Un bombardeo de Rusia provoca 10 muertos en un edificio de viviendas de Lviv, cerca de la frontera polaca
El ataque devuelve la tensión a la zona occidental de Ucrania, principal puerta de entrada y salida del país al estar el espacio aéreo cerrado, y deja 45 heridos
Rusia ha golpeado este jueves la ciudad ucrania de Lviv, a unos 60 kilómetros de Polonia, país miembro de la OTAN y de la UE. Tres misiles impactaron en torno a las tres de la madrugada en un grupo de edificios de viviendas y en un cuartel militar, según pudo comprobar EL PAÍS en el lugar de los hechos, mientras que otros siete fueron interceptados. Hasta el momento, el balance es de 10 civiles muertos y 45 heridos, al menos de ellos 13 hospitalizados, en el lugar de uno de los impactos, según confirmó el alcalde de la ciudad, Andri Sadovi. El regidor aseguró que se trata del peor ataque contra civiles en la ciudad. En los últimos meses, varios misiles han causado muertos en la región, pero los principales ataques de Moscú no habían afectado a Lviv. El más grave se registró en abril de 2022, cuando murieron siete personas por el impacto de misiles. La policía nacional ha informado de que entre los 45 heridos hay tres niños.
El gobernador regional, Maksym Kozytskyi, ha declarado este viernes por la mañana que los equipos de rescate han trabajado durante toda la noche para retirar los escombros a pesar de la intensa lluvia que ha caído sobre la ciudad. “Como resultado del ataque con cohetes de ayer contra un edificio de apartamentos en Lviv, murieron 10 personas. Una persona fue encontrada por la noche y otra más esta mañana”, ha escrito Kozytskyi en la aplicación de mensajería Telegram. Las autoridades de la ciudad han declarado dos días de luto en honor de las víctimas.
El atentado ha causado daños en 35 viviendas, un complejo de oficinas, un campus estudiantil, una escuela y varias docenas de coches. El alcalde no quiso informar de los daños o posibles víctimas en las instalaciones de la academia militar también atacada.
Lviv fue un importante punto de salida de varios millones de refugiados durante los primeros meses de la invasión rusa y actualmente es la principal puerta de entrada y salida de Ucrania hacia otros países por carretera o tren debido a que el espacio aéreo está cerrado desde el 24 de febrero de 2022.
“Me desperté entre explosiones”, explicaba Mijailo, de 26 años, vecino del portal contiguo al edificio de donde fueron retirados los cadáveres. Este ciudadano señaló que al principio decidió ir al sótano, pero que más tarde pensó que no le daría tiempo a llegar y se protegió en la estancia más segura del apartamento: el baño. Allí se hallaba cuando llegó el segundo misil. El tercero ya lo pilló cuando había logrado ponerse a salvo en el refugio, pasadas las tres de la madrugada. Como Mijailo, todos los vecinos consultados sintieron tres explosiones. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, aseguró a través de sus redes sociales que “habrá una respuesta al enemigo” tras este ataque.
El bombardeo tuvo lugar pocas horas después de que esta misma ciudad acogiera el entierro de la escritora Victoria Amelina, una de las 13 víctimas mortales del ataque llevado a cabo la semana pasada sobre un restaurante de la ciudad oriental de Kramatorsk (región de Donetsk). Entre los vecinos crece la sensación de que ningún punto de Ucrania es seguro, por muy alejado que esté del frente en el que combaten los dos ejércitos. El propio alcalde se mostraba sorprendido de haber participado la noche del miércoles en un acto para recaudar fondos con los que sostener a las familias de dos reporteros muertos durante la guerra y, pocas horas después, estar supervisando junto a otras autoridades las labores de emergencia junto al edificio de viviendas parcialmente destruido.
Una treintena de casas y medio centenar de coches resultaron destruidos. Las grúas los retiraron pronto para facilitar los trabajos de limpieza y desescombro. “Los misiles rusos atacan las infraestructuras civiles” y “la situación es muy dura, ha sido un ataque enorme”, añadió el alcalde de Lviv junto a un parque infantil en cuyos columpios se iban alternando policías y bomberos para sentarse y descansar. Un corro de vecinos se arremolinó en torno a una persona que sostenía un papel con sus nombres y contactos. Pasaron lista en voz alta y los presentes iban alzando la mano. De esta forma empezaron a organizar la ayuda y las necesidades de cada uno desde primera hora de la mañana. Algunas mujeres, en bata y zapatillas, trataban de tranquilizar a sus familiares a través del teléfono.
La infraestructura en el entorno del lugar del ataque se engrasó perfectamente al poco tiempo, con cabinas para quien deseara ir al baño, contenedores y camiones que se iban llenando de escombros, una carpa de la ONG World Central Kitchen (WCK), del cocinero español José Andrés, repartiendo algo de comida y bebidas calientes entre los afectados y los trabajadores. Algunos vecinos se ocupaban de sus mascotas: perros, gatos o pájaros, mientras trataban de tranquilizarlos. Mikola, un hombre de 77 años, sonrió agradecido al mostrar que solo había sufrido unos rasguños en el rostro mientras mostraba al reportero su casa, junto al edificio más afectado por el ataque. A unos metros, una chica lloraba mientras habla a través del móvil.
Los vecinos consultados confirmaron que hubo tres impactos a lo largo de varios minutos. Así lo explicó Andri, un abogado de 35 años que vive a un centenar de metros del lugar donde golpeó uno de los misiles y que resultó herido leve en la pierna izquierda a consecuencia del impacto de cristales. Tras ser atendido y con la herida vendada, explicaba que la primera explosión lo pilló en su casa y la segunda, ayudando a sus vecinos a llegar al sótano para ponerse a salvo ante la posibilidad de nuevos impactos. El tercer misil cayó cuando ya estaban todos a cubierto. “Se sucedieron las escenas de gritos, carreras, ruidos de cristales”, comentó.
Junto al cuartel, de cuyo ataque las autoridades evitaron informar, como es habitual cada vez que hay objetivos militares, la situación era mucho más calmada. Grupos de operarios limpiaban la calle junto a la verja, que en algunos tramos saltó por la onda expansiva. Otros trabajadores retiraban ramas del parque que hay delante. Dentro se veía a soldados limpiando junto a un edificio golpeado aparentemente por un misil. Varios bloques resultaron afectados por el ataque con diversos daños y ventanas reventadas. Uniformados abandonaban las instalaciones con sus pertenencias; entre ellas, mochilas y sacos de dormir.
Mientras, Lviv intentaba seguir con su rutina diaria de ciudad en un país en guerra. Los ciudadanos acudían a sus trabajos y esperaban en las paradas del transporte público. Algunos se llevaban fotos y vídeos grabados en el lugar del ataque.
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