Una pequeña tienda de Skid Row, el barrio más conflictivo y pobre de Los Ángeles, vende un premio de lotería de 1.000 millones de dólares
Una de las zonas con más personas sin hogar de Estados Unidos se ha convertido en el epicentro de uno de los mayores premios de la historia
Una pequeña tienda de abarrotes a unas calles de Skid Row, el barrio de Los Ángeles que la ONU compara con un campamento de refugiados, ha vendido este miércoles el boleto de lotería ganador con un premio de 1.080 millones de dólares. Los números ganadores fueron el 7-10-11-13-24 de bolas blancas y el número 24 de la llamada Powerball, el nombre de la lotería. Es el sexto premio más grande en la historia de Estados Unidos y el tercero más grande en la historia de esa modalidad de juego, y se lo ha llevado alguien —de identidad todavía desconocida— que lo adquirió en uno de los barrios más pobres del país y que probablemente ahora estará saltando de alegría.
Las Palmas Mini Market, así se llama la tiendita regentada desde hace siete años por Nabor Herrera. Su dueño no se enteró de la noticia hasta que fue a trabajar la mañana de este jueves. Al principio pensó que todas las cámaras que estaban allí pertenecían al set de alguna película. “Fue una sorpresa total para mí”, dijo a los medios Herrera. Con el bonus de un millón de dólares que recibirá por ser el vendedor del boleto ganador, el señor, padre de cuatro hijos, pretende utilizarlo para irse de vacaciones con ellos a Cabo San Lucas, un pueblo playero en Baja California Sur, en México. “También quiero hacer la tienda más grande, con más productos y mejor servicio para la gente. Eso es en lo que estoy ahora”, ha dicho Herrera.
Por las reglas que regulan esta lotería, todavía queda mucho —un año entero— para conocer la identidad del que compró el boleto ganador. Durante ese tiempo, los organizadores de la lotería comprueban que la persona es alguien que merece el premio. “Tenemos que dedicar tiempo a investigar al ganador para asegurarnos de que sea la [persona] correcta”, ha dicho Carolyn Becker durante la rueda de prensa. “La integridad y transparencia son increíblemente importantes para nosotros”. Becker ha recomendado al ganador que piense en contratar asesores financieros y legales para que le ayuden a administrar el dinero. Lo primero que tiene que decidir es si quiere recibir un pago de 558 millones de dólares antes de pagar impuestos o la suma total de 1.080 millones de dólares a lo largo de varios años.
El premio, con una probabilidad de una entre 292,2 millones, está entre los más grandes de la historia, y alcanzó la cifra estratosférica después de que nadie lo ganase el de la semana pasada, fijado en 900 millones de dólares. El récord de Powerball fue un premio de 2.040 millones, sorteado en noviembre, también en California, por lo que esta es la segunda vez en menos de un año que la suerte convierte en multimillonario a un residente del condado de Los Ángeles gracias a la lotería Powerball. La última vez que alguien ganó el premio gordo de Powerball fue el 19 de abril, casi 253 millones de dólares. Powerball se juega en 45 estados, así como en Washington, DC, Puerto Rico y las Islas Vírgenes de Estados Unidos.
El estrecho mercado donde se ha vendido el premio está a pocas manzanas de Skid Row, con sus calles llenas de miles de personas durmiendo en la calle. En las aceras de sus dos kilómetros cuadrados viven cerca de 12.000 almas sin acceso a agua potable ni aseo. La esperanza de vida aquí es de 48 años, frente a los 80 años de un californiano medio. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo compara con un campamento de refugiados por la situación de indigencia en la que viven sus vecinos. Esta situación expone un problema más grande y que crece imparablemente: el número de personas sin techo en Los Ángeles ha aumentado un 16%.
El epicentro mediático ha sido Herrera, pero la verdadera ganadora es su mujer, María Leticia Menjivar, de 50 años, dueña de la tienda que ha preferido no hablar con la prensa, según contaba el periódico Los Angeles Times. Sí lo ha hecho su hija mayor, Angélica, de 35 años. Al principio no podía creerlo, relataba a la prensa, así que empezó a comprobar a través de su celular las cámaras de seguridad de la tienda, y vio cómo llegaban cada vez más equipos de cámaras de televisión. “Empezamos a recibir llamadas a las cinco de la mañana, pensábamos que era spam”, ha asegurado esta mujer de origen salvadoreño. “Somos migrantes, y nuestra familia ha luchado mucho para convertir este negocio en un éxito, y este era nuestro sueño, demostrar que es posible para cualquiera conseguirlo”.
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