La guerra en Ucrania y las inundaciones de ‘La niña’ causan un nuevo récord de desplazados: 71 millones de personas
El número de personas huidas en busca de seguridad y refugio en 2022 a causa de conflictos o desastres naturales alcanza un récord, según el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno
Sudán, Ucrania, República Democrática del Congo y Pakistán han sido noticia en las últimas semanas. Los dos primeros, por el conflicto armado que sufren. Los dos últimos, por las devastadoras inundaciones que han anegado miles de kilómetros cuadrados. Entre los damnificados existe un grupo de población especialmente vulnerable: los desplazados internos, aquellos que abandonan sus lugares de origen, empujados por la violencia o por los desastres naturales, pero que no llegan a cruzar las fronteras de su país. Si el número de personas en esta situación es un buen termómetro para medir el estado del mundo, en 2022 el planeta ha estado muy mal, pues este colectivo ha alcanzado la cifra récord desde que hay registros: 71 millones de personas desplazadas en 2022, un 20% más que en 2021. De ellas, 60,9 millones se habían tenido que marchar a la fuerza al menos una vez a lo largo de 2022, un 60% más que en el año anterior.
Desde 2008, el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC por sus siglas en inglés), apoyado por el Consejo Noruego de los Refugiados y la UE, publica el Informe Global sobre Desplazamiento Interno. En cada edición se advierte de que se ha batido una cantidad histórica de huidos, pero la de este 2022, publicada este miércoles, es diferente: también se han producido los mayores porcentajes de subida de los que se tiene constancia. La invasión de Rusia en Ucrania y el fenómeno meteorológico La niña son las dos principales causas de este aumento.
“Las crisis de desplazamiento actuales están creciendo en escala, complejidad y alcance, y factores como la inseguridad alimentaria, el cambio climático y la escalada de conflictos prolongados están añadiendo nuevas capas a este fenómeno”, ha declarado la directora del IDMC, Alexandra Bilak, en un comunicado.
Ucrania registró 16,9 millones de movimientos dentro de sus fronteras desde el inicio de la guerra y se ha convertido ―otro récord― en la cifra más alta jamás registrada en un solo país. “Hubo distintas ofensivas: Kiev, Jersón, Mariupol… Y todo ello llevó a grandes movimientos de población a lo largo del año. Aunque muchos pudieron regresar a sus casas, al final del año había 5,9 millones de personas fuera de ellas”, analiza en conversación telefónica Vicente Anzellini, coordinador del informe.
La niña es un ciclo climático que afecta en todo el planeta a las temperaturas, al nivel de precipitaciones o al riesgo de ciclones y tormentas tropicales. En 2022 dejó inundaciones que desencadenaron enormes movimientos de población en Mozambique, China o Pakistán, país que se llevó la palma con 8,6 millones de desplazados. Por primera vez desde 2016, las inundaciones provocaron más movimientos de población que los ciclones. También propició sequías en Somalia, Etiopía y Kenia, países en los que 2,1 millones de africanos tuvieron que moverse por haberse quedado sin agua.
En total, quienes en 2022 dejaron su hogar a causa de un conflicto fueron 62,5 millones, y hubo 8,7 millones que lo hicieron por desastres relacionados con el clima. En estos números también están incluidos muchos territorios en los que se dio una yuxtaposición de ambos, y también otros que por lejanía o por su reducido tamaño no llamaron la atención o no fueron tan mediáticos, pero que también sufrieron: en la remota isla de Tonga, en el Pacífico sur, el 2% de la población tuvo que ser reubicada a causa de la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Haʻapai.
Los desastres naturales y los conflictos, pero también las consecuencias socioeconómicas de la pandemia de covid-19, han incrementado la desigualdad y la pobreza. Pero este año, además, un elemento nuevo ha agravado una situación ya de por sí delicada: la crisis alimentaria global desencadenada por la invasión rusa. Ucrania y Rusia son importantes proveedores de grano y fertilizantes, y la guerra ha tenido efectos en cascada en las cadenas de suministro mundiales y en los precios de los alimentos. En el IDMC han observado que los picos de movilidad coinciden en tiempo y lugar con los de inseguridad alimentaria, una realidad que afecta ya a al menos 828 millones de hombres, mujeres y niños, según el Índice Global del Hambre. De ellas, 193 millones padecen hambre aguda (sobre todo niños menores de cinco años).
Tres cuartos de los países que experimentan crisis de seguridad alimentaria cuentan con población desplazada, ya que buena parte de esos productos que provenían de Ucrania y Rusia eran utilizados para ayuda humanitaria. Entre ellos, Yemen, República Democrática del Congo, Nigeria, Afganistán y Etiopía son los que acumulan más del doble: 26 millones de personas. “Un caso muy claro fue Somalia, un país que sufre sequía y donde muchas comunidades dependen del agropastoralismo. A medida que dejó de haber suficiente alimento para estos animales, la gente perdió sus modos de vida y tuvo que irse de ahí; en ese proceso también aumentó su inseguridad alimentaria”, señala Anzellini.
Sudán, con más de 700.000 huidos en sus propias fronteras en apenas un mes desde que se iniciaran los combates entre el ejército y los paramilitares, es un habitual en los informes del IDMC: ya vivió un repunte de violencia intercomunitaria hace dos años. La novedad ahora es un cambio en la tipología de violencia. “Está teniendo lugar en zonas urbanas, lo que puede que llegue a generar un número más alto de desplazamiento, pero es difícil saber qué va a pasar”, advierte Anzellini.
Soluciones duraderas pese a la falta de datos
Aunque 71 millones es una cifra récord, desde el IDMC sospechan que es solo la punta de iceberg, ya que la cantidad de información con la que han podido trabajar es baja. Chad, por ejemplo, sufrió las peores inundaciones de su historia el pasado octubre; sin embargo, no hubo ningún dato de cuántas personas seguían fuera de casa a finales de año. “Poseemos una muy buena comprensión de cuáles son los eventos que generaron desplazamiento, pero como esas evaluaciones por desastres dejan de hacerse, a finales de año no hay datos. Parece que fuera cero, pero en realidad no es así”, lamenta Anzellini. Lo mismo ocurre con la inseguridad alimentaria. “Solo lo sabemos en algunos países como Somalia, Burkina Faso o Kenia, pero en la mayoría queda un vacío y nos parece importante decir que estamos observando un fenómeno que está ocurriendo, pero no tenemos forma de medirlo”, afirma.
Más allá de asistencia a los desplazados internos para cubrir sus necesidades, el IDMC aconseja invertir en iniciativas de reducción de riesgos. Uno de los fenómenos que más preocupa es la expansión urbana a gran escala, especialmente en países de ingresos bajos y medios. “Si seguimos construyendo en zonas inundables, si seguimos construyendo en nuestras playas, habrá más migraciones forzosas en el futuro. Necesitamos una acción inmediata en reducción de riesgos. Sabemos dónde están los problemas y cuáles son las soluciones, solo falta acción para bajar estas cifras, pues el desplazamiento es una de las consecuencias más visibles de la insostenibilidad”.
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