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Biden aprueba dar a Ucrania bombas de racimo pese a la oposición de los aliados

El Pentágono incluye el polémico armamento en un nuevo paquete de ayuda militar a Kiev

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en el atril, junto al secretario de Defensa, Lloyd Austin, el 4 de julio en la Casa Blanca. Foto: ASSOCIATED PRESS/LAPRESSE (APN) | Vídeo: EPV
Miguel Jiménez

Joe Biden ha vencido su resistencia y ha dado el paso de aprobar la entrega a Ucrania de bombas de racimo para la contraofensiva frente a Rusia. Lo ha hecho a pesar de que la mayoría de sus aliados son firmantes de un convenio que prohíbe el uso de esas armas, peligrosas para la población civil, especialmente los niños, incluso años después de lanzarse. Alemania y Francia, por ejemplo, siguen oponiéndose a su uso, pero han sido prudentes y han evitado criticar abiertamente a Washington en las declaraciones que han hecho antes del anuncio oficial.

”Ha sido una decisión muy difícil por mi parte. Y, por cierto, lo hablé con nuestros aliados, lo hablé con nuestros amigos del Capitolio”, ha dicho Biden a la CNN, según el adelanto de una entrevista que se emitirá este domingo. “Los ucranianos se están quedando sin munición”, ha añadido.

Estados Unidos incluye la munición de racimo dentro de un nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania, según ha confirmado el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, este viernes en rueda de prensa. El Pentágono ha precisado luego que el nuevo paquete, el 42º que entrega Estados Unidos, está valorado en 800 millones de dólares (unos 730 millones de euros) e incluye “cientos de miles” de bombas de racimo entre abundante munición de artillería y blindados.

El Gobierno de Volodímir Zelenski considera las bombas de racimo especialmente útiles en la fase de la contraofensiva para golpear a las tropas rusas atrincheradas en posiciones defensivas, aun siendo conscientes de que las lanzan en su propio territorio y suponen una amenaza para el futuro.

“Ucrania necesita artillería para mantener sus operaciones ofensivas y defensivas. La artillería está en el centro de este conflicto. Ucrania dispara miles de proyectiles al día para defenderse de los intentos rusos de avanzar y también para apoyar sus propios esfuerzos por recuperar su territorio soberano”, ha dicho Sullivan, que ha indicado que este tipo de munición de racimo servirá de “puente” mientras se fabrican más proyectiles convencionales.

El portavoz ha subrayado que Rusia ha usado masivamente este tipo de munición y que Ucrania se ha comprometido a emplearla con cuidado para intentar minimizar el riesgo para los civiles, subrayando que es para defender su propio territorio. Además, como Rusia ya las ha usado y con una tasa de fallos muy alta, en cualquier caso es necesario realizar una limpieza y desminado del terreno tras el conflicto y Ucrania se ha comprometido a ello, ha añadido.

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“Reconocemos que las municiones de racimo crean un riesgo de daños a civiles por artefactos sin estallar. Por eso hemos aplazado la decisión todo lo que hemos podido. Pero también existe un enorme riesgo de daños civiles si las tropas y los tanques rusos arrollan las posiciones ucranianas y toman más territorio ucraniano y someten a más civiles ucranianos” ha insistido Sullivan. “Ucrania no estaría utilizando estas municiones en una tierra extranjera. Es su país el que están defendiendo. Estos son sus ciudadanos, que están protegiendo y están motivados para utilizar cualquier sistema de armas que tienen de una manera que minimice los riesgos para esos ciudadanos”, ha dicho.

Las bombas de racimo son polémicas, se consideran especialmente crueles y están prohibidas por más de un centenar de países firmantes de la Convención de Municiones de Racimo del 2008, entre los que no están Rusia, Ucrania ni Estados Unidos. Las organizaciones de derechos humanos aseguran que tanto Rusia como Ucrania las han usado en la actual guerra. Ese acuerdo internacional se conoce también como la Convención de Oslo, pues fue abierto a la firma en la capital noruega en 2008. Prohíbe el uso, almacenamiento, producción y transferencia de municiones de racimo.

“Alemania también ha firmado la convención; para nosotros no es una opción”, ha declarado a la prensa en Berna (Suiza) el ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius. En el mismo sentido se han manifestado las autoridades francesas. La OTAN, sin embargo, no tiene una posición al respecto y deja que cada país tome sus propias decisiones. La Alianza Atlántica celebra su cumbre la semana próxima en Vilnius (Lituania).

Riesgo para civiles

La ONU también se opone al uso de estas armas, según ha señalado un portavoz de su secretario general, António Guterres. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha vuelto a pedir este viernes a los países que no las usen. “Las municiones de racimo esparcen pequeñas bombetas por una amplia zona, muchas de las cuales no explotan inmediatamente”, ha declarado la portavoz de la oficina, Marta Hurtado. “Pueden matar y mutilar años después. Por eso su uso debe cesar inmediatamente”, ha añadido.

Las bombas de racimo, también llamadas de fragmentación, se lanzan desde el aire o se disparan desde tierra y esparcen múltiples submuniciones o pequeñas bombas indiscriminadamente sobre un área que puede cubrir el tamaño de un campo de fútbol. Están destinadas a sembrar la destrucción en múltiples objetivos a la vez.

El problema es que eso hace que los ataques sean indiscriminados y pone en riesgo a potenciales víctimas civiles, especialmente porque parte de las bombas quedan con frecuencia sin detonar de inmediato después de ser diseminadas y representan un peligro para la población que puede durar décadas. Las bombetas están diseñadas para explotar al hacer contacto, pero no para autodetonarse. Si caen sobre vegetación, agua o terreno blando, pueden quedarse sin explotar.

”La transferencia de estas armas causaría inevitablemente un sufrimiento prolongado a la población civil y socavaría el oprobio internacional de su uso”, señaló Human Rights Watch este jueves. Decenas de miles de civiles han sido víctimas de este tipo de municiones, usadas en Irak, Afganistán, Siria, Líbano, Yemen, los Balcanes y Ucrania, entre otros países.

Estados Unidos sostiene que las bombas que entregará a Ucrania tienen un “índice de fallos” reducido, lo que significa que habrá muchas menos sin explotar que puedan causar muertes civiles involuntarias. El Pentágono dispone de una reserva de las llamadas municiones convencionales mejoradas de doble uso (DPICM, por sus siglas en inglés) que ya no utiliza. Las DPICM que Washington entregará a Kiev se disparan desde cañones de 155 mm y cada una contiene 88 submuniciones.

”Las municiones de racimo utilizadas por Rusia y Ucrania están matando civiles ahora y seguirán haciéndolo durante muchos años”, señaló el jueves en un comunicado Mary Wareham, directora interina de armas de Human Rights Watch. “Ambas partes deberían dejar de usarlas inmediatamente y no intentar conseguir más de estas armas indiscriminadas”.

El general de Brigada Pat Ryder, portavoz del Pentágono, dijo el jueves en la rueda de prensa del Departamento de Defensa que si se tomara la decisión de suministrar las bombas de racimo a Ucrania, Estados Unidos “seleccionaría cuidadosamente las municiones con menores tasas de no detonación” y que disponen de “datos de pruebas recientes” al respecto. “Las que estamos considerando suministrar no incluirían variantes más antiguas con tasas (de no detonación) superiores al 2,35%”, afirmó. El general añadió que Rusia ha estado utilizando municiones de racimo que tienen un índice muy alto de fallos.

El secretario de Defensa, Lloyd Austin, se puso en contacto este jueves con su homólogo de Ucrania, Oleksii Reznikov, para tratar la evolución del campo de batalla en Ucrania, según el Pentágono. “Austin también presentó información actualizada sobre la ayuda estadounidense a la seguridad. Ambos líderes se comprometieron a mantener un estrecho contacto”, decía el resumen oficial de la llamada, que no mencionaba las bombas de racimo ni ningún otro material concreto.

El último uso estadounidense a gran escala de bombas de racimo fue durante la invasión de Irak en 2003, pero las fuerzas estadounidenses las consideraron también un arma clave durante la invasión de Afganistán en 2001, según Human Rights Watch. En los tres primeros años de ese conflicto, se calcula que la coalición liderada por Estados Unidos lanzó más de 1.500 bombas de racimo en Afganistán.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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