La victoria de Azerbaiyán en Nagorno Karabaj abre la puerta a nuevos conflictos en el Cáucaso
Ereván teme que el presidente Aliyev prosiga por la fuerza, y en territorio armenio, la racha que le permitió recuperar el enclave
La autoproclamada república de Nagorno Karabaj ha dejado de existir y la población armenia residente en este enclave en territorio de Azerbaiyán ha emprendido un doloroso éxodo que se acumula a otros exilios sufridos por este pueblo aferrados a su memoria.
Por ver está el efecto que la oleada de refugiados tendrá sobre el liderazgo del primer ministro armenio, Nikol Pashinián. Por ver está también cuál será la actitud de presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, ante los armenios karabajíes que permanezcan en el disuelto enclave, confiando en que el autoritario líder azerbaiyano respetará, tal como asegura, los derechos de sus ciudadanos de origen armenio en calidad de minoría.
En Armenia temen que Aliyev prosiga por la fuerza —en el territorio del Estado armenio reconocido— la racha victoriosa que le permitió recuperar Nagorno Karabaj.
Para el desarrollo de la región es clave restablecer —y ampliar— el sistema de comunicaciones que quedó bloqueado a fines de los años ochenta del siglo pasado, al estallar el conflicto de Nagorno Karabaj. La restauración de las comunicaciones solo podrá ser una realidad si los países interesados de la región y las grandes potencias regionales implicadas en la zona (Rusia, Turquía e Irán) llegan a un consenso al que se sumen la Unión Europea y Estados Unidos. En estas tierras agrestes está en juego hoy la configuración política y económica de una importante parte del mundo.
Desde el punto de vista geoestratégico, el punto clave es el corredor por la región de Zangezur, en el sur de Armenia. Se trata de un tramo de 43 kilómetros, situado en la ruta desde Turquía a Bakú, a lo largo de las fronteras con Irán. En esta ruta, que bordea el enclave azerbaiyano de Najicheván, funcionaba en época de la Unión Soviética un sistema de comunicaciones por tren y por carretera que fue abandonado al estallar el conflicto en Nagorno Karabaj, ya que los trenes eran apedreados —por unos u otros, según el tramo—; y los raíles, arrancados del suelo. La pérdida de la comunicación terrestre entre el territorio principal de Azerbaiyán y Najicheván obligó a los azerbaiyanos a desviarse por Irán o por Georgia y Turquía para acceder a Najicheván.
La creación de un corredor entre Azerbaiyán y Najicheván figura en el protocolo de alto el fuego que Aliyev y Pashinián, arbitrados por el ruso Vladímir Putin, firmaron en noviembre de 2020. Pero las negociaciones para ponerlo en marcha no han dado resultado, pues Armenia teme que Azerbaiyán utilice el corredor para anexionarse Zangezur. Y no le faltan motivos.
Zangezur adoptó el cristianismo en el siglo IV y los armenios consideran esta región como la cuna de su pueblo. Ocupado a lo largo del tiempo por los turcos selyúcidas y los mongoles y asolado por las incursiones de otomanos y persas, en 1813 Zangezur se incorporó al Imperio Ruso. A principios del siglo XX, en aquel territorio convivían musulmanes, en su mayoría azerbaiyanos, y armenios, pero la mayoría de la población azerbaiyana de la zona huyó de las limpiezas étnicas protagonizadas por los caudillos armenios en su guerra contra Azerbaiyán (1918-1920).
En 1920, Zangezur pasó a formar parte de la República Soviética de Armenia. Y a finales de los ochenta, sus últimos residentes azerbaiyanos huyeron por temor a una nueva limpieza étnica, como las que ya se habían desatado (en cadena y con distinto signo) en otros territorios afectados por el conflicto de Nagorno Karabaj.
En 2014, ante una audiencia militar, Aliyev dijo: ”El Estado armenio fue fundado sobre los territorios históricos de Azerbaiyán. El Kanato de Ereván, Zangezur (…) son nuestras tierras históricas y nosotros, los azerbaiyanos, debemos regresar y regresaremos a estas tierras. Debemos restablecer nuestra integridad territorial”. En abril de 2021, el líder azerbaiyano manifestó en una entrevista que “la creación del corredor de Zangezur responde totalmente a nuestros intereses nacionales, históricos y futuros. Realizaremos el corredor de Zangezur, tanto si Armenia quiere como si no. Si quiere, resolveremos esta cuestión de modo más simple; si no quiere, la resolveremos por la fuerza”.
Tras su reunión de este lunes con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, Aliyev dijo que “la construcción del ferrocarril que conectará Azerbaiyán con Najicheván y Turquía progresa con éxito” y que confiaba en que la parte azerbaiyana del trabajo estaría lista a principios del año próximo.
La presencia de Rusia
En virtud del acuerdo de noviembre de 2020, la custodia del corredor de Zangezur corresponde a los guardas fronterizos rusos, que controlan también las fronteras de Armenia con Turquía e Irán. Además de una base militar en Armenia y varios miles de guardias fronterizos, Moscú tiene un contingente militar de cerca de 2.000 soldados en misión de paz que debían velar por la seguridad de los karabajíes.
Los intereses de los actores divergen entre sí. Para Azerbaiyán, además de la comunicación entre partes de su territorio, el corredor afianza la política de “dos Estados, un pueblo” practicada por Ankara y Bakú. Moscú, por su parte, teme que Turquía se afiance en la zona y que Occidente se posicione en sustitución de los guardas fronterizos rusos. Para el Kremlin, permanecer en Zangezur es una forma de quedarse en el sur del Cáucaso, aunque sea de modo simbólico. Irán, a su vez, teme que Armenia se convierta en un puesto avanzado de la OTAN y en una plataforma de operaciones de Israel.
Si Aliyev invadiera Zangezur, ¿se plantearía Occidente medidas contra Bakú semejantes a las adoptadas contra Rusia por sus anexiones en Ucrania? Azerbaiyán cuenta con el respaldo de Turquía y, por su valor como fuente de hidrocarburos y zona de paso estratégica, así como por las características de sus vecinos, Bakú tendría un campo de maniobra distinto al de Moscú en su conflicto con Kiev.
Nikola Pashinián llegó al poder en 2018 aupado por una revolución popular y con unas ideas de democratización y desarrollo opuestas al rumbo de Putin. El primer ministro de Armenia ha tenido que elegir entre permitir que su país se desangre en una guerra para proteger Nagorno Karabaj o “cortar amarras” (esperanzas y ambiciones) y negociar con Bakú confiando en que el régimen de este país respete los derechos de los “ciudadanos de Azerbaiyán de origen armenio”. Las elecciones de junio de 2021 avalaron la política de Pashinián y le permitieron renovar su mandato. Para la sociedad armenia en su conjunto, el futuro pesaba más que la defensa de Nagorno Karabaj.
Cualquiera que sean los resentimientos hacia Moscú, Armenia no puede prescindir ahora mismo de Rusia, como tampoco Moscú puede prescindir de Ereván. Sin embargo, Armenia trata de sustituir o compensar la influencia rusa. “Tras perder la esperanza de obtener las armas que habían sido pedidas a Rusia hace tiempo, Ereván ha negociado acuerdos armamentísticos con la India y Francia. El precedente francés significaría que otros países de la OTAN podrían vender también a Armenia y ya no habría una dependencia de Rusia”, asegura el historiador armenio Gueorgui Derluguián, según el cual, la situación en aquel país es parte de “la misma guerra por la hegemonía mundial que contemplamos en Ucrania, tal vez en Siria y en otros lugares”.
Con Pashinián en el poder, la economía de Armenia se ha desarrollado, en parte también gracias al exilio de especialistas rusos altamente cualificados. “Pashinián es un dirigente con sentido de Estado porque ha apostado por intereses reales y actuales de Armenia”, dice el analista azerbaiyano Togrul Juvarly. Y añade: “Para Aliyev, respetar los derechos de los armenios sería un paso histórico para situarse en la modernidad y pasar a formar parte de la comunidad de líderes civilizados”.
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