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Starmer promete una “renovación nacional” del Reino Unido si el laborismo llega al poder

Un activista sube al escenario entre gritos y llena de purpurina al líder del partido durante su intervención en el congreso anual de su formación en Liverpool

Un activista sube al estrado y arroja purpurina sobre el líder del Partido Laborista, Keir Starmer, este martes, durante el congreso que el partido celebra en Liverpool (Reino Unido).
Un activista sube al estrado y arroja purpurina sobre el líder del Partido Laborista, Keir Starmer, este martes, durante el congreso que el partido celebra en Liverpool (Reino Unido).PHIL NOBLE (REUTERS)
Rafa de Miguel

El líder del Partido Laborista del Reino Unido, Keir Starmer, ha tenido por fin este martes la oportunidad de demostrar que no es un robot, como le acusan sus críticos, sino un político templado capaz de aprovechar en su favor los contratiempos. Se dirigía al estrado para pronunciar el discurso más importante, hasta la fecha, de su carrera política. La izquierda británica celebra estos días en Liverpool su congreso anual, el último antes de las próximas elecciones generales.

“¡La verdadera democracia la dirigen los ciudadanos! ¡Necesitamos una casa para el pueblo!”, ha gritado un activista exaltado que se ha abalanzado contra Starmer y le ha llenado la chaqueta de purpurina. Con su brazo derecho, el líder laborista le impedía acercarse al micrófono, mientras los servicios de seguridad lo reducían al suelo y se lo llevaban fuera del auditorio. “Si cree que me va a molestar con esto, no me conoce. Menos mal que me ha manchado a mí y no a mi mujer, que lleva hoy un vestido precioso”, bromeaba mientras se quitaba la chaqueta. “Protesta o Gobierno. Por eso hemos cambiado este partido”, decía entre los aplausos de los suyos, que se ponían en pie.

El activista, en su minuto de gloria, se convirtió finalmente en la metáfora perfecta del mensaje que Starmer buscaba transmitir: durante tres años y medio había transformado al laborismo que heredó de Jeremy Corbyn de un partido obsesionado con los gestos y la protesta a otro preparado para gobernar. En realidad, se trata de la misma receta, la misma percepción entre la ciudadanía británica, que llevó a Downing Street a Clement Attlee en 1945 o a Tony Blair en 1997: la idea de que ha llegado la hora de la izquierda británica para inaugurar una nueva era de cambio.

“Solo podremos recorrer esa senda con un partido nuevo, un Partido Laborista renovado que renuncie a la política gestual y a la protesta para pasar a ser un partido de servicio público”, ha advertido Starmer a los suyos.

Keir Starmer aparta con su brazo del micrófono al activista que ha intentado este martes sabotear su discurso en el congreso de Liverpool.
Keir Starmer aparta con su brazo del micrófono al activista que ha intentado este martes sabotear su discurso en el congreso de Liverpool.MOLLY DARLINGTON (REUTERS)

El mensaje del líder laborista era fundamentalmente económico, con una propuesta para revitalizar durante una década la construcción de viviendas en nuevos barrios y pueblos, como hizo el Gobierno de Attlee después de la II Guerra Mundial, o una nueva alianza con los empresarios, como la propulsada por Blair. Pero de la mano de los sindicatos y con la finalidad de que la “renovación nacional” que propone, y que según Starmer necesitará de una década, beneficie sobre todo a los trabajadores y a los más vulnerables.

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Sin embargo, el líder que logró erradicar del partido, con mano firme, el antisemitismo latente durante la era de Corbyn, ha levantado a los asistentes con su apoyo a Israel, sin renunciar a la línea histórica del laborismo respecto al conflicto de Oriente Próximo: “Este partido cree en una solución que contempla dos Estados, un Estado palestino junto a un Israel seguro. Pero las acciones de Hamás no han logrado nada en favor de la causa palestina, e Israel siempre tendrá el derecho de defender a su pueblo”, aseguraba.

Contra el “populismo conservador”

A favor del líder laborista, y de una imagen que muchos considera tan prudente y moderada como para no mostrar cuál es su proyecto a largo plazo para el Reino Unido, ha jugado el estado de debacle demostrado una semana antes por el Partido Conservador, completamente dominado en su congreso de Manchester por las ideas de la derecha extrema de los tories. “A todos aquellos votantes que han contemplado horrorizados cómo los conservadores se han sumergido en las aguas turbias del populismo y de las teorías de la conspiración, incapaces de presentar propuestas sólidas para un cambio económico, les invito a que se unan al laborismo”, ha ironizado en su discurso.

Starmer dice aquello que agrada a los oídos de todos. A los que se han sentido defraudados ante el retroceso anunciado por el primer ministro en la lucha contra el cambio climático, el líder laborista ha prometido un acelerón en esos objetivos. “Acelerón en las inversiones, acelerón en la creación de medio millón de nuevos puestos de trabajo”, prometía. A los empresarios, les ha anunciado lealtad y estabilidad; a los sindicatos, un nuevo pacto laboral que recupere el nivel salarial congelado en los últimos años. Y a la izquierda del partido, recelosa siempre de cualquier giro hacia el centro y la tecnocracia, le ha regalado el discurso de clase que siempre se agradece en un congreso: “Hemos arrastrado de vuelta al partido hacia su tradicional vocación de servicio. Haremos lo mismo con la política. Crecí entre la clase trabajadora. He luchado toda mi vida. No voy a dejar de hacerlo ahora. Ya he sentido antes la angustia ante el coste de la vida. Y hasta que vuestra familia sea capaz de ver una salida, pelearé por todos vosotros”, ha prometido.

Un mensaje de optimismo volcado en exclusiva al consumo interno, nacional. El Brexit ya no existe en el discurso del partido. A cambio, entre los asistentes al centro de convenciones ACC de Liverpool, que abandonaban el auditorio entre sonrisas después de escuchar a Starmer, cundía la impresión, a pesar de los llamamientos a la prudencia del líder, de que la posibilidad de alcanzar el Gobierno vuelve a estar, como hace un cuarto de siglo, al alcance de su mano.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.
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