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Después de sufrir tres guerras, Derna vive sus momentos más duros

Los habitantes de esta ciudad libia, la más castigada por la tormenta ‘Daniel’, han sobrevivido al derrocamiento de Gadafi, a Estado Islámico y al conflicto entre dos gobiernos enfrentados por el control del país

Derna Libya
Un grupo de rescatistas voluntarios y familiares de varios fallecidos en las inundaciones preparan un funeral en el cementerio de Derna, el 19 de septiembre.ZOHRA BENSEMRA (REUTERS)

“Desde 2011 todo ha ido a peor. Llevamos más de una década encadenando crisis y guerras”. Samia necesita hablar. Mientras la mayoría de las mujeres refugiadas en esta escuela situada a las afueras de Derna —la ciudad libia devastada la semana pasada por la tormenta Daniel— no quieren ser entrevistadas ni fotografiadas, Samia responde largo y tendido a cada pregunta. Dice que lleva cubierto por completo el rostro con un niqab porque perdió el cabello durante la guerra que se libró con fiereza en esta ciudad contra el Estado Islámico en 2016.

“Con los bombardeos, enfermé. Me salieron manchas blancas por todo el cuerpo como las que ves en mis manos y me quedé sin pelo. Aquí no hay tratamiento para mi enfermedad”, explica sentada en una silla infantil, mientras la escuchan con atención una decena de mujeres que, como ella, perdieron sus viviendas por la inundación sufrida en Derna hace una semana. Se encuentran en uno de los refugios que el Gobierno del mariscal Hafter —el militar que controla la parte oriental del país— y algunas organizaciones sociales han habilitado para darles cobijo. Apenas se ven mujeres por las calles de la ciudad desde que llegó

“En 2011, las balas pasaban por encima de nuestras casas y aun así teníamos que salir a buscar qué comer”, comienza Samia, en referencia al levantamiento popular que desembocaría en una guerra civil que, apoyada por una intervención de la OTAN, acabó con el régimen de Muamar el Gadafi. Dos años después, en 2014, ante el fracaso para conformar un Parlamento por parte de los partidos que habían concurrido a las elecciones, crearon dos gobiernos y dos congresos, que permanecen operando hasta hoy con el apoyo de distintos países que libran sus pugnas geopolíticas a costa del pueblo libio.

También a finales de 2014, el Estado Islámico (Daesh, en su acrónimo en árabe) tomó posiciones en varias ciudades del país, incluida Derna. “Veíamos cómo caían las bombas alrededor. Las mujeres teníamos que ir cubiertas, solo podíamos salir a la calle si íbamos con un hombre. Los soldados del Daesh rodearon la casa de nuestros vecinos, mataron a los hombres y ahorcaron a las mujeres. Y si se enteraban de que alguien había trabajado para el Gobierno, lo mataban”, continúa explicando Samia. Muchos de los edificios dañados por la tormenta Daniel conservan aún en su fachada agujeros de metralla de las batallas que se sucedieron hasta finales de 2016. Durante ese periodo, además del ejército del mariscal Hafter, la ciudad sufrió bombardeos para acabar con el bastión de los fundamentalistas de Egipto y de Estados Unidos.

Un grupo de niñas, supervivientes de las inundaciones, en una escuela refugio en Derna el 17 de septiembre.
Un grupo de niñas, supervivientes de las inundaciones, en una escuela refugio en Derna el 17 de septiembre. RICARDO GARCIA VILANOVA

“En los meses en los que vivimos bajo el Estado Islámico, si queríamos conseguir gas o gasolina se la teníamos que comprar a ellos. Hasta con eso hacían negocio. Tuvimos que huir a las afueras de la ciudad para estar a salvo. Volvimos cuando el Ejército retomó el control de la ciudad. Y ahora nos pasa esto”, sigue explicando Samia. “El Gobierno destina mucho dinero a Derna. Pero aquí no hemos visto ninguna mejora. ¿Por qué no arreglaron bien las represas? ¿Por qué no pueden volver los tiempos previos a 2011 cuando vivíamos tranquilos?”, lamenta, mientras niños harapientos curiosean alrededor de la entrevista.

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Las primeras estimaciones de las autoridades situaban el número de víctimas en 20.000, entre muertos y desaparecidos. Sin embargo, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), dependiente de la ONU, redujo este lunes la cifra de muertos a 3.958 y los desaparecidos a 11.000. En total, 15.000 víctimas.

La veintena de familias que viven en las aulas son las que no tienen a quién acudir. Llevan ocho días durmiendo sobre unos colchones en el suelo y compartiendo todas un solo baño. La falta de expectativas de que su situación vaya a cambiar se suma a años de violencia, precariedad y falta de oportunidades.

Las ojeras de Ñoriah dan cuenta del agotamiento que acumulan. La vida adulta de esta profesora de primaria de 30 años ha estado atravesada por la historia reciente de Libia. Cumplió la mayoría de edad en 2011, cuando Libia se convertía en un tablero de intereses extranjeros. Acabó su licenciatura en Filología Inglesa el año en el que Estado Islámico convertía su ciudad en un bastión del autoproclamado Califato. “En aquel tiempo, apenas podíamos salir a la calle. Es una época que prefiero no recordar. Vimos demasiadas cosas”, explica de manera parca y precisa. Cuando el Ejército del mariscal Hafter, que controla el este del país, tomó la ciudad, ella pudo empezar a trabajar. “La vida sigue. No la puedes parar”, puntualiza con resignación.

Libia
Los supervivientes de la tormenta mortal que azotó Libia protestan frente a la mezquita de Al Sahaba contra el Gobierno en Derna, este lunes. El cartel dice: "La triste ciudad de Derna exige sus derechos".ZOHRA BENSEMRA (REUTERS)

Sin embargo, las pesadillas que desvelan a Ñoriah comenzaron con la riada que hace una semana se llevó por delante parte de Derna. “Cuando el agua comenzó a entrar por las ventanas subimos hasta la azotea. Todo estaba oscuro, no nos podíamos ver los unos a los otros. El agua me llegaba por la mitad del cuerpo. Estuvimos así unas tres horas. Rezando. Hasta que la inundación empezó a bajar”. Murió su prima, que vivía en la primera planta, sus amigos, que vivían en la casa de en frente, muchos de sus alumnos. “No teníamos dónde quedarnos. Así que nos trajeron aquí. Pero no podemos seguir viviendo más tiempo en una habitación con otras familias, sin un sitio donde ducharnos, donde lavar la ropa”, sigue explicando. Solo sonríe cuando recuerda su gran pasión: el diseño digital. “Al mundo le digo que nos ayuden. Solo eso”, concluye sin convicción.

Fatima Mohamed Jason, madre de seis hijos, y quien también ha perdido a una sobrina y su casa por la inundación, afirma: “Todo el mundo sabe que Libia es un país sin futuro. Hay mucho desempleo entre la juventud. Estamos sufriendo mucho, especialmente en Derna, que ha sido destruida por la guerra”. Sorprende lo difícil que resulta encontrar mujeres por las calles destruidas de la ciudad y su claridad y determinación cuando tienen la oportunidad de expresarse. “Con el salario de mi marido no podemos permitirnos alquilar una vivienda. Necesitamos que el Gobierno construya apartamentos para los damnificados urgentemente. Como lo hicieron con algunas de las personas que perdieron sus casas por la guerra del Daesh. Ahora somos nosotros los que no podemos volver. No nos queda nada”.

Mientras, en el centro de Derna, se cruzan bomberos, rescatadores y militares de Argelia, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Rusia, los países que desde un principio han apoyado al Gobierno del mariscal Hafter, con otros de Italia, España, Turquía, inicialmente aliados con el Gobierno de Trípoli, respaldado por las Naciones Unidas. Pero, quizás, lo más significativo sea que los ejércitos del oeste y del este del país están trabajando conjuntamente en las labores de rescate y de reconstrucción de una ciudad arrasada por las guerras y las crisis humanas.

Las autoridades piden a la prensa que se marche tras una manifestación

AGENCIAS

Las comunicaciones están cortadas en Derna y las autoridades han exigido a buena parte de la prensa que se marchen de la ciudad, después de que el lunes se registrase la primera protesta ciudadana que reclama resposabilidades tras el desastre humano de las inundaciones. Los responsables de la seguridad han impedido la entrada a la ciudad a un equipo de ayuda humanitaria de la ONU que viajaba desde Bengasi.

Una semana después de la rotura de las presas que provocó la catástrofe, vecinos de Derna salieron a las calles a protestar contra las autoridades por no haber prevenido el desastre. Los manifestantes mostraron su ira hacia los responsables políticos por el deficiente mantenimiento de las infraestructuras y por no evacuar a la población ante la llegada de la tormenta Daniel. La manifestación llegó a la casa del alcalde de la ciudad, a la que prendieron fuego. El martes por la mañana la situación estaba en calma, pero Internet y la comunicaciones por teléfono estaban caídas desde la una de la madrugada. 

Hichem Abu Chkiouat, ministro de aviación civil de la Administración que gobierna el este de Libia aseguró a Reuters que se ha pedido a algunos periodistas que se mantengan alejados de las operaciones de rescate, pero negó que hubiera ningún motivo político o de seguridad.

En cuanto a las comunicaciones, un portavoz de la compañía nacional de Telecomunicaciones aseguró que el corte se debía a unos daños en la red de fibra óptica, que se investiga si ha sido accidental o un acto de sabotaje. AFP cita a analistas que creen que el corte es un intento de silenciar las protestas, que pueden extenderse a otras ciudades del país.

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