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Caso Saweto: la justicia vuelve a esquivar a las viudas de cuatro líderes indígenas asesinados en Perú

Un juez anula la sentencia de 28 años de cárcel contra los presuntos asesinos de cuatro dirigentes de la comunidad nativa asháninka, en 2004

Familiares de líderes asháninka asesinados en 2014 exigen justicia tras un fallo judicial que anula la sentencia contra empresarios madereros.
Familiares de líderes asháninka asesinados en 2014 exigen justicia tras un fallo judicial que anula la sentencia contra empresarios madereros.Sebastián Castañeda
Renzo Gómez Vega

El 1 de septiembre de 2014, en una quebrada, en la frontera entre Perú y Brasil, cuatro defensores de los bosques amazónicos fueron asesinados a escopetazos. Llevaban años denunciando que madereros ilegales los habían amenazado de muerte por denunciar sus actividades clandestinas, pero el Estado peruano hizo caso omiso. Fue con el crimen que Edwin Chota Valera, Leoncio Quintisima Meléndez, Jorge Ríos Pérez y Francisco Pinedo Ramírez recibieron la atención que merecían en vida. La tragedia inspiró un documental (Sangre, sudor y árboles, del cineasta estadounidense Robert Curran), un libro (Guerras del Interior, del cronista peruano Joseph Zárate), decenas de piezas periodísticas, y consiguió en cinco meses lo que los dirigentes habían implorado por décadas: que a su terruño, la comunidad nativa de Alto Tamaya – Saweto, en la región Ucayali, se le concediera la titulación de tierras de 76.800 hectáreas de bosque y, con ello, se determinara que era de propiedad de los asháninkas que la habitaban.

Julia Pérez, viuda de Edwing Chota.
Julia Pérez, viuda de Edwing Chota. Sebastián Castañeda

La batalla legal por castigar a los culpables del cuádruple homicidio acaba de tener un revés que ha indignado a las familias y a la sociedad civil, instalando una sensación generalizada de impunidad. El 29 de agosto, la primera Sala Penal de Apelaciones de la Corte de Justicia de Ucayali anuló la sentencia en primera instancia que condenaba a Hugo Soria Flores, José Estrada Huayta, al brasileño Eurico Mapes Gómez y a los hermanos Segundo y Josimar Atachi Felix a 28 años de prisión. Soria y Estrada están acusados de ser los autores intelectuales y los Atachi Felix y Mapes Gómez de consumarlo. La razón, adujeron los jueces, es que faltaron pruebas y se cometieron errores y vicios en la primera resolución.

La decisión de los letrados para que el juicio vuelva al punto cero y los acusados continúen el proceso en libertad ha merecido el rechazo de las autoridades de los pueblos originarios. “Hay un escaso compromiso de parte de la Justicia peruana para detener y castigar a los responsables, y dan a entender que el camino a la impunidad es cada vez más ancho. Queda en entredicho también la escasa voluntad del Estado para defender a los pueblos indígenas y los derechos humanos”, afirma Jorge Pérez Rubio, presidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP).

Por su parte, Jamer López, dirigente de ORAU, la contraparte de AIDESEP en Ucayali, ha hecho un llamado a la comunidad internacional a posar sus ojos sobre el caso que ya se ha dilatado durante casi una década. “La vida de nuestros hermanos amazónicos no significa nada para el Estado, porque esta decisión judicial otorga camino libre para que nos sigan asesinando; es un camino libre para los madereros y las actividades ilegales. Estamos golpeados, pero no vencidos”, subraya.

Foto del líder ashaninka, Edwin Chota.
Foto del líder ashaninka, Edwin Chota.Sebastián Castañeda

Lita Rojas, viuda de Leoncio Quintisima Meléndez, viajó por tres días en bote desde Alto Tamaya – Saweto hasta la ciudad de Pucallpa para escuchar la determinación del juzgado. Ante el fallo, viajó inmediatamente a Lima para manifestar su rabia y su decepción. Lo hizo junto a Julia Pérez, esposa de Edwin Chota, el gran líder de la comunidad; Ergilia Rengifo, esposa de Jorge Ríos, y Lina Ruiz, la hija mayor de Francisco Pinedo. La madre de Lina, Adelina Vargas, murió el año pasado mientras aguardaba que la justicia tocara su puerta.

Son los primeros días de septiembre y las cuatro mujeres están por regresar a la selva. Han tenido un día desgastante donde se han reunido con representantes de los ministerios de Justicia y Cultura. Se les nota en el semblante y en la brevedad de sus palabras. Han contado su drama incontables veces desde hace nueve años, pero además es muy tarde para ellas. Son las ocho de la noche, una hora a la que se duerme en el bosque. Pasará un buen rato hasta que estas lideresas asháninkas digan un par de cosas.

“Vamos a seguir luchando. Pero solo Dios sabe si vamos a lograrlo”, dice Lita Rojas, quien viste una cushma, túnica que distingue a los asháninkas. Cuando Leoncio Quintisima fue asesinado por los madereros ilegales, ella se quedó a cargo de cuatro hijos. El último tenía apenas un año cuando sucedió la desgracia. Se llama Leoncio como su padre y suele preguntar por él. Lita, además, es la única de las cuatro que sigue viviendo en la comunidad. El resto se marchó a Pucallpa por temor a las represalias de los asesinos.

 Familiares de líderes asháninka asesinados en 2014.
Familiares de líderes asháninka asesinados en 2014.Sebastián Castañeda

“Todo ha vuelto al principio. Tanto tiempo denunciando a los taladores, a quienes destruyen nuestros bosques y hasta ahora no hay justicia para nosotros. Yo me siento bien apenada y es con esa sensación que me vuelvo a mi pueblo”, interviene Ergilia Rengifo. Ella fue quien condujo en bote a su esposo y a los otros tres dirigentes, en un viaje de ocho horas, surcando el río Tamaya un día antes del ataque. Se dirigían a la comunidad nativa de Apiwxta, en la frontera con Brasil, en el Estado de Acre, donde se reunirían con dirigentes brasileños que se habían sumado a su lucha contra el tráfico ilegal de madera. Ergilia, que crio a nueve hijos, recuerda que aquella vez un ave conocida como chicua, que acostumbra ser de mal agüero, chilló durante varios minutos, acaso anunciando el atentado. Aunque lo intentó, no pudo evitar lo que es el destino les había deparado.

Julia Pérez, quien está cuidando a su última pequeña, hija de su nuevo compromiso, se muestra distante. Su exesposo Edwin Chota fue la voz del pueblo de Saweto sin ser un asháninka. Instruyó a la comunidad y sembró en ellos el ímpetu de reclamar lo que es justo. Prueba de ello es el coraje de Lina Ruiz, la hija de Francisco Pinedo: “Si los indígenas nos quedamos callados es como si no existiéramos. Voy a seguir con todo esto, porque no puede ser posible. Los asesinos de mi padre y de sus amigos en estos momentos están caminando por la calle, saliendo a pasear, libres. ¿Y nosotros qué? No podemos regresar a nuestras casas porque nos pueden matar”.

Lina Ruíz, hija de Francisco Pinedo.
Lina Ruíz, hija de Francisco Pinedo. Sebastián Castañeda

A su padre, Lina le agradece el haberle enseñado a pescar y a usar la flecha para cazar perdices. Saberes que normalmente solo se les inculca a los varones. El recuerdo más nítido que tiene de él es tomando su masato —un brebaje fermentado de yuca— después de una ardua jornada y preguntándoles a sus hijos: ¿están llenos? Con la barriga llena era que Francisco Pinedo les demostraba su cariño.

Nueve años después su lucha ha retornado al punto de partida. Pero no piensan dar un paso atrás.

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Sobre la firma

Renzo Gómez Vega
Periodista y escritor. Ha escrito en los medios peruanos 'El Comercio', 'La República', el semanario 'Hildebrandt en sus Trece' y 'Salud con Lupa'. Fundador de la revista digital 'Sudor'.

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