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El calor de los rescoldos y las partículas tóxicas complican la búsqueda de desaparecidos en el incendio en Hawái

El número de víctimas del peor fuego que ha sufrido EE UU en más de un siglo seguirá creciendo, según alerta el gobernador

Hawaii fire
Dos personas examinan los restos de viviendas calcinadas por el incendio que ha destruido la ciudad histórica de Lahaina en la isla hawaiana de Maui.Sandy Hooper (via REUTERS)
Macarena Vidal Liy

Ya es el incendio más mortífero en más de un siglo en Estados Unidos. Y todo apunta a que el número de víctimas va a seguir creciendo. Los residentes de la isla hawaiana de Maui tratan este lunes de hacerse a la idea del alcance del desastre que ha dejado ya cerca de un centenar de muertos, centenares de desaparecidos y a miles sin hogar en la ciudad de Lahaina, calcinada por el fuego. Las tareas de búsqueda de cuerpos, e incluso de regreso de los vecinos a por las pocas pertenencias que hayan podido quedar, se ven complicadas por el intenso calor que aún desprenden los escombros y por las partículas tóxicas en el agua, aire y superficies.

“Solo hemos completado el 3% de la búsqueda y los equipos quieren ser meticulosos, hacer las cosas como es debido. Así que están yendo calle por calle, cuadra por cuadra, están mirando los vehículos. Pronto empezarán a entrar en los edificios”, ha declarado este lunes el portavoz del departamento de Defensa de Hawái, Jeff Hickman, a la cadena de televisión NBC.

En las últimas horas, se han incorporado nuevos equipos y perros rastreadores procedentes del resto de Estados Unidos. “Así que esperamos que las cosas empiecen a moverse un poco más rápido de lo que han ido en el último par de días y podamos traer un poco de alivio a la gente en Maui”, ha agregado el portavoz de Defensa.

Las montañas de cascotes en las que se ha convertido el casco histórico de Lahaina, la antigua capital del reino de Hawái, aún mantienen muy altas temperaturas tras el fuego que consumió la ciudad de 12.000 habitantes (la isla de Maui alberga 170.000 residentes) en solo cuatro horas el martes, devorando madera y fundiendo el metal.

“En los primeros días, hemos practicado búsquedas en las calles y los vehículos en la zona, pero no podíamos entrar en los edificios”, explicaba el jefe de la Policía de Maui, John Pelletier, también a NBC. “Mis agentes están adiestrados para capturar a los malos, responder a robos, tomar denuncias. Pero no están adiestrados para entrar en estructuras humeantes y buscar restos humanos en ellas”.

Las escenas que encuentran estos equipos son “sobrecogedoras”, advertía el gobernador de Hawái, Josh Green, en una declaración institucional por vídeo en su cuenta de Instagram. “Apenas queda nada” de Lahaina, que hasta el martes pasado era un pintoresco puerto de lustrosa vegetación e importante centro de la cultura hawaiana, siempre abarrotado de turistas.

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Green ha advertido que, aunque de momento los restos localizados corresponden a 96 personas, la cifra continuará subiendo en los próximos días.

Al tiempo que avanzan las tareas de búsqueda, las autoridades hawaianas y las federales estadounidenses comienzan a centrarse en otro de los graves problemas dejados por el incendio: el de las miles de personas que han quedado sin hogar y el restablecimiento de los servicios de electricidad y telefonía interrumpidos durante días en el oeste de Maui, donde se encuentra Lahaina.

Aunque algunos residentes han comenzado a volver a sus antiguos vecindarios a rescatar lo que pueden, las autoridades han advertido de que sigue siendo peligroso moverse por la zona y los equipos de Agencia Federal de Gestión de Desastres (FEMA, por sus siglas en inglés) aún tratan de detectar posibles peligros.

“Es peligroso. Es una zona de riesgo, y por eso están aquí los expertos”, declaraba este fin de semana el alcalde de Maui, Richard Bissen, en una rueda de prensa. “No hacemos ningún favor a nadie si les dejamos volver rápido y acaban enfermando”.

La toxicóloga del Gobierno de Hawái Diana Felton ha declarado a la radio pública del archipiélago que eliminar las sustancias contaminantes dejadas por el incendio puede tardar semanas o incluso meses. A lo largo de los próximos 15 días se retirarán los elementos de riesgo más claros, como botellas de propano. Pero limpiar las cenizas y los escombros requerirá más tiempo.

“Hay que tratar esas áreas con mucho cuidado”, señalaba. Las casas de madera antigua que formaban la mayor parte del casco viejo podían contener asbestos o plomo procedente de la pintura. Dado el pasado de la isla como gran zona de plantaciones de piña y caña de azúcar, también puede haber arsénico entre los restos: ese veneno se utilizaba como herbicida en el siglo pasado en esas haciendas. “No quieres entrar en contacto con esas sustancias”, insistía Felton.

Los expertos advierten que esas sustancias tóxicas u otras pueden encontrarse también en el agua potable o incluso en el aire, lo que complica las tareas de reconstrucción y de recuperación de la isla, de economía basada en el turismo. Las autoridades de Maui han recomendado a los residentes en el área de Lahaina y de Kula, otra localidad afectada por los incendios en el sur, que no beban agua corriente, ni siquiera hervida. También aconsejan darse solo duchas cortas y a temperaturas templadas, en zonas bien ventiladas.

Por el momento, el gobierno de Hawái comenzará a albergar a los desplazados en 500 plazas hoteleras disponibles tras la marcha de más de 15.000 turistas que se encontraban en Maui cuando estallaron los incendios. Esa oferta se incrementará en los próximos días, según ha prometido Green. El gobernador ha anunciado también la apertura de una investigación para determinar si hubo fallos en la respuesta inicial al siniestro, entre lamentos de la población de que las sirenas de alerta que debían haber avisado del peligro nunca llegaron a sonar. Sí se enviaron mensajes por móvil y a través de radio y televisión, pero para entonces mucha gente ya había perdido la señal telefónica y la electricidad.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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