Las ONG de rescate en el Mediterráneo luchan por aumentar la presencia de mujeres en el salvamento marítimo
Los buques humanitarios que salvan migrantes a la deriva tratan de buscar la paridad en sus tripulaciones. En las organizaciones públicas de búsqueda y auxilio de náufragos, los hombres representan el 90%
La primera mujer en la historia que accedió al cargo de capitana lo hizo en 1935. Era la joven de 27 años Ivanovna Shchetinina, oriunda de Vladivostok (Rusia), y había comenzado su carrera como marinera rasa para acabar al timón de trasatlánticos y participando en operaciones militares durante la II Guerra Mundial. También en aquel entonces, entre los marinos se decía que las mujeres no debían estar en los barcos porque atraían la mala suerte. Casi 100 años después, en 2023, Anabel Montes, de 28 años, ha decidido tomarse un respiro profesional. Durante los últimos ocho años ha vivido entregada al salvamento de migrantes en el mar y ha sido la responsable de búsqueda y rescates en el Geo Barents, el buque insignia de Médicos Sin Fronteras. Y ahora que ella acaba, Maitane Carnero empieza. No es que sea una novata: esta vasca de 32 años acumula cuatro años de misiones de salvamento con la ONG Open Arms en el Mediterráneo central. Comenzó como socorrista, se formó para ser marinera y ahora se ha estrenado como patrona en el Astral, el velero de la organización humanitaria española.
Las experiencias de Montes y Carnero son una muestra de cómo las mujeres se van abriendo paso en el ámbito del salvamento humanitario en el mar, constituido por ONG que se dedican a rescatar a los migrantes que quedan a la deriva cuando tratan de alcanzar las costas europeas. En el sector marítimo, las mujeres representan el 2% de los 1,2 millones de marineros y otros puestos de trabajo en las tripulaciones, y el 94% de ellas están en cruceros, según el último estudio de la Organización Marítima Internacional (OMI). En el caso de los organismos públicos de búsqueda y salvamento, o SAR por sus siglas en inglés, un 10% del personal es femenino, pero repartido entre todas las profesiones que se engloban en este ámbito, como enfermería o comunicación, donde su presencia es habitual.
Las marineras avanzan a pasos forzados en un sector que, precisamente, enfrenta una crisis de personal por las duras condiciones laborales. Y su empoderamiento beneficia a quienes trabajan en la comunidad marítima, según declaró el secretario general de la OMI, Kitack Lim, tras la publicación del último informe, que vio la luz el 18 de mayo de 2021, en coincidencia con el primer Día Internacional de la Mujer en el Ámbito Marítimo.
En 2016, a Anabel Montes le era muy difícil encontrar a otras mujeres en este trabajo. “Ni siquiera soy capaz de acordarme de cuántas misiones hice en las que hubiera una compañera que fuera socorrista o patrona; siempre estaba sola”, recuerda. Ese mismo año se estrenaba Kathrin Schmidt, exjefa de operaciones en el buque Iuventa y actualmente en el Louise Michel, ambos buques pertenecientes a organizaciones humanitarias. Montes también recuerda que eran muy pocas, y asegura que eso de sacar a una persona del mar se veía como algo exclusivo de hombres. “Se les ve como héroes que protegen a los demás. El rescate está bastante conectado a la masculinidad”, explica por videollamada.
Las organizaciones humanitarias insisten en que ahora intentan lograr la paridad en sus equipos. “En esta tripulación somos la mitad y estamos en puestos de liderazgo”, comenta la patrona Carnero desde la proa del Astral, durante una parada técnica en el puerto de Lampedusa a principios de mayo. Efectivamente: en su misión 98, recién finalizada, navegaban cuatro hombres y cuatro mujeres: una enfermera, una socorrista, la patrona (Carnero) y la responsable de búsqueda y rescate. Por encima de las dos últimas, solo el capitán tenía más autoridad.
Otras organizaciones también están equilibrando la balanza. En Resqship, ONG alemana, como mínimo cuentan con dos o tres mujeres entre médicos, coordinadoras de comunicación o marineras. No ocurre así con los puestos de patrones porque son los hombres quienes suelen obtener las licencias náuticas. “Puedes ser jefa de misión con diferentes habilidades en tu currículum, pero no puedes improvisar ser capitana. Necesitas haber dedicado tu vida a ello”, analiza por teléfono Jasmine Iozzelli, rescatadora y jefa de operaciones en esta ONG y doctoranda en Antropología.
Schmidt y Eva Galy, actual marinera en el Humanity 1, creen que las acciones de discriminación positiva para reducir la desigualdad son necesarias. No obstante, Schmidt aboga más por seleccionar “a ciegas”, sin conocer el nombre, el género ni la edad de los candidatos. “No nos hacemos un favor si dejamos de lado la competencia profesional y la experiencia”. Al final, para ella, lo que marca la diferencia a la hora de contratar es que sea alguien consciente de los roles de género y evite reproducir dinámicas de poder patriarcales. Galy completa: “Queremos ser más, así que me parece bien buscar más equilibrio. Pero espero que algún día no tengamos que hacerlo”.
Síndrome de la impostora y discriminación sexual
Una de las labores que desempeñó Montes durante sus años en el salvamento marítimo humanitario fue la de seleccionar personal. “Eran 40 hombres presentándose al empleo y seis mujeres”, señala. “Veía que muchas se infravaloraban; existe una justificación constante que no he visto por el otro lado, el masculino. Tienen un síndrome de la impostora como un piano”. Esa inseguridad se percibe en las respuestas de otra encuesta realizada a 1.655 personas y publicada en 2021 por la Federación Internacional de Rescate Marítimo (IMRF) dentro de su iniciativa #WomeninSAR (Mujeres en salvamento marítimo). Varias participantes reconocían que necesitaban demostrar ser mejores que sus homólogos masculinos para ser aceptadas. “Yo he tenido que dejarme los cuernos para que me respetaran”, sentencia Montes.
Las conclusiones del informe de la IMRF apuntan al sexismo en el sector como algo “significativamente” preocupante. “Mientras que los hombres son desplegados en situaciones potencialmente peligrosas, ellas se encargan de formar al personal. Por lo tanto, poseen los conocimientos necesarios para llevar a cabo dichas operaciones”, dice el estudio. Schmidt asevera que, al principio, no la tomaban en serio. Y relata una ocasión en la que lideraba una operación en una lancha de rescate: “Un miembro de mi organización estaba al teléfono conmigo. Hubo un momento en el que me pidió que le comunicara con el patrón porque tenía una pregunta técnica. Él pensaba que yo no le podría contestar”.
La discriminación de género puede llevar a que se infravaloren sus capacidades y se genere frustración. “No te dicen directamente que no puedes hacer algo, nunca es tan obvio, pero es exactamente así. Si hay un hombre y una mujer y los dos tienen una tarea pesada entre manos, él le dirá a ella que se encarga”, ejemplifica Iozzelli.
Sin aseos ni tampones
La discriminación, a veces, proviene de fuera de las organizaciones. Schmidt se enfrentó al machismo incrédulo de las autoridades italianas cuando su tripulación y ella fueron detenidas en 2017 a bordo del Iuventa, acusadas de favorecer la migración irregular. Los oficiales estaban buscando al hombre al cargo, pero lo que encontraron fue una tripulación formada exclusivamente por mujeres. “Preguntaron a la capitana que de quién recibía órdenes. Ella apuntó hacia mí, pero los agentes no quedaron satisfechos con esa respuesta y entonces quisieron hablar con el ingeniero”, narra. Cuando los italianos se dieron cuenta de que no había hombres, tuvieron que conformarse.
Otra discriminación más inconsciente, pero que está en el día a día, es la falta de servicios y equipamiento adecuado a su género, como aseos, útiles de higiene íntima y vestuario de seguridad. ”Tenemos que adaptarnos a un mundo de hombres, diseñado por hombres para hombres”, se quejaba una de las encuestadas por la IMRF. Es un mundo masculino, donde las jerarquías están marcadas y donde los navegantes permanecen aislados durante meses a cientos de millas de tierra firme. Es el que se ha calificado como el territorio perfecto para la impunidad de casos de acoso sexual y abusos. Abrieron la caja de Pandora dos marinas, precisamente, cuando acudieron a los tribunales de Estados Unidos hace menos de un año. En el sector humanitario, sin embargo, no se conocen casos y las profesionales encuestadas también apuntan que, en general, se sienten apoyadas por sus compañeros.
Anabel Montes se dispone a tomarse unos meses sabáticos en su Asturias natal hasta decidir hacia dónde encaminar sus pasos. Pero Maitane Carnero prepara la siguiente misión de Open Arms. Kathrin Schmidt sigue trabajando como jefa de operaciones en el Louise Michel. Eva Galy planea seguir al menos otro año como marinera en el Humanity 1 y Jasmine Iozzelli está inmersa en su doctorado, pero reconoce que ya pasa más tiempo en el agua que en tierra. Todas tienen retos por delante, pero siempre avanzando por el camino que hace 100 años una capitana soviética de Vladivostok decidió abrir y que no parece que se vaya a cerrar.
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