Un partido sin etiquetas inquieta a los demócratas de EE UU
El senador demócrata rebelde Joe Manchin, principal opositor interno de Biden, apoya una plataforma no partidista que aspira a una candidatura unitaria a la Casa Blanca
Muchos lo llaman ya el tercer partido, aunque No Labels (Sin etiquetas) se presenta como “un movimiento nacional de personas que creen en Estados Unidos y en acercar a nuestros líderes para resolver nuestros problemas más difíciles”. Pero en la práctica el grupo explora una tercera vía política que puede socavar la candidatura a la reelección del presidente Joe Biden. La presentación de esta alternativa al bipartidismo, que intenta conciliar a rojos (republicanos) y azules (demócratas), ha tenido lugar este lunes en New Hampshire con la intervención estelar del senador demócrata rebelde Joe Manchin, conocido por su oposición a algunos de los planes estrella de Biden, jibarizados para contentarlo.
Si candidatos como el verso libre Robert Kennedy Jr. ya están restando fuerza a Biden en intención de voto -en mayo recibía un 20% de apoyos, frente al 37% del mandatario, cuya reelección rechaza el 70% de los estadounidenses-, la presencia de Manchin en este foro sin siglas hace temblar aún más a los demócratas por su habilidad para distraer la atención pública. A esta tercera vía, que aspira a recaudar 70 millones de dólares para formular un tique presidencial que represente a los dos partidos, se añade la existencia de otros candidatos a la Casa Blanca como el aspirante del Partido Verde, el activista e intelectual Cornel West, por lo que los nervios en la campaña de Biden van en aumento.
No Labels respalda el lanzamiento de una nueva plataforma de “sentido común” sobre inmigración, sanidad, control de armas, economía y otras cuestiones que, en su opinión, están siendo ignoradas por lo que considera dos partidos ideológicos y cada vez más extremistas con respecto al contrario, reflejo de la polarización que sembró Donald Trump. Manchin, que aún no ha dicho si se presentará a la reelección al Senado el año próximo, aterriza en un terreno político que le resulta conocido: ambivalente, a la derecha de su partido y cerca de los republicanos más moderados. Con buenas relaciones con la industria del crudo y, además, presidente del comité de Energía y Recursos Naturales del Senado, el verano pasado obligó a Biden a dar marcha atrás en un gran paquete de medidas, incluidas muchas contra el cambio climático y una subida de impuestos a los ricos. Su presión obligó a recortar el programa de máximos pero el liderazgo del partido aceptó sin rechistar porque su mayoría en el Senado es la mínima: 51 escaños frente a los 49 republicanos. Y porque el senador es el baluarte demócrata en Virginia Occidental, un Estado que votó masivamente a Trump en 2016 y 2020.
En su intervención, Manchin argumentó que los partidos se han “replegado” hasta los límites “extremos” del espectro político. “Estamos aquí para asegurarnos de que el pueblo estadounidense tiene una opción, y la opción es si se puede sacar a los partidos políticos de sus respectivos lados, se han ido demasiado a la derecha y demasiado a la izquierda”, dijo. Pero preguntado por sus ambiciones presidenciales, respondió que eso sería “poner el carro delante del caballo”. “No estoy aquí presentándome a la presidencia”, manifestó. “Estoy aquí tratando básicamente de salvar a la nación. Estoy más preocupado ahora que nunca en mi vida. Tengo tres hijos y 10 nietos”.
Además del protagonismo de Manchin, la propia existencia de No Labels inquieta a los demócratas, porque su salto a la arena política sólo puede favorecer la candidatura de Donald Trump. Aunque las primarias demócratas parecen en principio más previsibles que el concurrido camarote de los republicanos, muchos en la Casa Blanca creen que, si llega a cuajar esa candidatura bicolor, la tercera vía puede dinamitar definitivamente las posibilidades de Biden en 2024. Pero lo cierto es que es la insatisfacción con los candidatos de ambos partidos -Trump es objeto de un rechazo similar al de Biden- la que alimenta las especulaciones sobre el tercer partido.
La edad de Biden, 80 años; sus sonoros despistes -ha confundido dos veces la guerra de Ucrania con la de Irak- y un mandato a trompicones de la inflación, las zancadillas republicanas y los reveses del Tribunal Supremo -el último, al tumbar su plan de condonación parcial de la deuda estudiantil- colocan al presidente en una tesitura incómoda. Conocido defensor del papel de los sindicatos, el de los trabajadores del gigante de la logística UPS, el principal servicio de reparto del país, ha pedido a la Casa Blanca que Biden se abstenga de intervenir en las negociaciones laborales con la empresa, tras el reciente fracaso del diálogo. En el alero está una posible huelga masiva (340.000 trabajadores), disruptiva, a partir del 31 de julio, pero también el papel menoscabado de Biden como sindicalista en jefe del país.
Asociación sin ánimo de lucro
Que Manchin no se presente a la reelección en 2024, regalando su escaño a los republicanos, o, aún peor, que acepte la hipotética oferta de No Labels de integrar el tique electoral -algo que en principio no contempla pero que tampoco descarta-, son dos escenarios negativos para el establishment azul. “Está claro que la mayoría de los estadounidenses están muy frustrados por la creciente división en nuestros partidos políticos y la retórica política tóxica de nuestros líderes electos”, dijo Manchin la semana pasada en el comunicado de la convocatoria del acto de No Labels en New Hampshire.
Las intenciones, así como los apoyos reales, de No Labels suscitan todo tipo de teorías; el grupo está registrado como una asociación sin ánimo de lucro que no revela la identidad de sus donantes. Este domingo, Joe Lieberman, copresidente de No Labels, declaró que no presentarán un candidato en 2024 si las encuestas muestran que ello ayudaría a elegir al candidato presidencial demócrata o republicano. “No estamos en esto para ser aguafiestas”, dijo en una entrevista en la cadena ABC. El grupo ha tachado de antidemocráticas las críticas a sus intenciones de participar en el proceso político.
Desde el inicio de la presidencia de Biden en enero de 2021, Manchin ha dado batalla contra todo, incluso contra ayudas a la infancia para sacar de la pobreza a las familias más desfavorecidas, por no hablar de la ambiciosa política verde de Biden. Sólo se ha mostrado abiertamente a favor de una medida: relajar las normas para conceder permisos de explotación de combustibles fósiles (vitales en la economía de Virginia Occidental). De cara a 2024, cuando no hay en teoría nada que pueda obtener a cambio de su voto, el díscolo Manchin puede dar un nuevo dolor de cabeza, tal vez definitivo, a Joe Biden.
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