. Batido por el agua, el viento y el salitre, la desintegración del Sierra Madre complicaría los intereses de Filipinas y muy probablemente activaría de inmediato una respuesta de Pekín.

300 km

China

Taiwán

Islas

Paracelso

Filipinas

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Spratly

Vietnam

Malasia

BrunÉi

Fuente: The Military Balance.

EL PAÍS

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Fuente: The Military Balance.

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Sur de China

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Atolón de

Ayungin

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EL PAÍS

El gigante asiático reclama un 90% de las aguas del mar del Sur de China por “razones históricas”, incluido este atolón que denomina Ren’ai Jiao. Lo considera parte de su territorio y cree que al enviar un buque militar a “tomar tierra” en el bajío, Filipinas violó gravemente su soberanía territorial, a pesar de que un laudo del Tribunal Permanente de Arbitraje en La Haya propinó en 2016 un varapalo a Pekín al negar por unanimidad la base legal a sus argumentos. La República Popular siempre ha cuestionado la autoridad de la decisión.

“Instamos a Filipinas a que remolque el buque de guerra encallado ilegalmente lo antes posible y se abstenga de socavar la paz y la estabilidad en el mar del Sur de China”, reclamó en octubre el Ministerio de Exteriores chino.

El buque desvaído se encuentra en el epicentro de uno de esos complejísimos casos de derecho internacional marítimo y es a la vez la incómoda china en el zapato que impide a Pekín su despliegue en este punto de las islas Spratly. En el archipiélago, donde colisionan los intereses de China, Malasia y Vietnam, además de Filipinas, Pekín ha ido extendiendo su dominio con la construcción de islas artificiales e instalaciones militares, tensando la cuerda con las naciones vecinas, e irritando a Estados Unidos, que lo ve como una muestra más de la creciente firmeza china.

Un enorme valor simbólico

El buque filipino “tiene un enorme valor simbólico, porque es una prueba de la jurisdicción filipina sobre su ZEE y su plataforma continental”, explica Jay L. Batongbacal, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Filipinas y director del Instituto de Asuntos Marítimos y Derecho del Mar de esta universidad. Sobre la base del arbitraje de 2016, añade, este país “tiene derecho a gestionar, explotar, conservar y proteger sus recursos”, asegura a través de un correo electrónico. Y añade que no es que Filipinas reclame la soberanía del banco de arena basándose en el encallamiento del buque. “Más bien, hace valer sus derechos como Estado ribereño con derechos soberanos exclusivos”.

Construido en 1944 en Indiana (Estados Unidos) como buque de desembarco de tanques, y originalmente botado bajo el nombre LST-821, fue destinado al teatro de operaciones del Pacífico durante la II Guerra Mundial en preparación para una posible invasión de Japón. Allí ganó una estrella por sus méritos bélicos. Durante la guerra de Vietnam, fue reacondicionado como base flotante en el delta del Mekong, donde su tripulación fue distinguida por su “extraordinario heroísmo”, según reconstruye Jonathan L. Hoppe en un artículo del Instituto Naval de Estados Unidos. “El viejo LST [buque de desembarco de tanques, por sus siglas en inglés] ha tenido una larga y condecorada carrera que abarcó tres armadas y múltiples continentes a lo largo de cinco décadas”.

En 1969, como parte de un programa de asistencia militar estadounidense, fue transferido a la Marina de Vietnam del Sur, la nación separada del norte comunista contra el que combatían las tropas de Washington. Con la caída de Saigón, la nave, con capacidad para 266 tripulantes, se vio obligada a huir con 3.000 refugiados a bordo y dejó atrás Vietnam junto a una flotilla que cargaba miles de personas. Filipinas les permitió atracar y desembarcar en sus puertos a cambio de que en el futuro aquellos buques pasaran a formar parte de su Marina. Así ocurrió en 1976. A las órdenes de Manila, fue rebautizado Sierra Madre, en honor a la cordillera más larga de Filipinas, y sirvió como buque anfibio hasta que el Gobierno decidió encallarlo en el bajío de Ayungin. “Aunque su casco está hoy lleno de picaduras y, a todos los efectos, ya no está en condiciones de navegar, el Sierra Madre sigue en servicio y es, por tanto, una extensión oficial del territorio soberano filipino”, escribe Hoppe.

A menudo saltan chispas en este punto de una región altamente volátil, por donde pasa un tercio del comercio marítimo mundial. En octubre, por ejemplo, tuvo lugar un choque entre buques chinos que patrullaban Ayungin y dos naves filipinas, que se adentraron en la zona en misión “regular y rutinaria de rotación y reabastecimiento” del Sierra Madre, un suministro y cambio de turno claves para la pervivencia del buque. Según la versión de Manila, una nave de la Guardia Costera china provocó su colisión contra el buque de reabastecimiento contratado por las Fuerzas Armadas de Filipinas. Más tarde, un barco de la Guardia Costera filipina “fue golpeado por una nave de la milicia marítima china”. Pekín, en cambio, argumentó que las naves filipinas hicieron “caso omiso de las advertencias” y “chocaron peligrosamente con los buques de la Guardia Costera china” que “realizaban labores de mantenimiento del orden en el lugar”. Las autoridades chinas afirmaron que trataban de detener barcos filipinos que transportaban materiales de “construcción ilegal”.

Tras este último encontronazo, Washington recordó que el tratado de defensa mutua firmado en 1951 con Manila “se extiende a los ataques armados contra las Fuerzas Armadas, buques públicos y aeronaves filipinos —incluidos los de su Guardia Costera— en cualquier parte del mar del Sur de China”, y reiteró su condena a las “expansivas e ilegales reivindicaciones marítimas” de China en la zona.

Aunque los choques se apaciguaron durante los años de Rodrigo Duterte —más próximo a Pekín— al frente del Ejecutivo filipino, los altercados en distintos puntos han cobrado mayor protagonismo desde la llegada al poder en 2022 de Marcos Jr., hijo del dictador Ferdinand Marcos y de su esposa, Imelda, que ha intensificado su relación militar con Estados Unidos. Los rifirrafes en estas aguas formaron parte de las discusiones entre el presidente chino, Xi Jinping, y el estadounidense, Joe Biden, durante su estabilizador encuentro la semana pasada en San Francisco, en el que se emplazaron a retomar las comunicaciones militares de alto nivel con el fin de prevenir malentendidos. Esta semana, Washington y Manila han desplegado ejercicios militares conjuntos en la zona, en otra muestra de sus crecientes lazos frente a una situación que Marcos Jr. ha calificado como “más grave de lo que era antes”.

Hay una creciente presión de China sobre el enclave, con “intentos cada vez más intensos de impedir que Filipinas reabastezca el banco de arena”, según Batongbacal, el jurista especializado en derecho marítimo. “Tratan de impedir cualquier intento de reparar o apuntalar el oxidado buque, probablemente esperando que se hunda muy pronto”.

Pero para Manila es clave seguir manteniendo el barco en su sitio. “Si el viejo buque se desintegra, Filipinas podría tener dificultades para mantener su puesto avanzado”, prosigue. “China podría utilizar tal acontecimiento como excusa para intervenir y sacar a las tropas filipinas del banco de arena, así como para destruir el buque; si lo hace, también es probable que a partir de entonces acordone el banco de arena e impida el regreso de tropas o buques filipinos nunca más”.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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