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Ucrania recibe en una reunión en Malta el apoyo de más de 60 países para negociar la paz a partir de sus condiciones

El líder bielorruso y aliado de Rusia, Aleksandr Lukashenko, reconoce que los ejércitos de ambos contendientes se encuentran en un callejón sin salida

Guerra Ucrania Rusia Paz
Foto de familia de los representantes de países asistentes este sábado a la reunión en Malta.MINISTRY FOR FOREIGN AND EUROPEA (via REUTERS)
Cristian Segura

Ucrania a duras penas avanza en el frente de guerra, pero sí consigue resultados en el frente diplomático. La tercera reunión internacional de trabajo sobre la llamada “Fórmula de paz” de su presidente, Volodímir Zelenski, ha congregado este fin de semana en Malta a representantes de 66 países. Esto representa 23 gobiernos más que en el encuentro anterior, el pasado agosto en Yeda (Arabia Saudí). La principal ausencia ha sido la de China, que sí tomó parte en la cita de Yeda.

La presencia de estos 66 gobiernos significa que aceptan que sean las condiciones ucranias las que determinen cómo terminar la guerra. Bajo este principio convoca Kiev estas cumbres, lo que no quiere decir que los participantes acepten los 10 puntos que conforman el plan de paz de Zelenski. Una de las demandas ucranias para finalizar el conflicto es crear un tribunal especial de crímenes de guerra cometidos por Rusia en su territorio. Es improbable que países como Turquía o Arabia Saudí, ambos ponentes en las jornadas de Malta, acepten este tribunal.

La reunión de Malta se ha celebrado a puerta cerrada y ha terminado, como sucedió en las dos anteriores citas, sin comunicados conjuntos de los participantes. Tampoco se ha facilitado la lista completa de las delegaciones que han asistido, formadas por cargos intermedios de ministerios de Defensa y de Exteriores. Sí se ha confirmado que China no ha participado y que por primera vez han asistido enviados de Armenia, país que ha mantenido una alianza militar con Rusia, pero que en los últimos meses se ha distanciado de Moscú en búsqueda de alianzas occidentales tras la derrota frente a Azerbaiyán por el control del territorio disputado de Nagorno Karabaj.

La oficina de la presidencia ucrania ha resumido este domingo que en Malta se han debatido cinco puntos del plan de paz de Zelenski, que participó en la reunión por videoconferencia: el que exige a Moscú que abandone la ocupación de la central nuclear de Zaporiyia —la mayor de Europa—; el punto que exige que Rusia no bombardee infraestructuras energéticas que dejan a la ciudadanía sin recursos para combatir las inclemencias del frío; la cláusula que pide las garantías de suministro alimentario y, en concreto, la posibilidad de Ucrania de poder exportar sus productos agrícolas por el mar Negro, actualmente bloqueado por la flota rusa; también se ha tratado la propuesta ucrania de liberar a todos los prisioneros de guerra y civiles forzados a trasladarse a Rusia, y finalmente, se ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de que Moscú renuncie a los territorios anexionados ilegalmente y respete las fronteras establecidas en 1991 con la independencia de Ucrania, reconocidas por la comunidad internacional, por Rusia misma y por las Naciones Unidas en varias resoluciones.

Una gran mayoría de países han apoyado en la Asamblea General de la ONU que Ucrania debe recuperar su territorio íntegramente, una posición incluso defendida por China, aliada diplomática de Vladímir Putin. Pero cada vez hay más voces, en el mundo político y académico occidental, que entienden que es improbable que un plan de paz pase por la completa devolución de las provincias anexionadas ilegalmente por Rusia. El historiador estadounidense Stephen Kotkin, uno de los académicos más reconocidos sobre la historia de Rusia, ha insistido en que es irreal plantear que pueda negociarse la paz con la exigencia de un tribunal especial para crímenes de guerra rusos, o incluso la exigencia de que la península de Crimea vuelva a soberanía ucrania cuando ya viven allí unos dos millones de rusos.

Moscú considera que la propuesta ucrania no lleva a ningún lado. La portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, afirmó el 26 de octubre que reuniones como la de Malta “son contraproducentes” y “no tienen absolutamente ninguna perspectiva [de prosperar]”. La posición de Putin sigue siendo la misma: el final de la guerra pasa por el reconocimiento de Ucrania de que sus provincias de Crimea, Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia son parte de Rusia.

Tanto Zelenski como Andrii Yermak, su mano derecha y máximo responsable de la cita de Malta, han remarcado que frente al aislamiento ruso hay una mayoría de países a favor de su propuesta para finalizar la guerra. En su discurso inaugural de las jornadas, Zelenski defendió que su fórmula para la paz, basada en la carta de la ONU y en resoluciones de su Asamblea General, puede ser un modelo para resolver otros conflictos: “No hay guerras iguales, pero la fórmula de paz puede y debe ser universal. Su implementación tiene que reflejar no una posición particular nacional, sino la posición de la gente, de la humanidad”.

La cita de Malta llega en un momento en el que la atención internacional está centrada en el conflicto en Gaza y en el que el frente de guerra en Ucrania está congelado, sin que el país defensor pueda recuperar terreno perdido. El presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, aliado de Putin, afirmó este fin de semana que debe ponerse ya fin a la guerra con una negociación entre Ucrania y Rusia porque ninguno de los dos ejércitos puede desequilibrar la balanza. “Hay bastantes problemas en ambos bandos y la situación en general [en el frente] está ahora seriamente estancada”, ha reconocido el autócrata bielorruso: “Ninguno de los dos puede hacer mucho para fortalecer o avanzar sus posiciones”.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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