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Cuatro partidos se disputan la victoria electoral en Países Bajos en la recta final de campaña

Los millones de electores indecisos serán claves en los comicios del miércoles, marcados por el tirón de una nueva formación de centroderecha y la súbita moderación del líder de extrema derecha Geert Wilders

Isabel Ferrer
Pieter Omtzigt
Pieter Omtzigt, líder de Nuevo Contrato Social, el pasado día 10 en Amersfoort.PIROSCHKA VAN DE WOUW (REUTERS)

Países Bajos acude este miércoles a las urnas en unas elecciones legislativas marcadas por la ausencia del liberal Mark Rutte, que dejará la política nacional después de haber ejercido como primer ministro desde 2010. Su marcha ha desencadenado un relevo generacional en la mayoría de los partidos en liza, que han centrado sus debates en temas como vivienda, sanidad e inmigración. A la remesa de candidatos que se estrenan se han sumado otros dos factores. Por un lado, la revolución causada por Nuevo Contrato Social, un grupo de centroderecha fundado en agosto pasado por el exdiputado cristianodemócrata Pieter Omtzigt, al que casi todos sus oponentes intentan atraer. Por otro, el giro de Geert Wilders, el líder más conocido de la extrema derecha nacional, que ya no considera prioritario rechazar frontalmente el islam.

El resultado es un flujo de sondeos electorales con cuatro agrupaciones disputándose el primer puesto. El último, de Peil.nl, sitúa en cabeza a los liberales de derecha del partido de Rutte, y a Omtzigt, ambos con 26 escaños. Les siguen la alianza formada por socialdemócratas y ecologistas, liderada por el excomisario europeo Frans Timmermans, y la nueva versión moderada de Wilders, que empatarían con 23 diputados. Otra encuesta reciente de I&O Research refleja que “tres de cada cuatro electores no están seguros de su voto, y los que dudan marcarán la diferencia al final”. Ante las cifras manejadas, según los expertos de esta empresa demoscópica, “parece claro que Nuevo Contrato Social estará en la próxima coalición”.

Los 26 partidos que se presentan a estos comicios suman en total 1.126 candidatos en sus listas. Cualquiera que sea el ganador tendrá que pactar una coalición gubernamental, una tradición que se remonta al siglo XIX en el país. De ahí que los debates puedan ser duros, pero sin romper todos los puentes. Hasta ahora, sin embargo, nadie ha querido tener en el Ejecutivo a la extrema derecha de Wilders y su Partido por la Libertad (PVV). Tampoco a otra formación similar, Foro para la Democracia (FvD), encabezado por Thierry Baudet. A lo más que ha llegado Wilders es a apoyar desde el Congreso al primer Gobierno de Rutte. Ocurrió entre 2010 y 2012, cuando el líder xenófobo tenía 24 escaños de un total de 150. De todos modos, acabó provocando la caída del Gabinete al no secundar los ajustes financieros que se proponían. En estos momentos, con 16 escaños, la situación de Wilders parece distinta. Tanto Dilan Yesilgöz, al frente de los liberales de derecha (VVD), como Caroline van der Plas, cabeza visible del Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB), se resisten a descartar una posible colaboración con él.

Yesilgöz intenta combinar su voluntad de dialogar con Wilders ―que ya no ve la urgencia de prohibir el Corán o las mezquitas― con hacerse con un electorado más disperso que nunca. El VVD que representa lidera coaliciones desde hace una década y ella misma es una novedad, pues podría ser la primera mujer en llegar a ser primera ministra en la historia de Países Bajos. Nacida en Ankara, es hija de refugiados, y su firmeza a la hora de limitar la reunificación familiar de estos grupos contribuyó a tumbar el cuarto y último Gobierno de Rutte el pasado julio. Durante la campaña, ha dejado claro dos postulados: que se hace valer por lo que defiende y que las actuales normas de asilo “dejan en la estacada tanto a los holandeses como a los auténticos refugiados”. Por eso prefiere promover “una acogida en las regiones de origen”. Sobre su ideario, asegura: el liberalismo “consiste en estar ahí si nos necesitan y dejar a la gente en paz el resto del tiempo”. Aunque las quinielas sobre las posibles coaliciones cambian cada día, su preferencia sería una entre su partido, el de Omtzigt, la democracia cristiana (CDA) y el BBB.

Caroline van der Plas es la otra candidata que propugna el diálogo con la extrema derecha. El BBB es la voz del populismo agrario, y con un solo escaño en el Congreso ―el suyo― consiguió hacerse en marzo con la mayoría del Senado. Aunque ha perdido algo de brillo con la llegada de Omtzigt, querría ir a su lado en una coalición donde estuviera también el VVD. “Pieter [Omtzigt] está en favor de la democracia y el imperio de la ley. Si piensas así, tienes que habar con un partido [el de Wilders] que tiene 1,5 millones de votantes detrás. Eso también es democrático”. Wilders, posiblemente ante la última oportunidad de su carrera de tocar cierto poder, se muestra calmado. Lo explica diciendo que lleva suficiente tiempo en la política como para saber “que después de las elecciones todo puede fluir de nuevo”. Tiene 60 años y es diputado desde hace 25.

Colaborar con la extrema derecha es una posibilidad que Omtzigt dice no contemplar. Sobre todo porque considera las ideas del líder de la formación “contrarias a la Constitución y los derechos fundamentales”. De ganar las elecciones, su Gobierno lo formarían “un grupo de expertos para cada ministerio con un acuerdo gubernamental que no sea inamovible y pueda ser controlado por el Congreso”. El tercer y penúltimo Ejecutivo liderado por Rutte dimitió en bloque en enero de 2021 por un escándalo en el que miles de familias, en su mayoría de origen inmigrante, fueron acusadas erróneamente de fraude. La abogada española Eva González Pérez destapó las irregularidades y Omtzigt removió la conciencia nacional al denunciar la situación en el Congreso. A pesar del prestigio así ganado, solo ha admitido este fin de semana su disposición a ser primer ministro. Promueve la reforma del Estado holandés y propone la creación de un Tribunal Constitucional, un órgano al que pocos de sus oponentes encuentran utilidad.

El regreso de Timmermans

La reticencia de este candidato a reconocer que aspira a su lugar en La Torrecita, en La Haya ―donde se ubica el despacho oficial de los mandatarios holandeses―, contrasta con la franqueza de uno de sus principales rivales. Es el socialdemócrata Frans Timmermans, retornado de Bruselas, donde ha sido vicepresidente primero de la Comisión Europea. Asegura que desea ser primer ministro, pero solo si la alianza de su partido con la izquierda verde (PvdA/GroenLinks) gana la mayoría de los votos. Timmermans fue ministro de Exteriores entre 2012 y 2014, y quiere evitar la formación de un Gobierno de derecha. Es casi el único candidato que ha mencionado la guerra de Ucrania y la de Israel y Gaza en la campaña electoral, y ha pedido “un alto el fuego”. Aunque apoya combatir a Hamás, advierte de que “no se consigue con bombardeos”. La situación en la franja de Gaza no ha formado parte de los debates previos a las elecciones, aunque sí ha habido manifestaciones ciudadanas en favor de los palestinos, y la comunidad judía holandesa señala un aumento del antisemitismo. El Congreso lo analizará el 23 de noviembre, el día siguiente a los comicios.

En el nuevo panorama electoral holandés, la democracia cristiana, los liberales de izquierda (D66) y la Unión Cristiana, miembros de la coalición saliente, han bajado puntos en los sondeos. Todos se sitúan por debajo de los 10 escaños, aunque la experiencia de otras elecciones muestra que los mayores cambios se producen pocos días antes de la votación. Sin jornada de reflexión, la campaña llegará hasta el último minuto.

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